No traigo la noticia al Blog por la abdicación del rey. Eso es un hecho político pero no eclesial. Que tendrá las consecuencias que tenga. Ojalá sean buenas. No lo sé.
Si lo traigo es porque abdica el único monarca que conservaba un título histórico eclesial. Estaban Su Majestad Católica, Apostólica, Cristianísima y Fidelísima. Los cuatro con derecho de exclusión en Cónclave. Desaparecida la Monarquía en Francia, Portugal y Austria quedaba Su Majestad Católica.
Muchos Reyes de esas Monarquías nos dejaron acabados ejemplos de escaso catolicismo. Institucional y personal. Don Juan Carlos no fue ciertamente una excepción. Su vida personal me pareció deplorable católicamente. Aunque en algunas ocasiones diera muestras exteriores de que algo conservaba como Su Majestad Católica. Por eso le traigo al Blog. Con muchísimo más en su debe que en su haber. Personal e institucional.
Vamos a tener otra Majestad Católica. Al menos en el nombre. No sé por cuanto tiempo. Tampoco me preocupa mucho. «Mis» Reyes Católicos hace tiempo que son nostalgia. Y seguramente irrecuperable. Entre José de Austria, Luis XV y el portugués pombalino me quedo con García Moreno o Dollfus. Hoy no hay Condes de Chambord o Carlos María Isidros. No hay banderas monárquicas con la Cruz. Y sin Cruz me son indiferentes las banderas. Aunque las haya menos malas y peores.
No tengo el menor sentimiento de pena por la abdicación. Por la marcha de quien se va. Lo peor es que tampoco tengo la menor ilusión por quien le suceda. Será, pienso, más de lo mismo. Tal vez Urdangarín esté más preocupado. Pero me la traen al pairo las preocupaciones de Urdangarín. Incluso me alegraría que aumentaran.
No escribo el Blog para desahogos personales. Aunque a veces se trasluzcan. Se va Su Majestad Católica Juan Carlos I y viene Su Majestad Católica Felipe VI. Por eso llegan al Blog. Por el título. Ya lo que demuestren de católicos, en uno ya se ha visto y en el otro está por ver. Por mi parte con escasísima esperanza. Pues eso es lo que he querido decir. Nada más.