Ahora la Defensor del Pueblo, Soledad Becerril:
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A mí la Villalobos, la Cifuentes, el Monago, ahora esta señora que me parece recordar que fua aquella de la que Alfonso Guerra dijo que parecía Carlos II vestido de Mariquita Pérez, y más que podrían engrosar la lista, hace tiempo que me disuadieron de votar a ese Partido. Los católicos no pueden esperar nada de él. Y si alguno creía que en lo del aborto podría caber alguna esperanza de que disminuyera su número, que desapareciera no se lo creía nadie, hasta esa esperanza parece que se defrauda.
Ahora a la Defensor del Pueblo le molestan imágenes o símbolos sagrados en los Ayuntamientos. Pues a mí me molesta la Defensor del Pueblo. Y muchas y muchos más. Sin entrar en el tema de la corrupción en la que van a la zaga de los socialistas. Tanto monta, monta tanto.
La teoría del mal menor, base creo que de muchos votos católicos del Partido Popular, es una doctrina católica. Y, además, de sentido común. Es mucho mejor, o mucho menos malo un catarro que un cáncer. Que te den una bofetada a que te maten. Que te roben cien euros a que te roben cien mil. Evidente. Pero esa teoría deja de ser aplicable cuando la alternativa está en que te roben diez mil euros o nueve mil setecientos. No vale la pena votar a uno por esos trescientos euros de diferencia. No hay que votar a ninguno que te robe una cantidad importante. Pues, más o menos.
Hubo un momento en que dudé a quien daría mi voto en las próximas europeas. Entre dos propuestas. Que ninguna era el PP. Una de ellas he visto que respecto a los principios católicos innegociables es tan aguada como el partido del que se desgaja. Pues a la otra. Tenga o no tenga posibilidades de sacar un diputado. Y si muchos católicos me imitaran tal vez el PP reconsiderara que no le va bien hacerle constantemente la puñeta a los católicos.