Tres obispos, un abad, dos vicarios generales y una monja
Enviado para el nº del 16 de febrero de Siempre P’Alante.
Gota fría sobre el levante español. Que está produciendo graves inundaciones que amenazan llevarse en la inundación a tres obispos, un abad, dos vicarios generales y una monja. A llevárselos en el descrédito y el escándalo. Si una vez vueltas las aguas a su cauce siguen en sus lugares respectivos quedarán como una casa que anegaron las aguas: inservibles.
Tres obispos en la tormenta son muchos obispos. Y más si son de diócesis próximas. Que están quedando como las viviendas o los locales cuando las aguas se retiran. Imposibles. Los tres obispos lo han sido de diócesis catalanas, dos siguen en ellas y otro está ahora en Mallorca. Y dos de ellos son valencianos, el tercero catalán. Los valencianos son una confirmación más de que aquel viejo reino hoy está dando unas pésimas cosechas episcopales. Y si la cepa se trasplanta a Cataluña, peores todavía. Llegan con tal síndrome de Estocolmo que los incapacita totalmente para el gobierno.
Javier Salinas, valenciano, fue un mediocrísimo obispo de Tortosa y un cobarde administrador apostólico de Lérida. Llevado recientemente a Mallorca, donde fue recibido con enormes esperanzas tras el desastroso gobierno de otros dos valencianos, Úbeda y Murgui, bastaron muy pocos meses para comprobar que de bueno no tenía nada, un bluff. No es capaz ni de elegir colaboradores pues o tiene un olfato de perro, y le atrae lo que peor huele, o lleva consigo un gafe monumental que arruina todo lo que toca. Nombra rector del seminario y a los dos días el nombrado le tira el nombramiento a las narices. Nombra vicario general y a la semana se descuelga el nombrado con unas increíbles declaraciones contra el celibato, a favor del sacerdocio femenino, comprensivas con el matrimonio homosexual y con algunos supuestos del aborto. Y el obispo llamándose a andana. Que nadie le toque al Vera que puso a su vera en el cargo principal de la diócesis después del obispo.
El obispo de Gerona es catalán. De Francisco Pardo no cabe culpar a los aires valencianos. En el domicilio de uno de sus sacerdotes tuvo lugar un crimen. Según publicó la prensa un crimen pasional. Dos personas de la intimidad del sacerdote se enfrentaron y una mató a la otra. El escándalo fue mayúsculo y el cura, párroco de una localidad gerundense, fue suspendido cautelarmente de su ministerio. El párroco, además de dudosas amistades, es un peso fuerte del progresismo catalanista. Y el obispo acaba de reponerle en su ministerio sacerdotal. Otro valiente.
El obispo de Lérida, Juan Piris, es también valenciano. Está continuamente en la prensa, no tanto por ser el presidente de la Comisión episcopal de Medios de la CEE, vaya vista la de sus colegas eligiéndole, sino por su resistencia a devolver a su legítimo dueño lo que no es de Lérida ni de Piris. La Santa Sede estableció definitivamente que esos bienes pertenecen a la diócesis de Barbastro-Monzón y que debe entregarlos a su propietario. Pues otro que se llama a andana recurriendo a toda clase de pretextos para no devolverlos. Pero eso colea de antiguo. Ahora, este mes, lleva como conferenciante a la monja Forcades a su diócesis. Y anuncia la conferencia en la web episcopal. Y ya tenemos al segundo vicario general en danza. El de Lérida es tan malo como el de Mallorca y preside el ISCR-IREL que es quien trae a esa monja andariega e impresentable como monja a dar doctrina averiada a los leridanos. El obispo, además, si no prohíbe esa conferencia, se insolidariza con todos sus hermanos que han impedido que esa monja hablara en sus diócesis. Sin duda en muestra de agradecimiento por los votos que le llevaron al cargo que ocupa en la CEE.
Ahora un abad. Nada menos que el de Montserrat. Que en un hecho verdaderamente insólito acaba de ser desautorizado públicamente por el Nuncio de Su Santidad en España. No recuerdo un hecho semejante.
Lo de la monja Forcades, que nadie entiende como sigue siendo monja, ya está mencionado. Es inevitable mencionar la Congregación romana para los religiosos, tan activa contra los Franciscanos de la Inmaculada y tan inoperante con esta monja activista política y que pone en solfa no pocos aspectos de la doctrina de la Iglesia.
Verdaderamente algo huele a podrido en el Levante eclesial de España.