El periodista James Bloodworth ha destapado las precarísimas condiciones laborales del gigante Amazon tras pasarse un mes trabajando de encubierto.
En un artículo publicado en el Times, titulado ‘’Constantemente monitorizado, buscado y exhausto: mi mes encubierto en un almacén de Amazon’’, Bloodworth relata cómo es trabajar en esta multinacional. El experimento tuvo lugar en un centro de distribución con 1.200 trabajadores de la compañía en la localidad de Rugeley, en Staffordshire. Su tarea era la de empaquetar los pedidos y trabajaba por objetivos obteniendo incentivos cuando superaba la media del resto de compañeros.
A lo largo del texto, el periodista describe su centro de trabajo como un lugar lúgubre, una especie de prisión en la que siempre -ya sea un superior o una persona de seguridad- alguien te vigila. Cuenta los estrictos controles que los empleados han de pasar para acceder a su puesto -sistemas de escáneres para evitar los hurtos- y la prohibición de utilizar el móvil en las instalaciones.
Relata también las jornadas interminables con horarios eternos y el extricto control al que son sometido, teniendo incluso que llevar unas pulseras de monitorización para estar localizados en todo momento. Sólo disfrutan de media hora para comer y de dos descansos de diez minutos cada uno. En este último caso, hay que contar el tiempo que te puede llevar ir hasta la cafetería o salir a tomar el aire porque esos lapsos también se computan dentro de los diez minutos. Un auténtico infierno, llega a decir en varias ocasiones.
Sus compañeros de trabajo eran en su mayoría naturales de países de Europa del Este, acostumbrados a obtener salarios más bajos por interminables jornadas. Bloodworth cobraba 245 libras por 35 horas semanales. Este era el salario bruto, que menguaba considerablemente tras pasar por la criba de Hacienda. Explica el investigador que ‘’nunca recibí un contrato de trabajo, así que no tengo idea de mis derechos’’.
El contrato que tenía el periodista era de ‘cero horas’. Esta modalidad no asegura una carga mínima de trabajo ni cobrar todo el salario, ya que el trabajador acude a su puesto cuando hay necesidades. Otro problema adicional de este tipo de contratos es la imposibilidad de compatibilizarlo con otros empleos, ya que obliga a estar disponible 24 horas. Todos los trabajadores del centro investigado por Bloodworth tenían contratos de ‘cero horas’.