La Unión Europea (UE) se prepara para una nueva maniobra que le permitiría aparentar ambición climática sin afrontar plenamente las consecuencias internas. El comisario europeo de Clima, Wopke Hoekstra, ha confirmado que los Estados miembros podrían recurrir a créditos de carbono generados en países en desarrollo para alcanzar los objetivos de reducción de emisiones. Todo ello, justo antes de que Bruselas debata este miércoles su hoja de ruta hacia 2040, con una reducción prevista del 90% respecto a los niveles de 1990.
Los créditos de carbono son un mecanismo que permite a los países europeos «compensar» parte de sus emisiones pagando proyectos en el extranjero —como plantaciones de árboles o restauración de bosques— en lugar de reducir la contaminación dentro de sus propias fronteras. Es decir: no se contamina menos, sino que se paga para que otros hagan algo que supuestamente compense el daño. Una forma de externalizar la responsabilidad ambiental, sobre todo hacia África o Iberoamérica, que ahora pasa a formar parte del «sur global útil» para la agenda climática europea. La «solución» no parece que vaya a impedir que los ciudadanos europeos sigan pagando las consecuencias: más regulaciones, más impuestos verdes y más restricciones.
Hoekstra ha defendido el plan argumentando que «al planeta no le importa dónde se generan las emisiones«. Y esta justificación ha encendido las alarmas incluso entre los grupos ecologistas, que exigen que la UE cumpla sus objetivos a nivel interno. Más de 130 organizaciones han manifestado su «extrema preocupación» por la aplicación de esta estrategia.
Hoekstra, sin embargo, insiste en que los países africanos e iberoamericanos están «muy interesados» en este tipo de mecanismos. Asegura que las compensaciones podrían tener un «impacto real» siempre que sean adicionales a los esfuerzos nacionales de estos países. Admite, no obstante, que en el pasado estos mecanismos fracasaron por su baja fiabilidad. A pesar de ello, Bruselas parece dispuesta a resucitarlos, convirtiendo la lucha climática en un mercado de indulgencias: si puedes pagar, puedes contaminar.
Las críticas también apuntan a una posible fractura en las negociaciones sobre el objetivo climático para 2040. Francia y otros países sugieren desvincular este objetivo de la Contribución Determinada a Nivel Nacional (NDC) que debe presentarse antes de la COP30, lo que abriría la puerta a fijar una meta más baja en el futuro. El comisario ha prometido que este miércoles se anunciará el objetivo de 2040 y que estará listo «antes de septiembre». Un paso más en la hoja de ruta de la agenda climática.
En paralelo, Hoekstra ha cargado contra China por su decisión de construir nuevas centrales de carbón, a pesar del compromiso de abandonar los combustibles fósiles adoptado en la COP28. «Es una pésima idea», ha sentenciado. Sin embargo, mientras Europa se impone restricciones asfixiantes, otros países siguen creciendo sin atender los dictados climáticos.
La UE aún no ha presentado su NDC, como la mayoría de los países, pese a que el plazo expira en la próxima cumbre climática que se celebrará en Brasil. A ello se suma el vacío dejado por la retirada de Estados Unidos del Acuerdo de París bajo el mandato del presidente Donald Trump, que puso por delante los intereses nacionales frente al sometimiento globalista. Todo apunta a que los compromisos que se presenten en Belém no serán suficientes para contener el calentamiento global por debajo del umbral de 1,5 °C, un umbral convertido en mantra por las élites, aunque cada vez más cuestionado por estudios y científicos.