Hace ya tiempo que es evidente que, por usar una expresión que aborrezco, los partidos soberanistas han llegado para quedarse en la Europa furiosamente globalista de Von der Leyen, pero también es de justicia reconocer que su crecimiento sufrió cierta desaceleración durante los últimos años. Por eso son extraordinariamente significativas las recientes encuestas que indican que, en intención de voto, los «populistas» de Alternativa para Alemania (AfD) superan por primera vez desde 2018 a Los Verdes en intención de voto.
Digámoslo todo: no es solo mérito de AfD; no es, de hecho, tanto que los soberanistas se hayan disparado como que el partido ecologista, que forma parte de la coalición de Gobierno de Scholz, se ha hundido.
La ecología radical es la última «ideología de lujo» que pueden permitirse, o creen que pueden permitirse, las naciones prósperas. Pero sus resultados son casi invariablemente desastrosos. Si los alemanes no se han congelado en sus casas este invierno es porque ha sido inusualmente benigno, pero todos en esta crisis son muy conscientes de que si apenas pueden sobrevivir al cierre del gasoducto ruso es porque los ecologistas han forzado el cierre de las nucleares y se han entregado a la fantasía de las renovables. Para acabar de arreglarlo, el núcleo duro de su propio electorado les reprocha que toleren el mayor uso de la energía de carbón, la más contaminante, desde hace décadas.
Este «sorpasso» lo cuenta una encuesta de YouGov, en la que AfD sube al 17%, mientras que Los Verdes descienden al 16%. Pero es un proceso que tiene ya meses. En julio del año pasado, una encuesta de Insa revelaba que Los Verdes iban 11 puntos por delante, con los Verdes con un 23% y AfD con solo un 12%. La guerra en Ucrania, la creciente inflación, la crisis energética y la inmigración descontrolada han hundido la fortuna del partido Verde. La última vez que AfD estuvo por delante de los Verdes fue en octubre de 2018, cuando AfD tenía un 18% y los Verdes un 17%.
