Tenía un pésimo concepto de él. Pareciéndome uno de los peores obispos de España en una época de muy malos obispos. Últimamente vivía alejado de todo. Su sucesor, Don Francisco Cases, tuvo con él un comportamiento verdaderamente ejemplar y era frecuentísimo que acudiera a su lado asistiéndole como «monaguillo» en su misa diaria. Ejemplar ejercicio de caridad y además como se debe hacer la caridad: sin dar tres cuartos al pregonero.
Qué el Señor tenga misericordia de su alma. Y que el fracaso de todas sus ilusiones le sirva de purificación de sus deficiencias episcopales. De verdad le deseo que quien tantas veces dijo aquella ridiculez de «llámame Ramón» haya oído hoy, de labios de Nuestro Señor, un «Ramón, dame un abrazo».
Tenía 86 años. Pablo VI le nombró obispo auxiliar del cardenal Tarancón en 1969 cuando tenía 40 años recién cumplidos. En 1978 pasó a ser obispo de Canarias y en el 2005, al año justo de presentar la renuncia, le fue aceptada. Desde entonces pareció desaparecido de la faz de la tierra. Una fotografía de hace algunos años por las calles de Las Palmas me pareció penosa. Y el reflejo de una ruina.
Descanse en paz.