Ahora, según me dicen, le toca la vez a Úbeda. Donde surgieron las SAFAs, obra de aquel santo jesuita que fue el P. Villoslada. Enterrado en Úbeda, creo recordar y muerto en olor de santidad.
Creo que el síntoma que mejor define a la Compañía actual es que hoy no se dice de ningún jesuita, salvo tal vez de alguno muy anciano y muy refractario a la nueva Compañía, que es un santo. No hace tanto tiempo, conocí esos días, era corriente calificar de santo a uno o a varios de los jesuitas de todas ciudades en las que tenían casas.
No hay jesuitas santos y desaparecen los jesuitas. Tendrá que ver lo uno con lo otro. A mí no me cabe la menor duda.