Semana trágica. A las matanzas palestinas en Israel han seguido otras ignominias, segunda muerte. En España, una parte de sus gobernantes y periodistas abandonaron velozmente el estupor (no diré dolor, porque no se produjo en ellos en ningún momento) para justificar, dulcificar o incluso discutir los crímenes de civiles. De personas que hacían su vida sin sospechar lo poco que les quedaba en este mundo. Bailaban, hacían el desayuno, dormían y abrigaban a sus bebés cuando las bestias irrumpieron en las calles, en sus casas. Después ya sabemos lo que las alimañas hicieron. Y de qué nauseabunda manera la izquierda existente se representó. Para definir el hedor que ha ventilado estos días puede bastar una sola conjunción adversativa: “pero”. El demencial constructo funcionaba casi siempre así: “Condenamos la violencia, pero…” Ha sido su forma de profanar a los niños, a las mujeres y hombres de Israel que fueron el sábado violados, torturados y ejecutados. Habla la izquierda de “memoria”, hay que joderse.
Repaso de vilezas. Es demasiado triste comprobar, por efecto del horror sufrido en Israel, la naturaleza de la gente que nos gobierna y nos desinforma. Cito de corrido unas cuantas deposiciones públicas, urgentes, hechas mientras se seguían encontrando cadáveres: “No sabemos lo que es un grupo terrorista” (Enrique Santiago, portavoz de Sumar); “Para hablar de Palestina e Israel hay que conocer la historia del conflicto” (Tesh Sidi, diputada por Sumar); “Estamos en la concentración de solidaridad con el pueblo palestino” (Julio Rodríguez, ex-JEMAD); “Necesitamos una paz justa, duradera y sostenible” (Yolanda Díaz, vicepresidente del Gobierno en funciones). Ah, y una perla de sentida humanidad y acompañamiento del dolor por los asesinados: “El ataque sorpresa de Hamás pasará a la historia como un fracaso de la inteligencia israelí” (Ignacio Escolar, periodista).
La Europa estúpida. Raudo salió Borrell, jefe de la diplomacia continental, a recordar que Israel no debe violar el derecho internacional. Entiendo que invadir con comandos armados un Estado soberano y masacrar a la población no invita a mantener una discusión elevada sobre derecho internacional. Porque se trató de una invasión por tierra, mar y aire, como así muestran los videos. Pero el bobo Borrell se pone exquisito y pide hacer cumplir a Israel la Convención de Ginebra. No cabe mayor cinismo.
¿Y esto quién lo paga? Algunos analistas sospechan que la matanza la financió, cuando no la monitorizó, Irán. Aunque luego hemos sabido, desprendidos sin causa, ignorantes de nuestra propia generosidad, que los europeos solemos enviar millones a los palestinos. Quienes, liderando una autoridad corrupta, habrían podido derivar dinero buenista a la franja de Gaza. Nunca sabremos si Hamas ha recibido algo del regalo. Si así fuera, los terroristas deben estar más que convencidos de la estulticia europea.
¡Es el islam, estúpido! En el Occidente de la gran decadencia, brotan pacifistas, exaltados por los derechos humanos (de los terroristas, no de sus víctimas todavía calientes), politólogos que piden “proporcionalidad” y, cómo no, políticos en tromba condenando a Israel. El wokismo también es esto: abrazar a quienes proyectan nuestra destrucción. La yihad ha sido activada. El viernes fue degollado en Francia un maestro. Su asesino, mientras pasaba el cuchillo, gritó “¡Alá es grande!”
Los catalanes, de nuevo solos. Siguiendo con Borrell, la reciente manifestación en Barcelona contra la amnistía a los golpistas catalanes no ha contado con su inestimable presencia. En la de 2017 sí estuvo, incluso pronunció un discurso. Colijo que en aquella ocasión nos engañó a todos, o bien ha cambiado radicalmente de opinión sobre los riesgos del independentismo para la democracia y el Estado de derecho. Rescato para el recuerdo una frase suya de entonces, cuando a su partido no le hacía falta intimar con delincuentes: “Si habéis venido tantos es para decirle al mundo que los que no pensamos como nacionalistas somos tan de Cataluña como ellos”. Varias constataciones. El PSC sigue en la tradición maragallana del nacionalismo de baja intensidad, disimulo de su quintacolumnismo. Los catalanes no nacionalistas hemos vuelto a ser abandonados. O mejor, borrados de la vida civil. La política española desprecia a sus hijos, gobernados bajo cálculos espurios. Una confidencia: no es que el fugado Puigdemont vaya a dictar nuestro destino, es que ya lo dicta Sánchez.
Sólo patriotas. Con motivo de la Fiesta Nacional, Cerdán León, secretario de organización del PSOE, escribía con honda sensibilidad que “existen más de 48 millones de maneras de sentirse español”. Sin embargo, y gracias a su partido, existe hoy sólo una manera de sentirse catalán: la nacionalista.
De la cal al perdón. La fotografía de Sánchez estrechando la mano a la señora Aizpurua (condenada por apología del terrorismo) tiene dos precedentes históricos. Uno data de 1995, cuando un diputado de Herri Batasuna en Vitoria arrojó un saco de cal viva al escaño del socialista Jáuregui. El otro, muestra a Pablo Iglesias Turrión diciéndole a Sánchez Castejón que “le han prohibido gobernar con nosotros. Se lo ha dicho Felipe González, el que tiene el pasado manchado de cal viva”. Ambos episodios explican el desenlace, la imagen definitiva. En efecto, el actual posado del presidente con Bildu cierra un último capítulo: el PSOE, finalmente, ha pedido perdón a ETA.
No son demócratas. Sumar ya ha cumplido la parte más sucia del golpe sanchista. El hacendoso y curvo Jaume Asens presentó esta semana un dictamen o documento justificativo sobre la amnistía que viene. Y declaró, por si todavía hay algún despistado, que “en una democracia no mandan los jueces, mandan los ciudadanos”. Es la tradición del despotismo bolchevique con acento catalán.
Amnistía, sí. El 12 de octubre en Barcelona, el Padre Custodio Ballester pronunció unas sentidas palabras, recogidas por el blog Germinans Germinabit. A los pies de Colón, dijo: “Yo también estoy a favor de la amnistía. ¡Sí, de la amnistía! Pero no la de unos pocos privilegiados, sino una amnistía universal. Estoy a favor de que amnistíen a los centenares de miles de niños que esperan su turno de nacer en el vientre de sus madres que unas leyes inicuas han convertido en el más cruel corredor de la muerte”.