Un acreditado canonista español, no voy a decir la diócesis desde la que me escribe, me comunica que hoy en el Vaticano no hay cárcel. Wesolowski ha sido reducido al estado laical, cosa que en un arzobispo es la repera, pero ha impugnado la decisión y ahora se está a la espera de lo que los tribunales decidan. Lo que causa una situación de aparente impunidad. El Papa la ha querido cortar con el arresto pero una vez más o no sabe o está mal aconsejado. Porque eso no se le ocurriría ni al Tucho. Capaz por otra parte de cualquier insensatez. En el Vaticano están pues a la espera de la decisión de sus instancias judiciales que no están acostumbradas a «lios» semejantes y que tienen acreditada tendencia a hacer eternos los procesos. Pero ello está causando que se extienda la opinión de que el Vaticano es un refugio de pederastas. Que lo utilizan para evadir responsabilidades por actos delictivos en otros países. El Vaticano carece de tribunales «civiles» verdaderamente operativos, se vio en el caso «Paoletto». Y también de cárceles. Por los pactos lateranenses las condenas se cumplen en cárceles italianas y así se quiso hacer de nuevo pero el Gobierno italiano pidió una compensación de 12.000 euros mensuales por atender al preso por lo que se resolvió encerrándole en una habitación en el cuartel de la Guardia Suiza de la que salía todos los días a pasear con su familia. Hoy trabaja en el Bambino Gesú con un buen sueldo y nadie cree en el Vaticano que fuera el principal responsable de lo sucedido.
Y así se está en Roma con la preocupación añadida de que pueda estallar otro escándalo de mayores proporciones que el del nuncio Wesolowski. Pienso que ya se están calentando los motores para ello.