La cuestión está en todos los medios. Y se anticipa lo que no se sabe si va a ocurrir. Incluso hay quien ya anuncia un cisma si se llegara a permitir la comunión de los divorciados.
Yo tengo una opinión al respecto que alguna vez he apuntado. Y que, al menos que recuerde, no me desautorizó nadie. No porque estuviera muy fundada sino porque nadie se metió a ello. Ya digo que es una opinión. Y añado que no soy moralista. Y además que si la Iglesia sostuviera otra desde ya mismo esa sería la mía. No tengo el menor interés en sostenerla. Simplemente la manifiesto.
La inmensa mayoría de los divorciados, en ocasiones pluridivorciados, no tienen el menor interés en comulgar. Y aunque la Iglesia se lo permitiera no se acercarían nunca a comulgar. Es por tanto una minoría de divorciados vueltos a casar o de personas casadas con un divorciado quienes siendo católicos lamentan no poder acercarse a la Eucaristía. Y reclaman hacerlo. Por lo menos algunos. Tal vez haya quien también pretenda contraer un nuevo matrimonio canónico, ante la Iglesia. Pero ese caso, de momento, me parece superminoritario.
Que el matrimonio católico es indisoluble resulta de las mismas palabras de Cristo: Lo que Dios ha unido no lo separe el hombre. Pero a veces lo separa el hombre. Dejamos aparte la declaración eclesial de que un matrimonio fue nulo pues si no ha habido matrimonio no hay impedimento para contraer otro. Hablamos de separaciones, de rupturas matrimoniales en matrimonios válidos. La Iglesia las comprende sin el menor problema. La mujer maltratada por su marido, el marido que abusa sexualmente de los hijos, el marido o la mujer que permanentemente hacen escarnio de la fidelidad matrimonial, el marido que pretende prostituir a la mujer… Y podríamos seguir enumerando casos. No es pecado, pues, interrumpir la convivencia cuando hay causa justificada para ello.
La persona que se ha separado puede vivir solo o con otra persona. Y esa convivencia tampoco es pecado. El pecado está en el adulterio que comete teniendo relaciones sexuales con otra persona de distinto sexo. Si fuera del mismo el pecado entiendo que sería otro. Que nada tendría que ver con el matrimonio aunque también perteneciera al sexto mandamiento. Y eso vale tanto para quienes han contraído nuevo matrimonio, en ese caso civil, como con quienes viven maritalmente sin nuevo matrimonio.
El pecado, siempre a mi entender estaría en realizar actos que la Iglesia considera prohibidos por la Ley de Dios.
Y ahora llegamos al que me parece el punto álgido de la cuestión. ¿Esos pecados no se pueden perdonar nunca? Y ciertamente serán pecado mientras viva el otro cónyuge y no pueda contraer nuevo matrimonio canónico. Se podrá decir que hay pecados que para ser perdonados requieren restitución. No se perdonará al ladrón si no devuelve lo robado. Pero esa regla general admite excepciones. Y está mal expresada. No se le perdonará el pecado de robo si, pudiendo, no devuelve lo robado. Caso de que no pueda le absuelve cualquier confesor en un minuto. Alguien ha robado a su hermano cien millones de euros, para obtener la absolución debe devolverlos pero si por su mala cabeza o por razones extrínsecas a él esta en la ruina se le absolverá sin devolver nada.
En un matrimonio civil de un divorciado o de ambos cabe que los cónyuges decidan vivir como hermanos, sin relaciones sexuales. Confesarán las habidas hasta ese momento y a partir de él no tendrán el menor obstáculo para ir a comulgar. Reconozco ciertamente que ese caso es superminoritario y no es el objeto de la discusión al respecto.
Vamos pues al de un matrimonio que no ha decidido vivir en convivencia fraterna. Y que es el que verdaderamente se plantea. ¿Bastará un cierto propósito de la enmienda para obtener la absolución sacramental? Se dan muchos casos de parejas de novios que se confiesan repetidas veces de haber tenido relaciones sexuales. Y el confesor si aprecia un cierto deseo de no pecar aunque los mismos interesados saben que antes o después volverán a pasar por el confesonario les da la absolución. Evidentemente no hay el menor propósito si la confesión fuera diaria pero entiendo, y si estoy equivocado no he dicho nada, si el sacerdote ve un arrepentimiento y un propósito de resistir algo a la tentación, les absuelve. Y lo mismo cabe decir con un matrimonio que utilizando medios naturales anticonceptivos más de una vez, o unas bastantes, se confiesa de haber recurrido a medios no naturales. O el joven que se masturba…
¿Cuando superados los ardores juveniles y la relación sexual es menos frecuente no cabría también una absolución de las caídas en el pecado de adulterio? La absolución no tiene el menor problema si esa relación un casado o casada la mantiene con un soltero o casado que no sea su cónyuge civil. ¿El hecho de ese matrimonio civil hace al mismo pecado imperdonable?
Tal vez alguien diga que lo que modifica el hecho es estar en ocasión de pecado. Pero también lo están los novios que acuden a confesar esas relaciones.
Dejo al margen la cuestión del escándalo que ciertamente se debe evitar. Pero eso en la mayoría de las ocasiones es facilísimo.
No me empeño lo más mínimo en defender esta tesis. Si la Iglesia no la admite por mi parte está ya rechazada. Pero igual alguien con más conocimientos que yo, confieso sin el menor problema que no he hecho estudios de moral, me ilustra al respecto.
Y conste que no defiendo nada propio. Mis hijos y yo estamos casados felizmente por la Iglesia.
Si esa doctrina fuera admisible, ¿dónde estaría el peligro de un cisma?