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HA CERRADO TODOS LOS ESPACIOS POLÍTICOS

Ortega se aferra al poder cinco años después de las protestas que hicieron tambalear su régimen

El tirano nicaragüense Daniel Ortega. Twitter

Cinco años han pasado de las protestas de abril de 2018 y de la brutal respuesta del régimen a las demandas de cambios políticos en el país que dejó más de 355 muertos a causa de la represión, desde entonces la crisis sociopolítica en Nicaragua ha ido escalando, Daniel Ortega ha cerrado todos los espacios políticos y las libertades públicas, convirtiendo así al país en una prisión, y a su régimen en una tiranía, la segunda en más de cuatro décadas.

Los asesinatos y abusos a los derechos humanos en el contexto de las protestas continúan impunes: una práctica habitual del sandinismo. Un reciente informe de Naciones Unidas concluye que el régimen está cometiendo violaciones generalizadas que constituyen crímenes de lesa humanidad contra civiles.

Los crímenes incluyen ejecuciones extrajudiciales, detenciones, arbitrarias, tortura, incluida la violencia sexual; privación arbitraria de la nacionalidad y destierro, abusos que el organismo considera no son hechos aislados y son producto del “desmantelamiento deliberado de las instituciones democráticas y la destrucción del espacio cívico y democrático”, establece el Grupo de Expertos en Derechos Humanos sobre Nicaragua en un nuevo informe.

La crisis ha provocado una ola migratoria, similar a la de la primera dictadura sandinista. Registros migratorios indican que desde que inició la crisis de 2018, han huido de la nación centroamericana más de medio millón de nicaragüenses por la persecución política y por razones económicas ante la falta de oportunidades. La mayoría se encuentran en Estados Unidos y en la vecina Costa Rica.

De octubre de 2021 a febrero de 2023, más de 313 mil nicaragüenses han ingresado a Estados Unidos en ese periodo, según los registros de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP, por sus siglas en inglés). Un fenómeno que no se ha detenido, pese a los cambios en la política migratoria de Estados Unidos para los nicaragüenses desde el 5 de enero.

Aunque la migración se redujo en un 90%, entre enero y febrero, más de 7 mil nicaragüenses fueron interceptados por la Patrulla Fronteriza ingresando a Estados Unidos.

Mientras los nicaragüenses huyen, Ortega recrudece la represión y busca consolidar su dictadura, pero sus antiguos camaradas aseguran que la política errática y la ola represiva son síntomas de debilidad del régimen que lidera el hombre con el que gobernaron en la década de 1980.

Lo cierto es que, con un Consejo Supremo Electoral (CSE) alineado a sus estructuras y con sus adversarios políticos encarcelados, Ortega se atribuyó un cuestionado «triunfo» en las elecciones de 2021; mientras en 2022, se adjudicó las 153 alcaldías en los comicios de noviembre pasado.

El dictador creó leyes para reprimir a sus adversarios, eliminó a partidos políticos, encarcela y destierra a sus críticos en violación a la Constitución y mantiene una política de terror en el país. En ese contexto Nicaragua arriba al quinto aniversario de una de las masacres más visibles en los últimos tiempos.

El doctor Rafael Cárcamo, excandidato republicano al Congreso de Estados Unidos, dijo que Ortega se ha burlado de la comunidad internacional, hace caso omiso a las recomendaciones y resoluciones de la OEA, de Naciones Unidas, y sigue violando los derechos humanos, arrebatando la nacionalidad a los nicaragüenses.

«Los expulsa de su país de origen, y ha propiciado el retorno de las confiscaciones igual como hizo durante el primer régimen sandinista. Estamos viendo a un Ortega que se está radicalizando», dijo el activista político. Las confiscaciones también las ha hecho contra sus exaliados beneficiados con La Piñata sandinista –robo de propiedades confiscadas durante el primer régimen–.

«Es lo mismo que pasó en la década de los 80, no es nada nuevo. Estamos siendo nuevamente testigos de cómo Ortega va radicalizando su agenda, pero su enemigo número uno es el tiempo, por su edad. Él sabe que en algún momento el reloj se va a parar, mientras tanto avanza para lograr su objetivo que es controlar bajo su bota a Nicaragua entera», indicó.

