El eurodiputado socialista francés Pierre Larrouturou, miembro del Movimiento por el Clima, inauguró la semana pasada una exposición en la planta principal del Parlamento Europeo con el título «el Cambio climático es la única crisis irreversible».
La exposición presenta como atracción principal una gráfica que muestra, con cierta inexactitud, cómo en los últimos 800.000 años la concentración de CO2 en la atmósfera supuestamente nunca había superado los niveles actuales.
Larrouturou afirma que «actualmente estamos ante una concentración de 424 partes por millón (ppm) —más del límite de 350— y que el aumento es tres veces más rápido que en la década de 1960». «Cuanto mayor sea el nivel de CO2 más rápido será el calentamiento», dice.
Además, señala que existen círculos viciosos de desastres naturales que ya están ocurriendo en todas partes, desde incendios forestales hasta el derretimiento del hielo, como consecuencia del cambio climático. Aunque el calentamiento global sólo ha alcanzado un promedio de +1,1 °C, la cantidad de desastres climáticos se ha triplicado, afirma.

Entre las soluciones que plantea Larrouturou en esta exposición, además de continuar con proyectos como el Reglamento sobre calidad del aire y agua, la conocida Ley de Restauración de la Naturaleza y el Reglamento para la absorción de carbono (conocido como Net Zero), y el impulso del Banco Europeo del Clima. En realidad sería el Banco Europeo de Inversiones (BEI), que se financia con las aportaciones de los Estados miembros y otorga préstamos a otros Estados que no pertenecen a la Unión Europea.
Con el nuevo propósito promovido por Larrouturou, los préstamos del BEI se utilizarían exclusivamente para inversiones que «combatan el cambio climático y cumplan con los Objetivos de Desarrollo Sostenible», convirtiéndolo así en el primer Banco del Clima del mundo. Grupos de izquierda han solicitado al Parlamento Europeo en repetidas ocasiones que el BEI deje de subsidiar y financiar programas que vayan en contra de esta «lucha» como la construcción de gasoductos, oleoductos o la inversión en bonos de carbono.
Esta decisión desplaza el objetivo inicial del BEI de ser un banco de apoyo para los estados que lo necesiten, así como realizar inversiones de gran envergadura y asegurar préstamos beneficiosos para los países en lugar de arriesgarse a solicitar préstamos a otras entidades.
Si el BEI continúa en esta estrategia de convertirse en el Banco Climático de la Unión Europea podría perder oportunidades para obtener recursos mediante inversiones. Además, no se contempla que los beneficios puedan ser utilizados y prestados a los Estados miembros para desarrollar inversiones dentro de la propia Unión.
También se busca involucrar al Banco Central Europeo (BCE), aunque este tiene una estructura completamente diferente y sólo incluye a los Estados de la eurozona. El BCE destina una pequeña partida para temas climáticos, pero se pretende aumentarla. Larrouturou menciona: «El balance del Banco Central Europeo aumentó en 2.800 billones en pocos años. El Banco Europeo de Inversiones debería convertirse en un Banco del Clima con medios mucho más ambiciosos«.
A pesar del temor de perder competitividad frente a los competidores mundiales, se prioriza la agenda verde. «La Comisión Europea calcula que alcanzar el objetivo climático de 2030 requerirá inversiones anuales adicionales de 360.000 millones de euros de media a partir de ahora», concluye Pierre Larrouturou.