Me uno al sacerdote del Instituto del Verbo Encarnado y al escritor José María Zavala:
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Pocas mujeres, en mi opinión, han tenido méritos más sobresalientes que Isabel de Castilla, Isabel la Católica, para el reconocimiento de la santidad. Repito que es lo que yo pienso y añado que no soy yo quien elevo al santoral a los humanos.
España, riquísima en héroes y en santos, tiene su lista repleta de nombres masculinos. Cosa por otra parte fácilmente comprensible pues eran los hombres quienes hacían la historia. Pero tiene dos mujeres, cuasi contemporáneas, que han roto todos los moldes y dejan en mantillas a la inmensa mayoría de los del sexo fuerte: la reina Isabel y Teresa de Jesús. A su lado, casi todo lo demás es pacotilla. Digo a su lado, no por el valor que tengan que es elevado en no pocos y elevadísimo en unos cuantos.
Isabel y Teresa, o Teresa e Isabel. Que ambas sí que tanto montan. Una está ya en los altares. A la otra se los hurtan. Pienso que en grandísima equivocación.
Como devoción particular, sin la menor pretensión definitoria, aunque la historia ya la haya definido como la Católica, Isabel de Castilla, mujer grande donde las hubiere, reina ejemplo de todas las reinas, feminismo de la mejor ley, santa sin la menor duda en lo que yo pienso, a la espera de otras declaraciones, pese a Lustigers y Etchegarays, que ya no son nadie ninguno de los dos, ruega por esta España que tú nos hiciste y que tras quinientos años de tu obra sigue existiendo aunque en tan mala situación. Yo repetiré con el poeta: Señor, no nos tengas tal saña, por los nuestros pecados no destruyas a España. En la seguridad de que mi pobre oración se unirá en el cielo a la de Isabel de Castilla, Isabel la Católica, Isabel de España. .