«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

¿Está podrida la archidiócesi de Ayacucho?

Y, si lo estuviera, ¿ocurre lo mismo en otras diócesis peruanas?

Evidentemente no soy ningún experto en la Iglesia de aquella nación aunque personas del Perú puedan pensarlo. Equivocadamente.

La reciente exoneración de dos obispos peruanos, el castrense y el auxiliar de Ayacucho, hicieron creer a algunos que mi pobre persona estaba en la raíz de todo. Fueron innumerables las llamadas de medios informativos de aquella nación, incluso tuve a alguna televisión en mi casa entrevistándome, como si fuera el mayor conocedor de lo que ocurría en aquella Iglesia. Y eso, gracias a Dios a muchísimo menor nivel, continúa. Recibiendo informaciones y peticiones de ayuda que agradezco por la confianza que me demuestran pero que entiendo tienen un destinatario equivocado. Los problemas de Perú tienen que resolverlos los peruanos aunque yo pueda ofrecerles solidaridad y eco en lo que pueda. pero tampoco me puedo volcar en cuestiones que desconozco.

Ahora me llegan noticias de desórdenes graves en la archidiócesis de Ayacucho. Que gobierna Don Salvador Piñeiro García Calderón, de 65 años, el mismo que ni se habían enterado de la historia de su defenestrado obispo auxiliar. Y creo recordar que reducido al estado laical. Me parece que ya es no enterarse de nada. Como para pensar si existe Piñeiro. Pero existe. Y su estado morfandólico de ignorancia, o de levitación sobre el bien y el mal, creo recordar que en un primer momento salió en defensa del defenestrado, no le ha supuesto perjuicio alguno. Ahí sigue de arzobispo. Como si no hubiera pasado nada.

Me encantan los pájaros, los animales, los árboles, las flores, pero empiezo a pensar que los árboles: piñeiros, carballos, al menos en su nombre gallego, que traduce a los pinos y a los robles, árboles por otra parte más bien de humilde condición, gafan a quienes los llevan. Y volviendo a Ayacucho, que me pierdo siempre. Me dicen que la archidiócesis está hecha unos zorros. Con curas simoniacos, amancebados, padres de familia, con escaso celo por las almas y demasiado por su propia persona… Y hasta me dan nombres. Demasiados. No puedo entrar a juzgar a ningunò porque nada sé de ellos. Salvo que me han dado sus nombres. Y que en algunos casos me dicen que se han hecho públicos, nombres y lo que llevan detrás, en ocasiones hasta a la escuela. Que es a donde van luego los niños.

El honor de unos cuantos ha sido puesto en solfa. Y después del caso de Gabino Miranda, el obispo desaparecido, bueno sería para la Iglesia ayacucense, para la peruana y para la universal, que los nombres de Félix Pariona, Anthony Zammit Tabone, Percy Quispe Misaico, Enrique Chacmena, Edgar Rodríguez, Fidel Ancco, Antonio Crespo, Richard Muñoz y Jesús Chuchón quedaran libres de polvo y paja y acreditado que no tienen niños de su propia sangre a su cargo y al de sus feligreses.

No me estoy haciendo eco de difamaciones dirigidas a mí para que las recoja. Eso se ha publicado en Perú. Si fuera cierto era como para que cesaran inmediatamente en sus funciones eclesiales. Y si fuera falso, como me gustaria creer,  para que su arzobispo saliera en defensa del honor sacerdotal de esos presbíteros suyos. ¿Ha salido ya? ¿Se ha querellado contra la publicación que les ha afrentado, sin motivo, de modo tan grave? Pudiera ser. Ya digo que no estoy al tanto de todo lo que ocurre en la Iglesia de Perú. Pero que se aclare. Hoy no caben en la Iglesia los clérigos concubinarios y padres de familia como tales. Ni los obispos que traguen con eso. Porque antes o después todo se pone de manifiesto. Si hay motivo. Y si no lo hay tiene que ponerse en los tribunales la calumnia.

No entro ya en la polémica entre ciprianistas y anticiprianistas. Los dos obispos exonerados parece que eran de extracción del primado del Perú. Una Iglesia que hoy parece en plena guerra civil. Lamentable guerra. Ésta es otra cuestión. No hablamos de la defensa de la familia, que todo lo que hagamos en ello será poco, sino de la familias, con padre mujer e hijos, de los presbíteros. Que Don Salvador Piñeiro, arzobispo de Ayacucho, no debería consentir, caso de que existieran, entre sus sacerdotes.   

 

 

 

 

 

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