El atentado en la mezquita salafista de Finsbury Park ha evidenciado la doble moral de políticos como el alcalde de Londres, Sadiq Khan, que cuando se trata de ataques islamistas pide a los ciudadanos «comprensión» porque es algo inevitable.
Amanecía el lunes con un nuevo atentado en Reino Unido. El norte de Londres era escenario de un atropello múltiple a las puertas de la mezquita de Finsbury Park -un centro salafista que se hizo famoso por los incendiarios discursos de Abu Hamza contra Occidente-. El suceso ha terminado con la muerte de una persona y varios heridos de diferente gravedad.
El autor del ataque, que al ser detenido gritó que quería matar al «mayor número de musulmanes posible», es un hombre blanco que trató de perpetrar una masacre tras la oración del Ramadán. Al contrario que en el resto de atentados en suelo británico, las autoridades corrieron raudas a confirmar su identidad.
Para alivio de los principales medios globalistas y de políticos como Sadiq Khan, alcalde de Londres, que pidió comprensión con el terrorismo islámico porque era algo «inherente» a las grandes ciudades, en este caso no se trataba de un ataque en nombre de Alá que pudiera desmontar su cada vez más frágil discurso mediático.
(Alcalde de Londres)
Precisamente Khan fue uno de los primeros políticos en salir a condenar el ataque. El laborista, cuando aún no había certezas acerca de lo ocurrido y rompiendo el protocolo, aseguró que era «una masacre dirigida contra musulmanes inocentes que estaban terminando los rezos del mes sagrado».
El alcalde de Londres alertó sobre la «creciente islamofobia» en el país. Resulta paradójico que Khan acuda ahora a este término pero desvincule la condición islámica de la mayor parte de los atentados en suelo europeo. De hecho, tras el último ataque en la capital británica -donde el español Ignacio Echeverría perdió la vida defendiendo a un policía- exigió a los ciudadanos «no buscar responsables» más allá de los autores de la masacre.
De esta manera se entiende mejor la connivencia de las autoridades con el islam radical. Tras años de abandono, los barrios periféricos ya no están bajo el control policial y desde algunas mezquitas oficiales, y otras muchas ilegales, se exige a los más jóvenes con incendiarios discursos que actúen contra los «infieles». Los terroristas se aprovechan del sistema público británico, que financia la educación islámica, y vivió en esos barrios convertidos en guetos donde la sharia es la ley vigente. Numerosos documentales -incluido uno deFrance2 que tuvo un importante revuelo mediático- han denunciado la situación de las escuelas británicas, verdadero semillero de jóvenes yihadistas que después son moldeados en las mezquitas por imanes radicales.
La rapidez de Scotland Yard
(Agentes de Scotland Yard)
El ministro de Exteriores, Alfonso Dastis, tuvo que presentar una queja ante Boris Johnson por los continuos retrasos de las autoridades en el atentado de Londres. La familia de Echeverría tuvo que esperar varios días para conocer lo que había ocurrido y los autores fueron identificados 48 horas después.
En Finsbury Park el protocolo, sin embargo, cambió. El subcomandante Neil Basu, de la Policía Metropolitana de Londres (Met), detalló al completo lo ocurrido, aunque no descartó ninguna hipótesis y apostó por mantener «una mente abierta independientemente de cuál haya sido el motivo detrás de esta agresión».
Los medios alertan contra la islamofobia
Los principales diarios han llenado sus portadas con artículos sobre la creciente islamofobia que vive Europa. Los editorialistas de cabecera han salido a celebrar el cumplimiento de sus tesis con un paternal: «Veis cómo teníamos razón». Un razonamiento, además de oportunista, erróneo.
¿Por qué los medios valoran de forma diferente la violencia dependiendo de dónde venga? ¿Por qué la prensa globalista no condena con la misma firmeza los atentados islamistas que los ataques de otro corte? ¿Por qué es unánime el rechazo de los medios progresistas a relacionar los atentados en nombre de Alá con el islam?
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