¿Tendrá pensado también en jubilarlos?
Nadie podrá pensar que las palabras del Papa en la iglesia del Gesú tienen un destinatario más claro que el trío de la bencina.
«Mi viene da pensare alla tentazione, che forse possiamo avere noi e che tanti hanno, di collegare l’annunzio del Vangelo con bastonate inquisitorie, di condanna. No, il Vangelo si annunzia con dolcezza, con fraternità, con amore».
Porque ya me dirán ustedes si lo que los Franciscanos de la Inmaculada han recibido de esos tres no han sido bastonazos inquisitoriales, de condena. ¿O es que alguien atisba en la conducta de los tres tenores desafinados un mínimo de dulzura, fraternidad y amor?
Esperemos que el terceto atienda las clarísimas palabras del Papa, que les retratan, y renuncien a sus cargos ya que la dulzura, la fraternidad y el amor parece que no entran en sus esquemas mentales.
Porque las palabras del Papa no son selectivas. No podemos pensar que un Papa tan claro en el hablar y tan repetitivo en lo que dice, aplique bastonazos y condenas a algunos pobres periféricos y la dulzura, la fraternidad y el amor no sean para todos. No es cierto que la restricción mental sea el lenguaje haabitual de los jesuitas. Aunque algunos se lo hayan achacado. Y no cabe esperarlo de un Papa. Aunque sea jesuita.
Es lo malo que tiene hablar. Qué ahí se queda. Y luego algunos comparan lo que se dice con lo que se hace. O con lo que hacen sus brazos ejecutores.
Las palabras del Papa, tan hermosas, no tienen nada que ver con lo que hacen Matapelo, Chámame Pepe y el Volpi de las Zorreras. Y las moscas por el rabo no se pueden atar. Lo que están haciendo con los Franciscanos de la Inmaculada, salvo que se descubran gravísimos hechos en la congregación cosa que hasta el momento no ha ocurrido, y tiempo han tenido de sobra, es malvado. Propio de gente mala y ruín. Bastonazos inquisitoriales. En uno de los protagonistas parecen descubrirse todas las características del sicario repugnante. Dispuesto a ir mucho más allá de lo que le piden. Los otros dos me parecen cuasi inimputables. A pesar de sus actos. Uno nos lo dejó Benedicto XVI y el otro Francisco.
Lo que de verdad siento es que el Papa pueda quedar alcanzado por los procedimientos ¿inquisitoriales? de tan penosos individuos. Malo como la quina uno y émulos del de Coria los otros dos.
Dulzura, fraternidad, amor… Qué hermosas palabras. Y qué hermosas en boca de un Papa. Pero a las palabras deben seguir los hechos: dulces, fraternos, amorosos. ¿Dónde están?