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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

Y David venció a Goliat: el sistema de cuotas de Merkel ya es historia

Bruselas admite la muerte del sistema de cuotas establecido para acoger refugiados de forma obligatoria tras un fracaso mayúsculo.


Alemania ha fracasado. Angela Merkel, que esta semana ha iniciado conversaciones con Martin Schulz para intentar alcanzar un acuerdo de Gobierno, no ha podido poner en marcha una de sus grandes apuestas en materia migratoria: el sistema de cuotas. La última Cumbre europea del año ha servido para que Bruselas escenifique su funeral y la apertura de una nueva era en la Unión Europea, donde países como Eslovaquia, Hungría o Polonia se han destacado como naciones a tener muy en cuenta.
La Cumbre venía precedida por el enfrentamiento entre el presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, que cuestionó este martes el mantenimiento de cuotas obligatorias para reubicar refugiados, y la Comisión Europea, que defiende este sistema. El político polaco, según matizó este jueves, al calificar las cuotas de ineficientes se refería a que el sistema de reubicación «no ha hecho nada para reducir el número de inmigrantes ilegales que llegan a Europa».
En ese sentido, explicó que desde septiembre de 2015 han sido reubicadas en Estados miembros 32.000 personas y, en ese mismo período, más de dos millones de personas han solicitado asilo en la UE. Tusk se excusó y aseguró que pretendía lanzar una discusión sobre la futura reforma del Sistema Europeo Común de Asilo y no que sirviera como «excusa para que los países no implementen sus obligaciones legales existentes».
En muy pocas ocasiones Alemania ha perdido un enfrentamiento público en el tablero de Bruselas, pero las políticas de Merkel han resultado un completo fracaso desde su imposición en septiembre de 2015. La canciller alemana decretó entonces el Welcome Refugees, reclamó la apertura de fronteras y la puesta en marcha de una vía de los Balcanes para los teóricos refugiados. La realidad se antojó muy diferente y centenares de terroristas y migrantes económicos se aprovecharon de las debilidades del espacio Schengen para alcanzar Europa.
Los países de Visegrado se opusieron a la política alemana y recibieron el rechazo de la clase política comunitaria. Algunos como Eslovaquia o Hungría fueron sancionados por no acatar las cuotas, aunque ningún Estado había cumplido con las cifras prometidas. En Bruselas creían que acabarían aceptando, pero los países del Este no cedieron. Hoy, dos años y medio después de la primera negativa, han sido las principales potencias las que han admitido su fracaso. Incluso Merkel aceptó la realidad: «En mi opinión, la solidaridad no puede ser selectiva entre socios».
En septiembre de 2015, los Veintiocho se comprometieron a reubicar a 160.000 solicitantes de asilo desde Grecia e Italia en 24 meses, siguiendo un esquema de cuotas de reparto por países que nunca ha contado con el favor de los países del Este.

‘Es un sistema inaceptable’

A su llegada a la cumbre, el canciller de Austria, Christian Kern, rechazó categóricamente que la reubicación de refugiados mediante cuotas sea ineficaz y divida a los socios.
«Es incomprensible para nosotros, pues la Unión Europea consiste en que aprovechemos juntos las ventajas y nos repartamos la carga. No puede ser que uno no colabore, la cooperación conjunta no puede funcionar así», dijo.
Por el contrario, los países de Visegrado (Hungría, Eslovaquia, Chequia y Polonia) dijeron alinearse con la propuesta de Tusk tras una reunión con el presidente de la CE, Jean-Claude Juncker, y el primer ministro italiano, Paolo Gentiloni.
«Rechazamos absolutamente la idea de las cuotas porque creemos que no funcionan, son ineficaces», aseguró el primer ministro eslovaco, Robert Fico, convencido de que han dividido a la Unión Europea.
Añadió que no existe «un derecho humano para viajar a la UE» y que en este momento no hay consenso entre los socios comunitarios para reformar el sistema de asilo.

La ciudadanía, en contra

La oposición de los ciudadanos del Este a las políticas migratorias impuestas por Merkel en toda Europa es sintomática. En Hungría, nueve de cada 10 ciudadanos se posicionan en contra. La encuesta fue realizada por el Instituto Nézőpont en Austria, Bulgaria, Croacia, República Checa, Alemania, Hungría, Polonia, Rumanía, Serbia, Eslovaquia y Eslovenia.
El 74% de los encuestados cree que las medidas tomadas por los dirigentes europeos “eran negativas” para el futuro del continente. Eslovacos y húngaros tienen la visión más negativa, seguidos muy de cerca por checos y austríacos.

Ayuda a Libia

Por otra parte, los países de Visegrado se comprometieron a conceder 35 millones de euros para apoyar la labor de la Unión Europea en la gestión de los flujos migratorios que llegan principalmente de Libia.
«Estamos dispuestos a contribuir con una cantidad considerable de dinero para defender la frontera exterior de la UE, a las acciones de la UE en el territorio de Libia», indicó a la prensa el primer ministro magiar, Viktor Orbán, tras el encuentro con Gentiloni y Juncker.
«Presentamos la idea de los Cuatro de Visegrado a la Comisión Europea y a Gentiloni (…) Queremos formar parte de la cooperación en este aspecto», comentó Orbán.
Juncker quitó hierro a los «malentendidos» que a veces parece haber entre Bruselas y este grupo de países del Este, y se mostró «feliz» de que la cooperación entre ellos esté dando «los primeros resultados».
«Es la prueba de que los Cuatro de Visegrado se alinean completamente en lo que se refiere a solidaridad con Italia y con otros países», dijo Juncker en referencia a uno de los Estados miembros que más solicitantes de asilo recibe por su situación geográfica, principalmente de ciudadanos de Oriente Medio.
Gentiloni apreció, por su parte, «el esfuerzo» de estos países, donde es consciente de que la política migratoria ocupa un lugar prominente en los debates nacionales.

‘Somos cristianos’

En unas declaraciones anteriores, Orbán explicó que Hungría había pasado “décadas bajo el control de poderes anticristianos e internacionalistas” y que era el momento de “basar nuestro Gobierno en las enseñanzas de Cristo que hicieron grande a Europa y a los húngaros”.
“Nuestro deber es proteger las raíces cristianas de Europa. Necesitamos una renovación espiritual e intelectual”, mantuvo el líder húngaro, que explicó que, tras años de opresión bajo el régimen comunista, la piedra de la nueva Hungría se colocó sobre la “base del cristianismo”. De hecho, la Constitución del país comienza: “¡Dios bendiga a los húngaros!”.
“Estamos felices de que nuestra nación haya recuperado sus fuerzas y el deseo de hacer grandes cosas”, aseveró Orbán. Durante sus años en el poder, el primer ministro ha puesto en marcha políticas en favor de la familia, la natalidad y contra el multiculturalismo. Esta postura le ha valido el rechazo de una Europa comunitaria que hace tiempo que se alejó de los anhelos de la ciudadanía.

‘Es un método que no funciona’

El embajador eslovaco en Madrid, Vladimir Grácz, explicó en una entrevista para La Gaceta que la postura de su país es la “más justa” ante el momento que vive la UE.
“El tiempo ya demostró que este método de acción migratoria no funciona. Los países de la Unión Europea sólo han reubicado al 17% de refugiados del total previsto por las cuotas. Eso no es culpa ni de Eslovaquia ni del resto de países de Visegrado. El problema es que el documento del Consejo de Europa en torno a la inmigración no es legal, por eso creemos que no puede haber sanciones”, sentenció.
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