No es una novedad que la denominada nueva izquierda suele sorprender por sus ilógicas demandas e iniciativas. En Chile, Jorge Brito, diputado del gobernante Frente Amplio, ingresó dos indicaciones en La Ley de Pesca para respetar el «estado físico y mental» de animales acuáticos —peces, moluscos o crustáceos—, al concebirlos como «sintientes y conscientes».
Si bien, dicha moción fue rechazada y generó un gran revuelo en la opinión pública, este caso no debe considerarse como una mera anécdota. Pues devela cómo la deconstrucción —que apunta a ignorar toda esencia y naturaleza para abrir un «mundo de posibles», como diría Félix Guattari— ha ido permeando todos los espacios: desde las percepciones individuales, las interacciones sociales hasta la misma institucionalidad.
No obstante, esas posibilidades permiten discursos que buscan relativizarlo todo, incluso anular el valor de la persona humana, como ya lo han hecho las agendas del aborto y la eutanasia. Pero no son las únicas: el anti-especismo propone, en primera instancia, derrocar el sistema político «neoliberal» al rechazar a las multinacionales de la industria de proteína animal, como se observa con los discursos contra el consumo de carne, por ejemplo.
Pero lo que se esconde detrás del anti-especismo, con ideas aparentemente justicieras, es un profundo sentido anti-humanista. Porque apunta a degradar al ser humano, relativizar su valor al ponerlo al mismo nivel —o incluso por debajo— de los animales «no humanos» o «no hablantes», como dirían sus promotores.
Los «seres sintientes»
En concreto, el diputado frenteamplista, Jorge Brito, definió entre sus indicaciones lo siguiente: «Ser sintiente: animal acuático capaz de tener experiencias y reaccionar a estímulos externos de manera consciente, considerando por este hecho sujeto de consideración moral y respeto».
Además, el Parlamentario sostuvo que en la pesca industrial «se deberá respetar el estado físico y mental del animal, por lo que estará estrictamente prohibido generarles estrés y dolor innecesario, tratarlos de forma cruel o prolongar su agonía». Es decir, instala el antagonismo entre la pesca industrial (símbolo del endemoniado capitalismo) y la pesca artesanal. Por otro lado, Brito se ha destacado por otras posturas radicales como apoyar la «refundación» de Carabineros, la policía chilena; y minimizó la muerte de judíos en la Segunda Guerra Mundial, a propósito del conflicto en Gaza.
A las indicaciones de Brito a la Ley de Pesca, se debe tener en consideración la intervención de la activista vegana Ignacia Uribe en la Comisión de Pesca de la Cámara de Diputados, instancia que recitó que «cada uno de esos peces es un individuo con su personalidad, pensamientos, intereses y memoria, hay peces tímidos y atrevidos, han aprendido a jugar fútbol, a hacer trucos y utilizar herramientas». Por más absurdo que parezcan estas declaraciones, no es la primera vez que Uribe asiste a una comisión, pues ya había participado en el primer proceso constituyente.
Y, a propósito de lo anterior, recordemos que en la primera propuesta constitucional —aquella que buscaba refundar Chile con la plurinacionalidad y plurijusticia, la del aborto sin límites, pero que fue ampliamente rechazada por los chilenos en septiembre de 2022— también consagró que los animales serían «sujetos de derechos» y que el Estado «reconocería su sintiencia«.
Esconder sus intenciones en el supuesto respeto a los animales
Con todo, es necesario advertir que una estrategia discursiva para tener apoyo ciudadano en esta materia fue la de afirmar que combaten el maltrato animal. Claramente, todo ser vivo debe ser respetado y que la crueldad animal —abuso, torturas, mutilación, muerte intencionada— de un animal es algo que debe ser erradicado de la sociedad. Hay amplios estudios que muestran que quienes no sienten simpatía por los animales y los maltratan, no solo presentan problemas psicológicos, sino que tienen un gran riesgo de ser violentos con las personas.
Sin embargo, a pesar de que la agenda anti-especista y vegana hablan de conceptos como seres «sintientes», «conscientes», y que se debe respetar su «individualidad», no tienen como finalidad prevenir el maltrato animal.
Peter Singer es uno de los promotores del anti-especismo. En 1975 publicó Liberación animal, libro en el que sostuvo que los humanos son seres iguales a los animales. Para el autor sostener lo contrario —es decir, afirmar que los seres humanos tenemos razonamiento, voluntad, por lo que estamos dotados de libertad y tenemos una dignidad intrínseca, lo que nos hace tener un valor superior— implicaría una posición «especista».
Un nuevo terreno para la lucha de clases
En concreto, el especismo para estos sectores radicales implica trasladar la lucha de clases marxista, es decir la noción de «opresores y oprimidos», a los seres humanos y animales. Por tanto, la tesis es que los humanos oprimimos a los animales, producto de este maligno sistema capitalista de consumo. Por ello, Singer habla de la «liberación animal», que es posible si el sistema capitalista es derrocado. Incluso, la supuesta opresión de las mujeres se soluciona si se emancipan en conjunto a los animales, una lucha «interseccional» contra el hombre y lo masculino.
En síntesis, las indicaciones de Brito fueron rechazadas por la oposición e, incluso, por el mismo oficialismo. Sin embargo, es necesaria impulsar la reflexión sobre cómo el progresismo ignora la dignidad de la persona humana y degrada su valor al nivelarla con los animales. Pues, es evidente que al considerar a los animales, por ejemplo a los moluscos, como seres sujetos de derecho, mientras que un bebé en gestación pueda ser asesinado en el vientre materno es una expresión anti-humanista.
Por tanto, estamos ante el resplandor de la decadencia de Occidente. Se prioriza salvar vidas animales sobre las humanas, siguiendo al pie de la letra los postulados de Singer cuando sostiene que la vida de un chimpancé, un perro o un cerdo serían más valiosas que la vida de un bebé recién nacido o la de un anciano con demencia senil. No obstante, tal como señala Santo Tomás, aquel que no respeta la dignidad humana «se rebaja, en cierto modo, a la condición de bestia».