La Iglesia norteamericana es hoy un sólido baluarte católico. Las elecciones de los miembros para el próximo Sínodo así lo atestiguan. Los cuatro elegidos por los obispos para asistir a él son inmejorables. Y entre los suplentes ha habido un empate. Uno bueno y uno malo. Pero lo probable es que no acuda ni el uno ni el otro. Salvo que Francisco elija al pésimo entre los de su libre designación. Sería una cantada, una más, pero todo es posible en estos días.
Parece que los obispos italianos también le han dado en los morros a Bruno Forte derrotándole estrepitosamente en una votación frente a un obispo para mí desconocido. No creo que sea más progresista que el Forte que ha fracasado también notablemente en el pasado Sínodo pero ya digo que no sé nada de ese obispo.
El Papa Francisco va a conseguir algo que creo que es muy bueno para la Iglesia. Que conozcamos no sólo a nuestro obispo local sino también a pastores de otras naciones que se están distinguiendo en uno u otro campo. Muchos católicos desconocían quienes eran Burke, Müller, Chaput, Di Nardo, Rey… Ya no es el caso para bastantes hijos de la Iglesia. Luego están los otros. No les voy a calificar de basura eclesial que luego dicen que falto a la caridad. Los Kasper, Forte, Cupich…, dispuestos a vender a Cristo por unos miserables denarios de promoción eclesial. Para que luego nos cuenten la milonga del carrerismo. Kasper responde ya a otra tipología. Está ya de retirada. No puede llegar a más. Sólo mantenerse algún tiempo, poco, próximo a cumplir los 82 años en el candelero. Aunque sea dinamitando la Iglesia.
Y advertencia a Capeto: Conocemos de sobra sus opiniones sobre el arzobispo de Los Ángeles. No necesita repetirlas. Si lo hace en este artíciulo se las borraré. Y además consideraré que quiere tocarme las narices. Cosa que me gusta poco.