De verdad que lo siento pero tengo que ser más amigo de la verdad que de Platón
Ha llegado lo que algunos lectores, poco amigos, estaban deseando desde hace casi un año. ´Ése, antes o después, termina manifestándose en contra del Papa. Está disimulando pero llegará el día en el que le pillaremos. Pues ese día ha llegado. Ya pueden arremeter contra mí. Ya he criticado al Papa. Por escrito. Ahí queda para quien quiera encontrarlo. Porque yo no borro mis escritos. Aunque reconozca mis equivocaciones. Y en esta ocasión no estoy equivocado.
El Papa ha dicho que no hay familia perfecta, padres perfectos… y no digamos ya suegras perfectas. Eso es una obviedad. Nadie es perfecto salvo Dios Nuestro Señor. Si es eso lo que quiso decir no tengo nada que objetar. Pero dentro de lo humano hay personas tan extraordinarias que analógicamente se las puede calificar de perfectas.
Y yo he tenido una suegra así. Maravillosa. Buena, inteligente, cariñosa, simpática, guapa, religiosa, culta, de exquisita educación, una verdadera señora en el mejor sentido de la palabra… Así que Santo Padre, me veo obligado a discrepar notablemente de Su Santidad. Y como lo siento, lo digo.
Si fuera un colaborador de Radio María italiana igual el responsable de la misma suspendía mi programa ante tan abierta y pública discrepancia con el Papa. Pero como no lo soy no va a ser el caso. Si fuera religiosos muy probablemente Matapelo y Chámame Pepe da Trapallada Carballeira me enviaran un comisario que como primera medida igual me prohibía rezar mi rosario. Afortunadamente no estoy bajo su jurisdicción y podré seguir pasando las cuentas del que llevo siempre conmigo. Si fuera un sacerdote que dijera misa tradicional en Santa María la Mayor, el cardenal Santos Abril, muchos santos para un abril sin flores, muy probablemente me expulsaría de la basílica en la que es arcipreste. Pero tampoco va a haber lugar.
Así que sólo queda, para quienes llevaban casi un año al acecho para pillarme en una crítica al Santo Padre, la enorme satisfacción de haber encontrado a la cigueña sedevacantista que antes o después estaban seguros de que aparecería.