Ortega se mantiene en el poder gracias al apoyo de las Fuerzas Armadas, la Policía, el financiamiento de los organismos financieros internacionales, y las remesas que van en ascenso.

Sin embargo, Cárcamo cree que el escenario que le viene a Ortega será difícil, esto porque “cada vez está más aislado, está cometiendo muchos errores, metiéndose en conflictos, y los problemas económicos van a venir eventualmente una vez que Estados Unidos se decida a cerrarle el Cafta», dijo. Se refiere al Tratado de Libre Comercio de Estados Unidos, Centroamérica y República Dominicana (DR-Cafta).

«Lo que vamos a ver es un Ortega haciéndose cada vez más al lado de Rusia, China, Irán, Corea del Norte, Cuba, Venezuela», apuntó Cárcamo.

Aferrado al poder

Para Luis Fley, el exjefe de la Resistencia Nicaragüense, conocida como la “Contra”, a cinco años del contexto de abril, Ortega está aferrado al poder.

«Nos enfrentamos a una dictadura que sigue violando los derechos humanos, señalada de cometer crímenes de lesa humanidad, sancionada por muchos gobiernos. Ortega está dentro de un cascarón, no escucha recomendaciones ni resoluciones de los organismos internacionales y con las sanciones no hay indicios de que vaya a tener un cambio. Al contrario, se ha cerrado para una salida cívica y pacífica y eso es preocupante, porque el país está aislado. A Ortega no parece importarle y está aferrado a sostenerse en el poder a cualquier costo».

La oposición, cinco años después

También prevalece la desconfianza contra el sandinismo que gobernó con Ortega y que se ha atribuido el “liderazgo” de la oposición gracias al apoyo de una red internacional constituida por la izquierda y el acceso a fondos.

«Va a ser muy difícil una organización de la sociedad y de la oposición genuina. Desafortunadamente dentro de este andamiaje hay gente del sandinismo, excamaradas de Ortega de la década de los 80, el llamado sandinismo histórico y obviamente a ellos no les interesa la unidad porque ellos saben que son minoría. Se oponen a que sean otros los que lideren la oposición y han hecho todo lo posible para evitar eso», apuntó Cárcamo.

Los verdugos ahora son los «salvadores«

«En la actualidad muchos sandinistas pretenden convertirse en los salvadores de Nicaragua, y eso incomoda a la población», señala Fley, y añade que, pese al pasado de opresión, pretenden hacer creer que tienen la fórmula para «llevar la paz y la democracia» al país.

«La población tiene dudas, sospechas, no hay credibilidad en ellos, creo deberían juntarse todas las izquierdas, y los que no somos sandinistas conformar nuestro bloque, y si en algún momento hay necesidad de unirse, se haría. Pero hay muchos que dicen que la oposición tiene que ser plural, y es lo que molesta. No hay confianza, hay resquemores y siempre están tratando de descalificar a los oponentes del sandinismo. Ese es un problema por lo que la oposición no se ha podido consolidar«, sostiene Fley.

Se refiere al pasado tenebroso que instauraron junto a Ortega en los 80: crímenes, torturas y robos que continúan impunes, pero hoy aseguran estar distanciados de Ortega.

«Unos dicen que la solución es el diálogo, otros hablan de que hay que esperar a que Ortega muera. Otros creemos que hay que seguir presionando para que haya apertura. Son posiciones difíciles de conciliar. Por ejemplo, la izquierda donde está el MRS-Unamos, y la UNAB quieren un diálogo con la dictadura y la visión nuestra es que con la dictadura no se puede dialogar«, asegura.

A su juicio, con el dictador no se puede dialogar y el ejemplo más claro es el incumplimiento del dictador a los acuerdos de 2019. “Ortega no cumplió. La visión de la Fuerza Democrática Nicaragüense (FDN), es que para sentarse con Ortega tendría que derogar las leyes represivas, restaurar la personería jurídica a los partidos políticos. Tiene que revertir todas las acciones represivas. Obviamente eso no resucitará a los muertos”, manifestó.

«Cinco años y hasta ahora no han parido una idea para sacar a su excompinche, pero han catapultado sus imágenes como víctimas de su FSLN», el partido con el que el sandinismo llegó al poder en 1979. Pese al escenario, Cárcamo y Fley creen que la disidencia va a poder «unirse, como una oposición genuina» sin necesidad del sandinismo.

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