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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

César Augusto Franco, nuevo obispo de Segovia

Como habíamos anticipado, Don César ha sido nombrado hoy obispo de Segovia. Creo que a un hombre bueno, Don Ángel Rubio, le sucede otro hombre bueno, Don César Franco.

Segovia ha sido una dióesis destrozada por sus anteriores obispos, Palenzuela y el claretiano Gutiérrez. El primero fallecido hace ya tiempo y el segundo vayan a saber ustedes por donde anda. Fue una nulidad andante y hoy parece abducido a lugares estratosféricos. Me pareció verle en la toma de posesión de Osoro pero no me atrevo a asegurarlo. ¿Quién se acuerda hoy de su imagen?

Don Ángel hizo en Segovia lo que pudo y poco podía en una diócesis con un clero escaso, maleado en parte y de avanzada edad. No sé si en sus años, siete, de pastor segoviano, pudo ordenar a algún nuevo sacerdote. Si eso ocurrió supongo qie sobrarán dedos de una mano para contarlos.  Don César se encuentra por tanto ante una tarea difícil e ingrata. Qué la Virgen de la Fuencisla y San Frutos vengan en su ayuda.

En circunstancias normales su promoción a Segovia, tal como está, parecería cicatera. Casi veinte años de fiel ayuda a su arzobispo bien se merecerían algo menos difícil e incluso de más fuste. Pero eso es lo que hay. No había, en estos momentos, diócesis de más entidad. Anque llame la atención la prisa de Don Carlos Osoro, lleva quince días de arzobispo de Madrd, por deshacerse de la herencia. Y más cuando no era una mala herencia.

En mi vida intercambié ni un saludo con Don César Franco. Sin otro motivo que porque nunca hubo ocasión. De entrada me tiene favorabilísimo en el convencimiento de que no le llega un mal obispo a Segovia. Después, Dios dirá. O dirá Don César. O diré yo. Que soy dicharachero. Deseo de todo corazón poder sólo decir cosas buenas. Que yo a Segovia la quiero mucho. A la ciudad y a la diócesis. Recorrida ésta en inolvidables excursiones preparadas con inmenso cariño por aquel queridísimo e inolvidable amigo que fue Don Lucas García Borreguero. Sacerdote ejemplar, verdaderamente ilustre canónigo del cabildo segobiense, docto, recto y hasta diría que santo. Recorrer la calle Mayor con él, desde el Azoguejo a su casa, enfrente de la estatua de Juan Bravo, o desde ella a la catedral, siendo poco en metros era interminable en tiempo. Con su teja y su manteo, jamás le vi de clergyman, sí en pijama en vísperas de su muerte, cada dos pasos le paraba alguien. A quien había bautizado, dado la primera comunión, casado, celebrado el funeral de sus padres… Tengo muchos amigos curas, he recorrido con ellos las calles de sus ciudades, jamás he visto con ninguno la popularidad, el cariño, la acogida que tantos mostraban a Don Lucas.

Había sido fumador empedernido y sus bronquios apenas debían funcionarle. En invierno pasaba incluso meses si poder salir de su casa. Que me parece recordar era un tercer piso sin ascensor. Calentado con un brasero bajo la mesa camilla. Y tal vez con alguna estufilla de tres al cuarto. Don Lucas tenía los ingresos de canónigo, era consejero de la Caja de Ahorros, las mejores familias segovianas le pedían bodas y bautizos… Cuando una vez le dije, en aquella camilla de calor escaso, que no podía seguir viviendo así, que tenía que instalar calefacción en la casa, pequeño como era, casi enclenque, encerrado en su casa por la enfermedad que activaba el frío, nos miró a mi mujer y a mí y sencillamente, como él era, seguramente entre toses, nos dijo algo que nos llegó al alma y que retrataba la suya: Si gasto en eso, se lo quitaría a los pobres.

Pues, Don César, hoy, de todo corazón, encomiendo a la Virgen de la Fuencisla, a San Frutos, y como devoción privada a Don Lucas García Borreguero, que le amparen, le consuelen, que lo necesitará, y le bendigan. Y a Don Ángel, a quien ya con muchos años encomendaron una misión casi imposible, un recuerdo afectuosísimo. Hiciste lo que pudiste. No se te puede pedir más. Y en esa capilla de la adoración permanente que abriste y en la que te vi en una ocasión orando ante el Santísimo expuesto, no paso por Segovia sin visitarle pero para mí dice mucho que en las dos o tres ocasiones que entré en ella en una estuviera en oración el obispo, va a quedar para los segovianos el mejor recerdo de tu paso por la diócesis. Ytengo para mí que la Fuencisla estaba muy contenta contigo. Y que te devovió, pienso que milagrosamente, las joyas que le habían robado. Sabía que la querías y no quiso que pasaras a la historia como el obispo al que le robaron la corona de su Virgen. Ya tienes dos Madres, la de Guadalupe y la de Segovia, qué ellas te acompañen siempre. Con su amor.

Y ahora a menudencias. En Toledo unos amigos, que todos lo son también tuyos, nos reunimos cuatro o cinco veces al año en torno a una mesa. No he hablado con ellos pero seguro estoy que Juan, Gerardo, Antonio, Luis, Juan y no necesito añadir que yo, se sentirían felices de incorporarte a la mesa. Ojalá digas que sí y un sucesor de los Apóstoles se una a nuestras alegrías y a nuestras preocupaciones. Te esperamos.        

           

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