Presidió la concelebración el cardenal arzobispo de Madrid.
La misa, en la parroquia de San Vicente de Paúl, y en el día de Manos Unidas, fue digna. El coro, bien. El cardenal no leyó la homilía. Y salió del altar bendiciendo a los fieles. Como deben hacer los obispos. Los españoles estamos tan desacostumbrados a ello que nadie se santigua al recibir la bendición.
Actuó de maestro de ceremonias el inevitable Andrés Pardo. Deterioradísimo. Tuvo que auxiliarse de otro para subir las gradas del altar y la cara indicaba en todo momento que no se encontraba bien. Parecía rubio, sería efecto de la iluminación.
El cardenal hay una cosa que no sabe hacer. Prescindir de sus colaboradores cuando estos llegan a la edad del retiro. Tiene vicarios que algún día se le mueren en el ejercicio de sus funciones. Por los años. De todas maneras, quedándole al cardenal como mucho unos meses de arzobispo, supongo que Pardo se irá con él.
La misa naturalmente terminó con el himno de la Almudena. Que el cardenal ha conseguido popularizar en Madrid. Eso sí que es obra exclusivamente suya.