Ha sacudido a México el conocer que dos sacerdotes jesuitas fueron asesinados adentro de su templo en Chihuahua, un estado al norte de la República gobernada por el socialista Andrés Manuel López Obrador (AMLO), el mismo que pese a estos hechos dice va a mantener su inútil política de “abrazos, no balazos”, contra el crimen. No es broma.
“No, al contrario, este es el camino”, dijo AMLO en su “Aló Presidente” versión mexicana, en su conferencia de las mañanas, aludiendo a que seguirá con sus abrazos a quienes están asesinando a los ciudadanos y ahora también a los ministros de culto.
Le echó la culpa no a la ineptitud de su gabinete y fracaso de sus ideas, sino, como siempre, a presidentes del pasado. Dijo que la violencia en México es el resultado de la corrupción e impunidad que viene del gobierno de Felipe Calderón Hinojosa (2006-2012) y que “no se puede arrancar de raíz” un asunto que ha sido propiciado y alentado con vínculos del crimen con las autoridades.
Como el Papa Francisco también opinó sobre este tema, diciendo: “Cuántos asesinatos en México”, en referencia a los jesuitas asesinados, pero no sólo a ellos, AMLO contestó que el mismo pontífice subrayó que la violencia no es el camino para la paz, porque la violencia genera más violencia.
El Padre Javier Campos Morales Campos y el Padre y Joaquín César Mora Salazar intentaron proteger a un guía de turistas que acudió a ellos herido de bala, buscando refugio al interior del templo en una comunidad llamada Cerocahui, en el municipio de Urique, de la sierra tarahumara.
José Noriel Portillo ‘El Chueco’ es el delincuente que habría asesinado a los dos curas y al guía de turistas, y quien junto con sus cómplices se llevó los tres cuerpos, que a la postre fueron localizados a 80 kilómetros.
“El Chueco”, es un capo criminal de la banda de ‘Los Salazar’, uno de los grupos con los que trabaja el Cártel de Sinaloa. Se ha ofrecido una recompensa por este de 5 millones de pesos para quien dé información que lleve a la captura de este criminal.
Este delincuente no disparó a un sacerdote más que también estaba ahí, sino que por el contrario, se quedó a platicar con él, e incluso le pidió perdón y ser confesado, algo que duró cerca de una hora.
Pero la reacción más fuerte fue la de la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM), la organización clerical más fuerte a nivel de México de la Iglesia Católica. Juzgaron que el “crimen se ha extendido por todas partes”, y que México se ha convertido en uno de los lugares “más inseguros y violentos del mundo”.
Como Conferencia del Episcopado Mexicano, condenamos los hechos violentos que vivimos en México y el homicidio de nuestros hermanos sacerdotes jesuitas Javier Campos Morales y Joaquín César Mora Salazar, ocurrido dentro del templo de la comunidad de Cerocahui, Chihuahua. pic.twitter.com/f1bSvylTZO
— CEM (@IglesiaMexico) June 21, 2022
Por lo poco habitual del tono usado, pero lo pertinente que resulta usarlo, aquí reproducimos el comunicado del 23 de junio, firmado por Rogelio Cabrera López, Arzobispo de Monterrey Presidente de la CEM; y cerca de una decena de obispos, como Gustavo Rodríguez Vega, Ramón Castro Castro, Jorge Alberto Cavazos Arizpe, y Jaime Calderón Calderón:
“Los obispos mexicanos nos dirigimos como pastores de la comunidad católica, al Pueblo de México con profunda preocupación por la creciente violencia que sufre nuestro querido País y con una gran tristeza por la pérdida de miles de vidas inocentes que llenan de luto a familias enteras. El crimen se ha extendido por todas partes trastocando la vida cotidiana de toda la sociedad, afectando las actividades productivas en las ciudades y en el campo, ejerciendo presión con extorsiones hacia quienes trabajan honestamente en los mercados, en las escuelas, en las pequeñas, medianas y grandes empresas; se han adueñado de las calles, de las colonias y de pueblos enteros, además de caminos, carreteras y autopistas y, lo más grave, han llegado a manifestarse con niveles de crueldad inhumana en ejecuciones y masacres que han hecho de nuestro país uno de los lugares más inseguros y violentos del mundo.
