En la Plenaria de nuestro episcopado que se está celebrando ha habido elecciones, una pública y otra de momento oculta, o reservada.
La pública llevó al Comité Ejecutivo al cardenal Cañizares. Parece que con notable respaldo. No ha habido ninguna sorpresa ni en la elección ni en el respaldo. Ocupa elpuesto que ha dejado vacante el arzobispo de Madrid, miembro nato del Ejecutivo, y que no lo amortiza Osoro porque ya es miembro de dicho Comité por vicepresidente de la CEE.
La otra elección es la que deparó sorpresa y debería hacer pensar a alguno. Se elegían los representantes de la Conferencia Episcopal en el próximo Sínodo de 2015. El presidente de la CEE, Blázquez, fue elegido sin problemas. Y el obispo de Bilbao, Iceta, especialista en temas de bioética. Dos nombramientos sin duda conservadores. Pero en la votación para el tercer puesto se armó la marimorena. Varias votaciones, reñidísimas, y Osoro que no destacaba. Al final, por un voto salió elegido. Y lo sorprendente es que quien le plantaba cara respaldado por media conferencia episcopal, era nada menos que el obispo de Alcalá de Henares, Juan Antonio Reig. Si el arzobispo de Granada hubiera estado presente es muy probable que Osoro hubiera recibido un revolcón estrepitoso.
Pues algo debe estar haciéndolo mal Don Carlos para que, recién llegado, media conferencia episcopal le haya enseñado las uñas. Y de qué modo. No voy a ponerme a elucubrar sobre las posibles causas de tan rápido desaire. Y me alegra muchísimo que Don Juan Antonio Reig, tan cuestionado por lo peor, haya recibido de sus hermanos tan importante y cariñoso respaldo. Supongo que con esos votos, será el suplente designdo para acudir a Roma si fallara alguno de los tres designados.
Y Don Carlos debería pensar que es lo que ha hecho para que en días los entusiasmos hayan decaído tanto. Un voto en la última votación. Como eso continúe en 2017 no va a suceder a Blázquez.
Y Omella de momento se ha apagado. En estas elecciones no existió.
