El viernes el Tribunal Superior Electoral (TSE), controlado por magistrados afines al presidente Luiz Inácio Lula da Silva, decidió por cinco votos contra dos dar pie a la inhabilitación política del expresidente Jair Bolsonaro, dejándolo fuera de carrera para las próximas elecciones presidenciales, a celebrarse en 2026.
A esta altura no es un secreto para nadie que el exmandatario es la cabeza natural del movimiento conservador brasileño y que, de ser el caso, contaba con grandes posibilidades de regresar al Palacio de Planalto en el marco de los comicios que están supuestos a celebrarse en tan sólo 3 años.
El mismo día, en Venezuela la Contraloría General chavista desempolvó una inhabilitación política contra la líder opositora María Corina Machado por una serie de señalamientos, entre los que figuran algunos supuestos hechos que tienen hasta una década de haberse producido. La sanción se extenderá por 15 años.
Con ello Machado -puntera indiscutible en todos los sondeos de cara a la realización de unas elecciones primarias en las que la oposición escogerá su liderazgo- no podrá ser candidata presidencial el año próximo, si es que esa era su intención.
La cosa es muy clara: justamente en un contexto en el que el Foro de Sao Paulo culmina mañana la realización de su XXVI Encuentro en Brasilia, bajo un contexto de celebración por los avances obtenidos por las izquierdas en Iberoamérica luego de la era Covid-19, el socialismo criminal que gobierna en gruesas porciones de la región echa mano de uno de los principales recursos con los que cuenta para lograr su hegemonía en el poder: inhabilitar políticamente a la oposición que puede disputarle voto a voto las presidencias en las urnas.
Los modos, las técnicas y los discursos son los mismos. Las izquierdas criminales larvadas en torno a organizaciones como el Foro de Sao Paulo -pero también como el Grupo de Puebla o la Internacional Progresista- siempre conseguirán un pretexto para invalidar la legítima aspiración del mundo no socialista a relevarles del poder a través de métodos democráticos.
Pero allí el quid de la cuestión: esta es una izquierda que, amén de lo que pueda decir públicamente a través de campañas de marketing, no emplea métodos democráticos para permanecer en el poder. Como mucho se sirve de los mismos para tomar control del Ejecutivo de los países -mediante el engaño masivo y la demagogia en época de elecciones- y luego, una vez toma las riendas de las naciones, da pie a la purga institucional que termina doblegando a los Parlamentos y, cómo no, a los tribunales también.
Ahora son Brasil y Venezuela pero, dado que se trata de un evidente método compartido, deberán permanecer muy alertas el resto de los países de la región que lamentablemente han caído bajo el control de la izquierda criminal en los últimos años. El mal está allí y no será nada fácil revertirlo…