Los medios de comunicación insisten en hablar de «casos aislados» cuando hacen referencia a los ataques islamistas que se repiten con frecuencia en suelo europeo.
Nuevo ataque terrorista en Francia. Un hombre armado con un cuchillo ha apuñalado a cuatro niños y dos adultos en una zona recreativa de Annecy, una localidad al noroeste del país muy cercana a Suiza. El atacante ha sido detenido y, según señala el francés Le Figaro, se trata de un solicitante de asilo de origen sirio.
Los medios locales apuntan a seis heridos, cuatro de ellos niños menores de tres años. Dos de ellos se encuentran en estado muy grave y su vida corre peligro.
Este tipo de ataques son muy comunes en Francia. Individuos aislados, fuera del foco de control de la Gendarmería, que atacan en pequeños núcleos de población, generalmente portando armas blancas y buscando el mayor número de víctimas mortales posibles. Desde el 8 de enero de 2015, cuando una célula terrorista atacó la redacción de Charlie Hebdo, estos incidentes se repiten con periodicidad ante el silencio de Emmanuel Macron y los grandes medios de comunicación.
De hecho, estos mismos medios continúan insistiendo en hablar de «casos aislados» cuando hacen referencia a ataques islamistas. Locos, desequilibrados o marginados son conceptos que se repiten en los perfiles de los asesinos y que ocultan, de una forma un tanto burda, la motivación de sus acciones.
Más que de «casos aislados», en Europa se podría hablar ya de una guerra de casos aislados siguiendo las enseñanzas del padre de la yihad moderna, Mustafa Setmarian. El aumento de los mecanismos de control y los medios de respuesta de inteligencia de los países europeos complicada la creación y desarrollo de las grandes células terroristas. La ruta de los Balcanes abierta en 2015 para el tránsito de los mal llamados refugiados de guerra de Turquía al corazón de Europa ya no está operativa y los controles en las fronteras, aunque no lo suficientemente efectivos, han dificultado mucho la llegada de terroristas procedentes de países como Siria o Irak.
Ante ese panorama, las enseñanzas de Setmarian son estratégicas para atacar el «corazón de los países europeos». Cualquier individuo es suficiente, basta un arma que tenga en su domicilio, como por ejemplo un cuchillo, y una acción impulsiva contra un grupo de «infieles».
El padre de la yihad moderna
En su libro Historia de la Yihad, José Javier Esparza apunta a Mustafa Setmarian como el padre de la yihad moderna. Setmarian es un alias de Abu Musab al Asuri-bin Abd alQadir Sitt Maryam Nasar: un sirio nacido en Alepo hacia 1958.
Setmarian militó en los Hermanos Musulmanes, participando en el levantamiento de Hama, y después llegó a España vía Francia. Tras casarse en nuestro país, viajó a Pakistán para unirse a los talibanes y conocer a Osama Bin Laden. En 1900 publicó su gran libro: La Revolución yihadista e islámica en Siria. Sin embargo, no fue hasta unos años después cuando utilizó diversos foros islamistas en internet para lanzar Llamada a la resistencia global.
El libro hace un relato histórico comenzando en los años sesenta hasta sus propias experiencias en los años noventa, reflexionando sobre el fracaso de ciertos movimientos islamistas y trazando el camino que debían seguir los grupos terroristas en las próximas décadas, introduciendo el concepto de actores solitarios.
Tras repasar los dos grandes modelos de combate islamista, Setmarian se detiene en lo que llama «la escuela de la yihad individual y las células pequeñas (jihad al-irhab al-fardi)» en las que individuos aislados inician un conflicto mediante bandas secretas de «células desconectadas». Esto es, individuos que por su propia cuenta y sin conexión con otros grupos preparan ataques con el objetivo de lograr un alto impacto social y aprovechando las dificultades de los servicios de inteligencia para detectarlos.
Tal y como señala el informe Mustafa Setmarian, el ideólogo de la Yihad Moderna del Instituto Español de Estudios Estratégicos (IEES), el experto estadounidense en terrorismo Marc Sageman apunta en la misma dirección en Leaderless Jihad. El libro subraya que la gran amenaza que afronta Europa y Estados Unidos del terrorismo yihadista proviene de pequeñas células independientes y de los llamados «terroristas por imitación».
«La amenaza actual ha evolucionado desde el grupo estructurado y dirigido por los cerebros de Al Qaeda, que controlaban una considerable cantidad de recursos y ejercían funciones de mando, a una multitud de grupos informales de carácter local, que tratan de emular a sus predecesores concibiendo y ejecutando operaciones de abajo hacia arriba», sentencia Sageman.
El caso francés
Este nuevo modelo de acción supone un nuevo desafío para las autoridades europeas, especialmente en Francia. La existencia de comunidades islámicas que controlan barrios por completo, que viven de espaldas de la república y que manejan la educación de los más jóvenes complica la tarea de los servicios de inteligencia y seguridad.
Al calor de los imanes, muchos de ellos financiados por fondos extranjeros, los más jóvenes viven un proceso de radicalización que los aleja incluso de sus familias, buena parte de ellas adaptadas a la vida en Francia, y los empuja a cometer ataques contra los «infieles».
En este sentido, es preciso remarcar que existe una doble vía en este proceso. La vía islamista que se describe anteriormente, pero también una vía ligada con el consumismo y la delincuencia. En esos barrios, en esas comunidades, no solo surgen los futuros terroristas, sino también una generación de nuevos franceses influenciados por las corrientes musicales del trap que han hecho del consumismo y la delincuencia una forma de vida.
¿Y España?
La situación de España es más favorable que la del país vecino, aunque se comienza a ver síntomas preocupantes que un gobierno responsable debería abordar lo antes posibles. Sin embargo, tanto a nivel nacional como autonómico, ninguno de los ejecutivos ha tomado medidas suficientes para controlar la situación.
España no es Francia, pero ya existen barrios donde la semilla de la desconexión del Estado está germinando. Barrios donde la policía pasa de largo, la educación pública se debilita y el islamismo campa a sus anchas.
En el mes de enero, un islamista irrumpió armado con un machete en una iglesia del centro de Algeciras (Cádiz), asesinó al sacristán e hirió a cuatro personas más. Al ser interrogada, Yassine Kanjaa no solo no mostró signos de arrepentimientos, si no que advirtió que iba a «matar a más personas» si lo dejaban libre.
Aunque los medios trataron el ataque como un hecho aislado, si se analizan los hechos, las motivaciones y el modus operandi, todo coincide con las enseñanzas de Setmarian. En Francia, en España o en Alemania, la yihad será un caso aislado tras otro, o no será.