Los ciudadanos de la Unión Europea también han mostrado su preocupación por las políticas migratorias impuestas desde Bruselas.
La inmigración y el terrorismo se han convertido en dos de las principales preocupaciones de los ciudadanos europeos. La mal llamada crisis de «refugiados», que no fue tal según aceptó la ONU esta misma semana, y los atentados islamistas han disparado la alarma entre la población. Son los datos que se desprenden del último Eurobarómetro.
El terrorismo se sitúa con más de 20 puntos de diferencia a la siguiente preocupación más cercana -sin tener en cuenta la inmigración-, que es la situación económica. A continuación aparecen el estado de las finanzas públicas de cada Estado, el desempleo y el cambio climático.
Las cifras, tomadas durante los últimos seis meses por la Comisión Europea, muestran que la preocupación por la inmigración llegó a su punto álgido a finales de 2015, cuando alcanzó el 58% tras decretar la canciller alemana, Angela Merkel, el ‘Welcome Refugees’.
Los estonios (62%) consideran la inmigración el problema más importante, al igual que los países de Visegrado, la República Checa (58%), Hungría (58%) y Eslovaquia (43%). De hecho, está calificado como el segundo problema más importante en los 24 estados miembros restantes.
Los países de Visegrado se opusieron a la política alemana y recibieron el rechazo de la clase política comunitaria. Algunos como Eslovaquia o Hungría fueron sancionados por no acatar las cuotas, aunque ningún Estado había cumplido con las cifras prometidas. En Bruselas creían que acabarían aceptando, pero los países del Este no cedieron. Hoy, dos años y medio después de la primera negativa, han sido las principales potencias las que han admitido su fracaso. Incluso Merkel aceptó la realidad: “En mi opinión, la solidaridad no puede ser selectiva entre socios”.
En septiembre de 2015, los Veintiocho se comprometieron a reubicar a 160.000 solicitantes de asilo desde Grecia e Italia en 24 meses, siguiendo un esquema de cuotas de reparto por países que nunca ha contado con el favor de los países del Este.
Terrorismo e inmigración
La preocupación por el islamismo también se dispara en toda Europa Central (Hungría, el 45%, Polonia, el 52%, Eslovaquia, el 43%, y la República Checa, el 53%).
Todas estas naciones reconocen una conexión entre la migración masiva incontrolada de Medio Oriente y el terrorismo en Europa occidental, tras hacerse público que varios terroristas en Alemania eran solicitantes de asilo que ingresaron al país durante la crisis migratoria.
De hecho, a la propia Merkel no le quedó más remedio que aceptar la realidad. Michèle Coninsx, presidente del Eurojust, confirmó en el mes de julio lo que era un secretos a voces: “Es una situación alarmante, porque vemos que estos traficantes [de personas] algunas veces financian el terrorismo; estos traficantes están siendo utilizados para garantizar la infiltración de miembros del Estado Islámico (EI)”.
“Respecto a la infiltración, escuchamos cada vez de forma más regular que hay un riesgo de mezcla entre la inmigración ilegal financiando el terrorismo y que la inmigración ilegal es utilizada por personas para llegar a la UE como ‘durmientes’ o ‘lobos solitarios’ y después llevar a cabo ataques“, sentenció Coninsx.
La ciudadanía, en contra
La oposición de los ciudadanos del Este a las políticas migratorias impuestas por Merkel en toda Europa es sintomática. En Hungría, nueve de cada 10 ciudadanos se posicionan en contra. La encuesta fue realizada por el Instituto Nézőpont en Austria, Bulgaria, Croacia, República Checa, Alemania, Hungría, Polonia, Rumanía, Serbia, Eslovaquia y Eslovenia.
El 74% de los encuestados cree que las medidas tomadas por los dirigentes europeos “eran negativas” para el futuro del continente. Eslovacos y húngaros tienen la visión más negativa, seguidos muy de cerca por checos y austríacos.
El primer ministro húngaro, Viktor Orbán, explicó que Hungría había pasado “décadas bajo el control de poderes anticristianos e internacionalistas” y que era el momento de “basar nuestro Gobierno en las enseñanzas de Cristo que hicieron grande a Europa y a los húngaros”.
“Nuestro deber es proteger las raíces cristianas de Europa. Necesitamos una renovación espiritual e intelectual”, mantuvo el líder húngaro, que explicó que, tras años de opresión bajo el régimen comunista, la piedra de la nueva Hungría se colocó sobre la “base del cristianismo”. De hecho, la Constitución del país comienza: “¡Dios bendiga a los húngaros!”.
“Estamos felices de que nuestra nación haya recuperado sus fuerzas y el deseo de hacer grandes cosas”, aseveró Orbán. Durante sus años en el poder, el dirigente ha puesto en marcha políticas en favor de la familia, la natalidad y contra el multiculturalismo. Esta postura le ha valido el rechazo de una Europa comunitaria que hace tiempo que se alejó de los anhelos de la ciudadanía.
Alguna publicidad valiente y la ayuda desinteresada de muchos lectores como tú han hecho posible esta noticia. Conoces nuestra línea editorial, a contracorriente de la ideología dominante y desacomplejadamente comprometida con la dignidad humana, la unidad de España y la identidad de Europa. No es fácil ni es barato sostener un medio de comunicación que beba de estos postulados, siempre contra los más poderosos. Por eso te pedimos que nos ayudes con una aportación, que formes parte de nuestro proyecto, que ayudes a que sigamos incordiando al Poder. Puedes hacerlo de varias maneras, infórmate aquí.