El reciente asesinato de un civil y de dos sacerdotes Jesuitas dentro del templo católico de Cerocahui, en la región de la Tarahumara en Chihuahua, no es más que una muestra más de la falta de valores y sensibilidad a la que se ha llegado, perdiendo todo respeto a la dignidad humana. Los datos oficiales nos hablan de casi 122,000 asesinatos a manos de los criminales durante los tres años y medio. ¡Cuántos asesinatos en México! ha expresado con dolor el Papa Francisco en la Audiencia General del 22 de junio de este año. ¡Cuánta maldad y desorden social! expresamos nosotros como obispos mexicanos.
Reconocemos que como Iglesia no hemos hecho lo suficiente en la evangelización de los pueblos y que es necesario redoblar esfuerzos. Queda mucho por hacer en la reconstrucción del tejido social, desde la labor pastoral que nos es propia. Reafirmamos nuestro compromiso manifestado en nuestro primer eje transversal del proyecto pastoral 2021-2024: LA CONSTRUCCIÓN DE PAZ. Por tanto, hacemos un llamado a todo el pueblo de Dios, en especial a los sacerdotes, religiosos (as), catequistas, evangelizadores y demás agentes de pastoral, a sumarse en los trabajos por concretar el proyecto de PAZ de Cristo.
Queremos manifestar nuestra cercanía y solidaridad con todas las víctimas, más allá de nuestras diferencias políticas o sociales, reconociendo que todos somos hermanos– Queremos sumarnos a las miles de voces de los ciudadanos de buena voluntad que piden que se ponga un alto a esta situación. ¡Ya basta! No podemos ser indiferentes ni ajenos a lo que nos está afectando a todos.
Ante la gravedad de los hechos, hacemos un llamado al Gobierno Federal y a los distintos niveles de autoridades, en consonancia con el pronunciamiento que se ha realizado desde el Senado de la República: es tiempo de revisar las estrategias de seguridad que están fracasando. Es tiempo de escuchar a la ciudadanía, a las voces de miles de familiares de las víctimas, de asesinados y desaparecidos, a los cuerpos policiacos maltratados por el crimen. Es tiempo de escuchar a los académicos e investigadores, a las denuncias de los medios de comunicación, a todas las fuerzas políticas, a la sociedad civil y a las asociaciones religiosas. Creemos que no es útil negar la realidad y tampoco culpar a tiempos pasados de lo que nos toca resolver ahora. Escucharnos no hace débil a nadie, al contrario, nos fortalece como Nación.
Todos somos mexicanos, todos necesitamos vivir en paz y concordia. Es responsabilidad de los gobernantes aplicar la ley con justicia para erradicar la impunidad, respetando los derechos humanos, pero procurando la seguridad de los ciudadanos y la paz social. Como obispos mexicanos en unidad con el Pueblo de México del que también somos parte, hacemos un respetuoso llamado a nuestras autoridades políticas a convocar a un diálogo nacional para emprender acciones inteligentes e integrales con el fin de alcanzar la paz mediante una participación conjunta. Creemos que “la paz es posible, que tiene que ser posible”. En esta tarea todos los ciudadanos de buena voluntad podemos ser aliados. ¡No perdamos esta oportunidad!”
Rectores de universidades jesuitas del mismo modo, no escatimaron calificativos para describir lo que realmente sucede en México. En el marco de una “Reunión Anual”, tuvo lugar el panel «Paz con Justicia y Reconciliación», en el que Juan Luis Hernández Avendaño, el rector de la Universidad Iberoamericana campus Torreón, dijo que “cuando el Estado no tiene control territorial y permite que grupos armados privados lo controle, a eso le llamamos Estado fallido”.
Y remató: “Tiene muchos años que desgraciadamente en México, el territorio, los barrios, las colonias, los pueblos están siendo controlados por algún cartel, grande o pequeño, y el Estado está ausente”.
Por su parte, el rector de la Ibero Puebla, Mario Ernesto Patrón Sánchez, exigió que haya “verdad, justicia y reparación”, e hizo un llamado social no normalizar la violencia.
El rector de la Ibero León, Luis Alfonso González Valencia, declaró que: “Ni las tribulaciones, ni la violencia, ni los asesinatos, ni la descomposición del tejido nos pueden apartar de ese gran amor de Dios que ha hecho que estos dos hombres dedicaran su vida a los más desprotegidos en la Sierra Tarahumara”.
Y el rector de la Ibero en la Ciudad de México, Luis Arriaga Valenzuela, consideró es difícil ser optimista en «tiempos de desesperanza».