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ES EL CANDIDATO DEL FORO DE SAO PAULO

Lula da Silva: el expresidente que anhela volver a alinear a Brasil con las tiranías de la Iberosfera

El expresidente brasileño, Lula. Reuters
El expresidente brasileño, Lula. Reuters

Los brasileños se juegan este domingo en la segunda vuelta presidencial mantener a su país en la senda de la recuperación económica, y la defensa de la vida, de la familia, la democracia y la libertad con la reelección de Jair Bolsonaro o regresar al pasado de la corrupción sistémica y la alineación con los países no democráticos de la región con la vuelta de Luis Inácio Lula da Silva, candidato del Foro de Sao Paulo y del Grupo de Puebla, al Palacio del Planalto.

Lula comenzó sus pasos en la política brasileña como cabeza de los sindicatos industriales en Sao Paulo, donde fue habitual verle convocando huelgas, hasta que en 1980 fundó la formación izquierdista de perfil obrerista Partido de los Trabajadores (PT). La formación creció rápidamente dentro de las centrales sindicales del país y, sobre todo, en las que agrupaban a los trabajadores paulistas.

En 1986, tras el fin de la dictadura militar y el arribo a la presidencia de transición del civil José Sarney, el otrora agitador sindical decidió lanzarse al trampolín de la política nacional, obteniendo un escaño en la Asamblea Nacional Constituyente que para 1988 tuvo lista una nueva Carta Magna.

Ya en 1989, Lula decide que es tiempo de optar a la presidencia del país. Para ello se arropa con la tarjeta de un PT que ya acumulaba fuerzas. Pero yerra en varios intentos. Su pretensión de conquistar el poder por la vía electoral no era casualidad. Su caso, pese a estar cuajado en los preceptos de la más pura izquierda tradicional de América -la de las revueltas violentas, el terrorismo guerrillero y el secuestro como recursos para imponerse en política- representa un punto de inflexión en las tácticas utilizadas por el socialismo para lograr y preservar las presidencias.

La creación del Foro de Sao Paulo y la llegada al poder

Con Lula -y con el tirano Fidel Castro- tomó cuerpo en 1990 la fundación del Foro de Sao Paulo, una red encargada de instrumentalizar pactos para tratar de asaltar y preservar el poder, y de utilizar los recursos de la democracia para pervertir la propia democracia con ideologización, autoritarismo y mucha corrupción.

La llegada al poder de Hugo Chávez en Venezuela en 1998 significó el primer gran triunfo para esta corporación. Además, la coalición sirvió de amalgama para erigir tiranías como la de Daniel Ortega en Nicaragua, Evo Morales en Bolivia, y Néstor y Cristina Kirchner en Argentina.

No fue hasta 2002, en su cuarto intento, cuando Lula pudo ganar la presidencia del país. En octubre de aquel año se impuso en segunda vuelta ante José Serra -el delfín de Cardoso- con más del 60% de los sufragios. Desde su llegada al poder, se convirtió -a la par de Chávez- en el perfecto espécimen de culto para la prensa global de izquierdas. Quiso ser vendido como una referencia de izquierda no carnívora, tendiente más a enarbolar las banderas herbívoras del «progresismo» que las de socialismo real. Y así pasó Lula sus ocho años en el poder, de 2003 a 2011.

La corrupción de Lula

Pero la mentira tenía patas cortas… y en el «boyante» Brasil de Lula se estaba gestando el mega caso de corrupción más grande de la historia contemporánea de la región: el propiciado por la constructora brasileña Odebrecht, una empresa señalada por pagar sobornos cercanos a los 800 millones de euros en más de una decena de países de la región. En Brasil, el escándalo salpicó a un tercio de los senadores, ocho ministros del lulismo y la mitad de los gobernadores de la nación. En el país de Lula y de su sucesora, Dilma Rousseff, destituida posteriormente por estar incursa en hechos de corrupción, se estima que la empresa pagó cerca de 350 millones de euros en sobornos a la clase política. 

Aunado a esta trama, en marzo de 2016 el juez Sergio Moro destapó nuevos escándalos de sobornos a políticos brasileños también provenientes de la empresa estatal petrolera Petrobras. Un año más tarde, Lula fue sentenciado por el juez a nueve años y seis meses de prisión, bajo los cargos de “corrupción pasiva” y «lavado de dinero». Adicionalmente, fue condenado a dos años y 11 meses de prisión por delitos de corrupción activa, pasiva y lavado de dinero en la remodelación de una vivienda con dineros provenientes de Odebrecht.

La corrupción le llevó a cumplir 580 días en prisión… dado que la Corte Suprema de Brasil anuló en 2021 por criterios «técnico-formales» las condenas establecidas contra él. La decisión, más allá de las implicaciones judiciales, abrió la puerta a su rehabilitación política para presentarse a estos comicios presidenciales.

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