El victimismo y una falsa persecución son los principales argumentos a los que recurre el islamismo para, de manera impune, lograr su objetivo de expansión, desestabilización y desestructuración de la sociedad occidental, advierte Hannan Serroukh, coordinadora del Área de Investigación y Estudios Islámicos del Grupo de Estudios Estratégicos (GEES).
La especialista deja sentado que el fenómeno del islamismo —que no del islam como confesión de fe— se expande en la sociedad de Occidente, ganando cada vez más terreno gracias al uso de la estrategia de victimizarse y acusar falsas persecuciones que neutralizan a los gobiernos que, para evitar ser catalogados como violadores de los Derechos Humanos, terminan por permitir esa situación y no aplican la ley.
Así está ocurriendo no solamente en Europa, sino también en Estados Unidos y en varios países de América Latina, donde los estados se muestran incapaces de confrontar a los operadores de estos grupos que, cobijados en el fenómeno migratorio, se cuelan para ir instaurándose en las sociedades occidentales atacando a sus democracias con el único fin de imponer sus ideologías.
En este sentido, refiere que muchas de estas organizaciones criminales se cobijan igualmente tras organizaciones no gubernamentales para actuar con impunidad. «Uno de los elementos que se ha convertido en altamente nocivo y que, incluso, diría yo, atenta contra los principios de igualdad de los Derechos Humanos, son todos esos lobbies de las organizaciones no gubernamentales que son utilizadas y se prestan a elementos negativos que trafican y explotan al flujo migratorio justamente para penetrar en nuestra sociedad», agrega.
El argumento que presentan, reitera Serrouk, es el del victimismo y la falsa persecución, promoviendo campañas como las existentes en Europa, «Welcome refugees» entre ellas, que no corresponden a la realidad.
Hay, pues, un uso de problemas como la pobreza y la desigualdad que permiten camuflar a los grupos que impulsan el islamismo. «Hay un beneficio detrás de la gestión de la inmigración, en la gestión de la desigualdad y de la pobreza, pues hay unos lobbies importantísimos que trabajan en ello y que, por otro lado, se sirven del victimismo. Victimizan a esas personas, las utilizan como moneda de cambio, para presionar a los gobiernos«, subraya.
Islamismo alineado con la izquierda
Hannan Serroukh precisa que los gobiernos de izquierda procuran abanderarse de estas causas y terminan alineados con estas organizaciones que promueven el islamismo.
De estos gobiernos, los grupos que procuran la islamización de Occidente obtienen grandes subvenciones, lo cual les permite mantener ese feudo de votos, al tiempo que las organizaciones avanzan en su propósito de desestructurar la sociedad occidental.
“Los gobiernos de izquierda están permitiendo entrar a elementos que son totalmente nocivos. Situaciones tan peligrosas como retornados yihadistas de Siria, de Afganistán, Talibanes, que son recogidos por embarcaciones que pertenecen a organizaciones no gubernamentales que reciben dinero público y que se asientan en nuestra sociedad. Eso nos pone en tal vulnerabilidad y nos impide tener ese derecho de defensa, de protección y de decidir qué modelo de sociedad y qué modelo migratorio queremos crear, porque evidentemente lo imposibilita totalmente», explica.
Imponer el orden social islámico
La especialista del GEES insiste una y otra vez en que los flujos migratorios facilitan la entrada de grupos islámicos radicales que no persiguen, como sí lo hace la auténtica inmigración, compartir con la cultura receptora, para adaptarse e integrarse a la misma, sino buscar de alguna manera, tal vez en el largo plazo, imponer su orden: el orden social islámico.
En el avance de la islamización, estima Serroukh, opera una especie de “eje del mal”, que son los flujos de financiación que llegan a través de las redes de Hermanos Musulmanes, las redes de proselitismo.
También están las alianzas que han surgido en procura de intereses comunes, tal es el caso de las instauradas con Irán. A esta sinergia también se incorporan los movimientos antisistema y comunistas, como podría ser Venezuela, que alimentan el discurso del multiculturalismo, el cual, a su vez, permite que la narrativa de la islamización se normalice.
«¿Qué está sucediendo? Por un lado, generan una separación de la sociedad occidental de la sociedad islámica que ellos dominan, de tal forma que condicionan todos los aspectos de la vida. Es decir, han penetrado en el ámbito educativo, en el ámbito social, en el ámbito de la participación intelectual, social, de la vida cotidiana ya de manera estructurada como grupos propios políticos. Hace poco se hizo público, justamente en Francia, el partido de Demócratas Islámicos Franceses, que se presentó a las últimas legislativas. Es algo que también se está estructurando en España, especialmente en la región de Cataluña. Se ha detectado el asentamiento de una red de líderes políticos que han creado sus estructuras, por ejemplo, a través de grupos de Paquistán, de una corriente política, «Los Soldados de Alá», afines a la corriente de los talibanes», detalla.
Alerta de que, en España, por ejemplo, no se le está haciendo frente a esta situación como sí se está haciendo en Francia: “Aquí en España, por desgracia, hay una negación de este problema. Es decir, si bien se actúa a nivel policial contra los movimientos terroristas, los líderes yihadistas, los criminales… la negación política de este problema hace que vayan expandiéndose sin ningún control y normalizando sus presencias”.
Destaca que políticas como la de la Comisión Europea que, en un comunicado, recomendó no felicitar la Navidad, sino las fiestas en general para no herir el sentimiento religioso de los no cristianos; o el que se normalice el uso del hiyab en jóvenes o escolares, atentan contra la cultura de Occidente. «El hiyab es un instrumento de control político, el hiyab es el instrumento de Hermanos Musulmanes, no tiene nada que ver con la confesión religiosa”, denuncia.
Ante estos y otros fenómenos que están ocurriendo no hay una contra narrativa, subraya Hannan Serroukh, quien cataloga de sumamente grave que no exista una acción social política en freno de ese avance, lo cual pone en grave peligro el futuro inmediato de la propia democracia y de la sociedad occidental, tal y como la conocemos.
Destaca que en Occidente no existe conciencia del avance del islamismo como sí está ocurriendo, por ejemplo, en Marruecos, Túnez y Egipto. Y es que, en estos países, a pesar de la presencia de los islamistas, ha surgido una corriente social e intelectual que lucha contra esa amenaza islamista, “que lucha intelectualmente y académicamente contra sus argumentos. Es irónico que en Egipto Hermanos Musulmanes esté considerado como un grupo terrorista y, en cambio, pueda tener actividad de proselitismo y de expansión en Europa sin ninguna persecución”.
El islamismo, advierte, se está normalizando sin que haya una política por parte de los gobiernos para enfrentarlo. «El islamismo (…) se ha ido normalizando, va creciendo e inclusive afecta a la vida diaria de los barrios y municipios más humildes donde el orden social se ha cambiado. Es decir, las mujeres ya no acceden a los bares, cafeterías; los viernes las mujeres no pueden circular cerca de las mezquitas, no pueden tener presencia. Las pruebas de acceso a la Policía en Cataluña se adaptaron a los criterios de los musulmanes, etc, concluye.