«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
LA GACETA DE LA SEMANA

De los «aprendices de chequistas» a la cancelación de Alfonso Pérez

Indicativos viales del estadio municipal de Getafe Alfonso Pérez. Europa Press

La universidad y los tiempos. Una tarde de hace mucho tiempo, en un país lejano llamado España, el que esto escribe estaba viendo la televisión. Para más datos, veía el telediario, fuente de información animada en una parrilla que sólo servía menú de dos platos. Y, aunque en apariencia la dieta fuera austera, había momentos de estimable sofisticación. Uno daba a veces con un programa nocturno de estética rompedora o una entrevista a alguien inteligente, amén de una película de Hitchcock. Además, los periodistas e invitados desplegaban un léxico más que aceptable. Incluso Lauren Postigo, Susana Estrada y, por supuesto, aquel aldeano que visitaba el excursionista (no lo llamo antropólogo por respeto) José Antonio Labordeta. Como decía, estaba yo viendo las noticias de un país que ya no existe cuando apareció la imagen de una manifestación. Dos rudimentos de la escena: la pancarta callejera rezaba ¡el hijo del obrero, a la universidad”; alguien a mi lado exclamó de inmediato: «¿Qué les habrán hecho los hijos de obreros para que quieran mandarlos a la universidad?». Rescato esta escena bajo la sospecha de que el centro del saber podría haber culminado su histórica función. Me remito a un reciente ministro de Educación advirtiendo de que los conocimientos están en Google y sanseacabó tanto oscurantismo libresco. En cuanto al hijo del obrero, desconozco si llegó a entrar en el campus; en cualquier caso, hace lustros que no existen obreros. 

La universidad y sus venerables materias producen analfabetos en masa. Y no contentos con ello, los rectores y sus altos jefes políticos acarician la idea de fabricar, además, férreos militantes. Informa Agustín Benito esta semana: «La imposición de toda la ideología woke en los campus universitarios de Estados Unidos y el silencio de las voces conservadoras preocupa a buena parte de los estadounidenses». Pueden ir preocupándose, aquí vamos por delante. Lo que sucede cada año en la UAB con S’ha Acabat! (estos estudiantes tienen que ser protegidos por la policía) es de nota, sobresaliente en estalinismo encapuchado. La vanguardia progresista batalla por crear un régimen en que no exista más libertad de expresión que la suya. Así gritan los nuevos rancios con acné,  flor del sanchismo: «Pim, pam, pum que no quede ni uno». Los obreros con conciencia de clase han sido barridos; y sus hijos substituidos por aprendices de chequistas. 

Cómase el bicho y no proteste. Ni el vídeo acabó con la radio ni el fast food con nuestros cocidos, guisotes y delicadezas marinas. Aunque la cocina de autor, tan concentrada, indigesta y ególatra, apareciera después con aviesas intenciones e insoportables discursitos. Pero todo eso, la hamburguesa doble bacon, la pizza (¡hasta con piña!), el tex-mex, la ternera en salsa de ostras (eufemismo de glutamato), el pichón en no sé cuántas texturas o el rabo de toro al vino tinto nos va a parecer pronto un sueño. Escribe Rebeca Crespo que «en junio de 2021 la Unión Europea aprobó el consumo de insectos y en algunos países como Holanda ya existen más de 20 fábricas dedicadas a la producción de este alimento compuesto de harina de gusanos y grillos». Esto está relacionado con medidas que afectan severamente a la agricultura en ese mismo país. También en España hay significativas señales para implantar la «solución verde global», pero nuestra gente del campo es silenciada por los grandes medios y su ecologismo de opereta. Pongo mis esperanzas en los semidioses, tanto en McDonalds como en el proveedor de chuletas del restaurante Gorría (por ejemplo). Y me pregunto, casi con convicción retórica: después de tantas lecciones verborreicas, espumas, humos y experiencias inolvidables, ¿no van a decir nada nuestros estrellados chefs ante lo que viene? ¿O es que les tiemblan las piernas; o, incluso, están comenzando a probar recetas con gusanos? En realidad, el comensal cabizbajo y obediente a las instrucciones del maître -¡ordena hasta cómo debe comerse un plato!- está bastante implantado, así que podemos prever un agradecido público comebichos. (Se nos fue Santi Santamaría, único cocinero español verdaderamente culto, armado de carácter y fuertes razones)

Todos acosadores. No tengo recuerdo alguno, respecto a los años de adolescencia y juventud, de abuso sexual cometido sobre una mujer. Ni en los numerosos círculos de amistades ni en otros tantos de conocidos. No estaba en la mente de ningún chico (excepto en la de los violadores que salían en El Caso) forzar a nadie, si acaso llegar a un paroxismo de escasas derivaciones carnales. Rondaba, por supuesto, la idea íntima de gustar, de besar a quien te gustaba y, lejanamente, la de follar. Pero la mayor de las veces se imponían otras urgencias, menos utópicas, como ir a un concierto, al cine o pasar horas en el pub de moda ejercitando la lengua, la española refiero. Una clásica cumbre, no siempre alcanzada, era darse el lote durante unas horas y a continuación marcharse a casa cada cual con el calentón. Respecto al loco fornicio, más tardío, se confundiría con la politización, las lecturas y todo eso. La salida, al fin, del túnel de la pubertad.

El feminismo actual ha dado al traste con cualquier memoria feliz. O sana, como era en general la de aquellas épocas. Las señoritas de la desigualdad se llenan la boca con el concepto «estructural», que sería tan falso como rimbombante. Estructurales comienzan a ser su fanatismo, sueldos públicos y subvenciones. Y el daño social y moral provocado. Cuenta en este medio Rosa Cuervas-Mons que «los varones jóvenes están empezando a hartarse de que, a golpe de campaña, se les pinte como monstruos nacidos con un código de conducta equivocado frente al que sólo cabe una especie de lobotomía feminista». Y añade: «Somos muchas las mujeres que hemos crecido y vivido con hombres buenos. Con hombres a los que no se les pasa por la cabeza pegar a una mujer». 

Recuento de caídos. En tanto la nación permanece muy entretenida con debates que sólo y exclusivamente interesan al poder sanchista, las cancelaciones no cesan, fina lluvia del régimen. El caído de esta semana se llama Alfonso Pérez, postrera víctima del fango totalitario que se extiende, ensucia y cubre toda opinión discrepante. Su nombre ha sido retirado del estadio del Getafe por manifestar que el fútbol femenino y el masculino «no pueden ser equiparables». Se espera que la alcaldesa socialista de la madrileña villa, Sara Hernández, logre a la mayor brevedad que las jugadoras de la sección femenina del club cobren lo mismo que los jugadores. Nota para la historia: el consistorio presidido por la señora Hernández publicó en 2001 una guía sexual para niñas adolescentes en que se podía leer «apaga la tele, enciende tu clítoris». 

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