El nuevo ministro federal del Interior alemán, Alexander Dobrindt, ha defendido esta semana en el Bundestag un giro en la política migratoria y ha anunciado una batería de medidas para restaurar el orden y devolver el control de la inmigración al centro de la política interna.
Nada más asumir el cargo, Dobrindt ordenó el endurecimiento de los controles fronterizos, incluidos los rechazos directos de solicitantes de asilo. Sólo se contemplan excepciones para grupos especialmente vulnerables, como niños, mujeres embarazadas o personas enfermas. Según el ministro, las medidas ya están teniendo efecto: en la última semana, el número de rechazos ha aumentado un 45%.
«Los ciudadanos esperan de nosotros un cambio de política«, ha afirmado Dobrindt. Y ha asegurado que las ciudades y municipios están «al límite».
Como siguientes pasos, el ministro ha anunciado cambios legales de fondo. La limitación de la inmigración volverá a estar explícitamente anclada en la Ley de Residencia. También se revertirán leyes impulsadas por el gobierno semáforo, como el proceso acelerado de naturalización incluido en la nueva ley de ciudadanía. Además, se prevén restricciones en los programas de reunificación familiar y de admisión voluntaria.
En materia de asilo, Dobrindt ha anunciado que más países serán considerados seguros, que se reanudarán los retornos a Afganistán y Siria, y que los procedimientos de asilo podrán llevarse a cabo en terceros países. El Gobierno federal planea también la detención permanente en el extranjero de personas peligrosas y criminales.
El discurso y las medidas de Dobrindt reflejan un cambio evidente en el clima político alemán. Tras años de permisividad, el debate migratorio ha virado hacia el control y la seguridad. El desgaste de los partidos tradicionales, la presión de municipios desbordados y el ascenso de Alternativa para Alemania (AfD) han forzado a la clase política a revisar su discurso.