En el Reino Unido, como en cualquier país de Europa Occidental, puede entrar cualquiera siempre que lo haga ilegalmente y proceda de culturas distintas y distantes. En cambio, pone el veto a la llegada a sus costas a un filósofo francés, precisamente el hombre que ha hecho sonar la voz de alarma contra esta locura migratoria europea.
El Ministerio del Interior británico ha dictaminado, como si se tratase de República Popular de Corea del Norte, que Renaud Camus, autor de la teoría de la «Gran Sustitución», atentaría contra el bien común si llegara al país.
Camus contraatacó al Gobierno del Reino Unido, que ha sido más suave ante amenazas mucho más graves, y dijo a The Daily Telegraph que «de todos los gobiernos europeos culpables» de permitir la inmigración sin control, «el Gobierno británico es uno de los más culpables».
Desde el mismo diario, el columnista Michael Deacon sostiene que el caso demuestra que la libertad de expresión está muerta en el Reino Unido. También se pregunta qué significa esta decisión para los ciudadanos británicos que coinciden con la teoría de Camus: «¿Significa esto que la presencia de estos británicos tampoco favorece el bien común? De ser así, ¿qué piensan hacer nuestras autoridades con ellos? ¿Deberían también prohibirles la entrada?».
Sam Bidwell, del Instituto Adam Smith, también criticó al Estado por ser inconsistente respecto a quién deja entrar al país, habiendo acogido anteriormente a un clérigo musulmán al que se le prohibió predicar en Pakistán debido a su retórica extremista, así como al clérigo zimbabuense Ismail Menk, quien ha descrito a los homosexuales como «peores que animales».