El cambio en la sociedad alemana es palpable también los nombres que los padres deciden para sus hijos. En apenas una década, Mohammed se ha convertido en uno de los más habituales.
Alemania ha sufrido una profunda transformación en los últimos 10 años. Angela Merkel aceleró este cambio con unas políticas migratorias favorables a la acogida masiva en un país tradicionalmente receptor de inmigración, especialmente de los vecinos del este y Turquía.
El nombre de Mohammed y sus múltiples variaciones ortográficas ya es uno de los nombres más populares en el país y, en menos de una década, ha pasado del puesto 97 al 26 en la lista, según los datos publicados por la Gesellschaft für Deutsche Sprache, considerada la sociedad lingüística más importante de Alemania.
En la ciudad de Herne, donde el 17,2% de la población es inmigrante, el nombre de Mohammed fue el tercero más popular. Andrea Ewels, Directora General de GfdS, explicó: «El desarrollo está, por supuesto, relacionado con la ola de inmigración» y agregó que esperaba que Mohammed estuviera en los 10 primeros nombres para 2021 o 2022.
En el año 2030 en el conjunto de la Unión Europea residirán unos 100 millones de musulmanes. En Bruselas, la capital de la Europa comunitaria, el nombre más utilizado para los recién nacidos en Mohammed y más del 50% de los ciudadanos son extracomunitarios, en su mayoría musulmanes.
Vamos a ejemplo concretos. En Reino Unido, el nombre de Mohammed ha desbancado a nombres tradicionales británicos y es ya el más común entre los varones recién nacidos en el país. La firma Baby Centre analizó los nombres más populares y confirmó que Oliver y Jack han perdido su tradicional trono. Mohamed, escrito de diferentes formas, es ya el más utilizado, lo que da cuenta del peso migratorio de la ciudadanía.
Londres se ha convertido en una de las ciudades más multiculturales de Europa y la población musulmana ha creado auténticos guetos en barrios como Newham y Tower Hamlets, donde el verdadero poder está en manos del consejo de la Sharia Islámica de Leyton. El este de la capital británica se ha transformado en una suerte de califato que tiene sus propias leyes, sus propias escuelas, sus propios líderes y sus propios templos. Todos ellos, vinculados o controlados por grupos radicales como el Islamic Forum of Europe (IFE). Creada por Jamaat-e-Islami Chowdhury Mueen-Uddin, condenado a muerte en noviembre de 2013 por el Tribunal de Crímenes de Guerra de Bangladesh, la organización extremista tiene un objetivo: imponer un ‘califato’ en Europa.
Allí los más jóvenes pueden vivir sin hablar inglés y sin relacionarse con personas que no sean musulmanas. Esas calles crean el caldo de cultivo ideal para los radicales, para que los imanes hagan el trabajo sucio a los terroristas en las mezquitas, desde donde se organizan colectas de dinero para financiar la yihad. Las escuelas coránicas sirven para adoctrinar a los más pequeños, todo ello financiado por el contribuyente británico.
Políticas de natalidad
Una de las claves para entender la expansión del islam en Occidente son las políticas de natalidad seguidas en los países donde esta religión es mayoritaria y los bajos índices registrados en Europa durante los últimos años. Según un informe del Pew Research Center, los musulmanes representarán en 2030 el 26.4% de la población mundial.
Y es que mientras los ‘no-musulmanes’ crecen entre el 0.9% y el 0.6%, los musulmanes lo hacen al 1.7%. Si bien se prevé que la población mundial crezca un 35% en las próximas décadas, se espera que el número de musulmanes aumente en un 73% – de 1,6 millones en 2010 a 2.8 millones en 2050-.