La llegada del comunista Pedro Castillo al poder en Perú supuso una convulsión en todos los aspectos dentro del país: la designación de figuras poco idóneas para desempeñar cargos en su administración, los escándalos de corrupción, las vinculaciones de parte de su equipo de Gobierno con la subversión terrorista y, ante ello, una oposición que no termina de unificarse en torno al objetivo de hacerle frente de manera sólida caracterizan el escenario actual de la nación andina.
Rodrigo Saldarriaga, periodista y actual corresponsal en el Perú de La Gaceta de la Iberosfera, explica qué ocurre en el país.
Saldarriaga no deja demasiado espacio al optimismo en el campo de las expectativas que se puedan tener a propósito de Castillo, quien emplea ministros y funcionarios que se «queman» por él como fusibles para evitar que el antiguo líder izquierdista sea sacado de la presidencia.
A juicio del entrevistado, Castillo también se ha mantenido allí ayudado por distintos factores del establishment peruano (principalmente los de esa izquierda progresista que en la nación sudamericana generalmente son definidos como “caviares”), que han visto en Castillo la forma de evitar que Keiko Fujimori gobierne y además de tener a un hombre perfectamente manipulable en las más altas esferas del poder que no amenaza de cuajo sus privilegios. Sin embargo, las actitudes erráticas del mandatario lo han llevado de crisis en crisis y esto lo hace lucir a esta altura como insalvable.
«Esta crisis se la comían sus asesores, ministros y secretarios. Pero ahora Castillo ya se desgastó, y es por eso que está tambaleando. A los aliados momentáneos que ha tenido ya no les conviene tenerlo allí, porque ha resultado un fracaso total de la narrativa. Intentaron venderlo como el hombre del campo que llegaba a hacer un cambio y no ha hecho absolutamente nada», recalca.
Sin embargo, presuntas crisis internas del Gobierno también han salido a flote: recientemente la vicepresidente del país, Dina Boluarte, fue expulsada de la formación comunista que sirvió de soporte a Castillo para arribar a la presidencia. Un complejo ajedrez que, según Saldarriaga, mezcla la estrategia de confundir vendiendo la imagen de que hay debates internos en la coalición gobernante y la propia realidad que marcan las encuestas –donde la gestión de Castillo ya acumula hasta un 70% de desaprobación-.
«El hombre está perdiendo todo su capital político. Se ha desgastado en solo seis meses y este sería su tercer Gabinete. Solamente un demente podría a esta altura entrar en su consejo de ministros, porque sería quemarse. La comisión de constitución del Parlamento ya está debatiendo una iniciativa para reformar un artículo, para que con ello sea posible destituirlo por los casos de corrupción que le han salpicado. Así que ya lo están soltando. Este deepstate, estos grupos fácticos y de presión, son los que van a determinar quién se queda o no en la presidencia del Perú, que es una silla que se alquila cada cinco años”, puntualiza.
Finalmente, también aparece en el panorama una tentativa que ensayó Castillo en días pasados, muy propia de regímenes como el chavista venezolano: el de aplicar la censura sin conmiseraciones a los medios de comunicación que mantienen una línea editorial opositora a su Gobierno. Así, la combativa radio PBO del empresario Phillip Butters fue sacada del aire, pero distintas presiones y el fracaso de la operación política montada por Castillo para acorralar la libre expresión, obligaron a la restitución de su señal.
“Phillip Butters ha recibido mucho apoyo, incluso de quienes le son contrarios, porque al final todos entienden que la fórmula del chavismo y de la izquierda latinoamericana ha sido siempre la misma. Así, cuando el Gobierno de Castillo aplica este tipo de cosas, inmediatamente las alarmas suenan. Eso es esencialmente lo que ha ocurrido con PBO”, aclara.
