La decisión del director de X, Elon Musk, de ordenar el cierre de su oficina en Brasil el pasado fin de semana confirma el camino de espinas en el que se ha convertido la lucha por la libertad de expresión e información en el gigante sudamericano, en un contexto en el que los esfuerzos «judiciales» encabezados por el magistrado del Supremo Tribunal Federal (STF), Alexandre de Moraes, para coartar las opiniones adversas al Ejecutivo de Luiz Inázio Lula da Silva son cada vez más manifiestos.
El último round de esta batalla -por ahora- es la declaración del propio Musk señalando que no ha tenido otra alternativa más que la de ordenar el cierre de sus operaciones en el país iberoamericano, más allá de que esto no implique que el uso de la plataforma vaya a ser suspendido para los usuarios comunes de la misma.
Para Musk la cosa es sencilla: por el color que iban tomando las cosas, para mantener a su personal trabajando en Brasil iba a tener que incurrir en violaciones a leyes tanto domésticas como internacionales; un asunto que lo ha llevado a tomar la «difícil» decisión, que deja en claro que en la nación sudamericana se están produciendo acciones que «son incompatibles con un Gobierno democrático», tal cual ha afirmado también CEO de Tesla en su cuenta en X.
Aparentemente el Estado brasileño -con el juez de Moraes como ejecutor principal- venía emplazando al empresario a revelar información privada de algunos usuarios, así como a ejercer la censura de los contenidos publicados por otros tantos; algo que para Musk es inaceptable en tanto «no había forma de que pudiéramos explicar nuestras acciones sin sentirnos avergonzados».
Los últimos episodios de una larga batalla por la libertad
En este caso la cuerda se rompió después de un largo rifirrafe. Algunos episodios ocurridos durante el último año revelan el cúmulo de presiones indebidas que de Moraes y compañía estaban poniendo en marcha para hacerle la vida de cuadritos a Musk y a sus operaciones en Brasil.
Basta recordar que desde 2023 el juez arreció en su intento de obtención de datos privados de algunos usuarios de la red social, presionando además a antiguos directivos de la compañía en el país a través de demandas, con miras a desaparecer de la plataforma la discusión sobre temas políticos incómodos para el lulismo.
Estas presiones llegaron a un punto en el que algunas cuentas fueron censuradas, pero la decisión fue contrariada por la plataforma, que arguyó que dicha disposición violaba la propia legislación brasileña en materia de Internet, así como la Constitución Federal del Brasil.
En ese contexto Musk abrió un frente contra de Moraes, reactivando las cuentas suspendidas y recomendando la utilización de software VPN para poder conectarse de manera adecuada a la red social.
En abril de este año el magistrado del STF ordenó la apertura de una investigación en contra del empresario, aludiendo que éste había desafiado a las autoridades del país y que eventualmente estaba incurriendo en obstrucción a la Justicia. Para de Moraes, además, en medio de todo aquello estaba dándose le ebullición de una «milicia digital» permitida por Musk para ensalzar al expresidente Jair Bolsonaro y atacar al establishment político encabezado por Lula da Silva.
Copiar a Maduro con sus regulaciones a las redes sociales
Paralelamente a esto en Brasil también se ha barajado la posibilidad de ejercer un alto grado de regulación de las redes sociales, algo que Lula da Silva ha dejado entrever en múltiples ocasiones. «No podemos vivir en una sociedad en la que multimillonarios domiciliados en el extranjero tengan el control de las redes sociales y se pongan en posición de violar el Estado de Derecho», dijo recientemente el Fiscal General de Brasil, Jorge Messias, sobre este particular.
Los claros visos liberticidas del proyecto político de Lula abren la peligrosa compuerta de la amenaza abierta a la libertad de expresión en el país sudamericano, en un contexto en el que, al menos en este plano, su Ejecutivo se alinea cada vez más con la forma de accionar que poseen regímenes como el de la vecina Venezuela, en donde Nicolás Maduro optó hace poco más de una semana por suprimir abiertamente el uso de la red social X en el país por 10 días.
A fin de cuentas, en la Venezuela de los medios de comunicación cercenados o francamente inexistentes, la red social X se ha convertido en uno de los últimos aliviaderos de la opinión pública o, lo que es lo mismo, en uno de los pocos resquicios que le quedan a los venezolanos para protestar el nivel cada vez más creciente de injusticias que ocurren en el país caribeño. Ojalá Brasil logre reorientar el rumbo.