http://www.diariodeleon.es/noticias/leon/hijas-caridad-dejan-gestion-residencia-virgen-camino_590729.html
http://www.revistaecclesia.com/las-hijas-de-la-caridad-en-astorga-dejaran-el-hospital-de-san-juan/
Una triste noticia más de las que venimos publicando. La vida religiosa se va de nuestros pueblos. Con todo lo que ello significaba. Me parece un inmenso error la concentración de las últimas de Filipinas en las grandes urbes. Porque en Madrid, Barcelona, valencia, Bilbao…, clarisas, hijas de la Caridad, bernardas, carmelitas, concepcionistas… no son nadie. No hay quien sepa de su existencia. En Monforte, Aranjuez, Mansilla, Madrigal, Lorca, Malagón… son presencia viva, Iglesia comunitaria, historia, amistad… Se dice que en no pocos lugares cuando esas mujeres pobres y entregadas a Dios se encontraban ya con varios días sin apenas comer, tocaban la campana de su ruinoso convento y acudía todo el pueblo a auxiliarlas con lo poco que tuvieran. Hoy en las grandes ciudades ya pueden tocar campanas que nadie sabrá por que. Y a su tañido nadie acudirá.
Desaparece en nuestros pueblos una entrega abnegada de amor a Dios y a los hermanos, de oración y sacrificio, de mil desvelos cuidando a niños abandonados, a enfermos, a ancianos solos… Y de oración a Dios por todos nosotros. Activas o contemplativas. Fueron algo entrañable, vivido, querido… No sólo van a quedarse huérfanos, más huérfanos, los niños, los viejos, los enfermos. También se quedan huérfanos los pueblos. Y se queda huérfano Dios. De algún modo. Entiéndaseme. Ya sé que Dios omnipotente, filosóficamente, no es capaz de orfandades. Y que en Cristo Resucitado, Aquel que derramó lágrimas como hombre, ya le son imposibles en el Cielo. Pero al margen de sublimes disquisiciones, yo quiero pensar que ante la marcha de tantas personas a Él consagradas, con tanto amor a su divina persona y a los hombres, por Él, tiene que haber lágrimas divinas. Aunque posiblemente vertidas en este mundo, tal vez en la misma Cruz. Donde estuvo presente todo.
Pues con ese sentimiento, y esa convicción. despido a la hijas de la Caridad de Astorga y de León. Como a tantas monjas que se van de tantos sitios. Seguramente con el corazón desgarrado. Tras largas vidas consagradas al amor. Y al Amor. Uno mis lágrimas a las suyas. Y a las que Cristo vertió en su día por tantos abandonos.
Y una última consideración ante la fotografía que ilustra el post. Una hija de la Caridad. Seguro que entregadísima y tristísima por su marcha de esa institución secular. No parece una hija de la Caridad. Más bien la bedel de un instituto o de un ministerio. Ayer, o anteayer, despedía a las jerónimas de Palma de Mallorca. Como monjas. A ésta, lo que me sale, es desearle una feliz jubilación. Porque monja no lo parece.