«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
LA GACETA DE LA SEMANA

De los numeritos de Montero y Belarra a la decisión de Meloni para combatir la inmigración ilegal

La ministra de Derechos Sociales y Agenda 2030 en funciones, Ione Belarra, y la ministra de Igualdad en funciones, Irene Montero. Europa Press

De aquellos polvos… Cuando Iglesias salió del Gobierno para instalarse en Barcelona (o muy cerca de), la gente decente sintió alivio. Si bien dejó en el gabinete a su mujer y a una vieja amiga íntima, Yolanda Díaz. Sobre las consecuencias del trabajo de Montero por defender a la mujer huelgan muchos comentarios, si acaso podemos imaginar el agradecimiento de algunos delincuentes sexuales a su ley. En cuanto a Yolanda, Sumar sigue el plan que fraguara una noche Iglesias en casa del trosko Roures con la presencia de Junqueras: colaborar, cerrar pactos más o menos explícitos y celebrar la amistad fraternal con el independentismo, un entusiasmo que el enviado Asens ya demostró en sus recientes visitas a Waterloo. ¿Y por qué este idilio con el nacionalismo radical catalán? Porque en el corazoncito de Iglesias, como en el de toda la izquierda desarrapada (mareas y mareos varios nacidos el 15M), seduce cualquier alianza con fuerzas anticonstitucionales. Primordial en el objetivo último de cargarse el régimen vigente, vaya. Ahora, el aprieto electoral de Sánchez supone una bonita ocasión. Así, la portavoz en el Congreso de Sumar, Marta Lois, ha reivindicado esta semana la amnistía como «una oportunidad para pasar página» en Cataluña. Cita sólo a la comunidad autónoma catalana, pero en realidad quiere decir España. Por su parte, Pepe Álvarez, secretario general de UGT y tonto utilísimo del independentismo, ya ha salido raudo a decir que la amnistía para Puigdemont mola y que viva la lucha obrera.

El dueto imbatible. Está dando mucho de sí la ministra Montero (seguimos la saga del Turrión). Un infante intelectual hiperactivo puede resultar peligrosísimo, no digamos con cartera ministerial. Y si se juntan dos, oh, Ione, tenemos el vodevil servido. Se ha visto estos días al dueto en pletórica forma. En una primera ocasión, la ministra de Igualdad en funciones, comentando en los pasillos del Congreso con periodistas, aprovechaba para pedir al próximo Gobierno una inversión de 1.000 millones de euros anuales para el Ministerio de Igualdad (el suyo). Inmediatamente Belarra, partner necesario del show podemita, compartía en la red X las palabras de su compañera: «Por este y muchos otros motivos tiene que seguir siendo ministra de Igualdad. Proponemos 1.000 millones de euros para luchar contra las violencias machistas, cada año de la próxima legislatura. Podemos conseguirlo».

El segundo numerito de la pareja se ha celebrado en Zaragoza, cuando Irene, seguida a poca distancia de su sanchopanza, ha saludado a la presidenta de las Cortes de Aragón, Marta Fernández, con la siguiente fórmula protocolaria: “¿Qué tal, presidenta? Me alegro de que nos encontremos en un evento europeo para defender el derecho al aborto”. Arrojo, grosería y tensión ideológica podría ser el cartel anunciante para cada performance de estas dos estrellas de la política patria.

¿Qué hay de lo mío? Seguimos con el azote de la izquierda iletrada y cargante, también oportunista. Aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, algunos han visto en las urgencias sanchistas una valiosa coyuntura para pedir cosas. «La lucha por el derecho a la independencia no ha sido la única lucha legítima que se ha dado en los últimos años. Centenares de personas tienen causas abiertas por defender el derecho a la vivienda, los derechos de los trabajadores y las mujeres, por luchar contra el fascismo o por pelear contra la destrucción del planeta por parte del sistema capitalista», se lee en el medio El Salto. La sopa boba acostumbrada, si bien encierra una pequeña cuestión, un asunto menor: los autores del grandilocuente texto han tenido o tienen problemas con la justicia. Aijón fue condenado por su participación en una protesta violenta contra un acto de campaña de VOX en Zaragoza, y Rioja está encausado por intentar evitar un desahucio y ocupar una oficina de Caixabank.

Meloni. Decisión algo sorprendente, la presidenta de Consejo de Ministros de Italia ha anunciado el cobro de unos 5.000 euros a cada inmigrante ilegal que llegue a territorio nacional. Poco o nada se conoce de los millares que desembarcaron en la pequeña isla de Lampedusa, su niñez, adolescencia aun no perdida y periplo final desde el corazón del continente. Sí manifestaban que no querían la comida y los cuidados recibidos (incluyendo música y bailes con voluntarias caucásicas de las ONG), sino «papeles». Son en su casi totalidad hombres (no hay mujeres o niños entre los recién llegados), nacidos en Nigeria, Eritrea o Guinea y desprovistos de acreditación legal alguna. La intención de las autoridades transalpinas es construir más centros de detención y después proceder con su vuelta forzosa a África. Lo sorprendente de la medida pecuniaria de Meloni es cómo llevarla a cabo. Es decir, de qué modo conseguir que un fornido eritreo indocumentado abone cantidad ninguna a las arcas italianas. Si ya resulta imposible hacerlo con los bárbaros ingleses, billete de ida y vuelta y pasaporte, que destrozan hoteles en Mallorca, imaginen en el caso que nos ocupa. Pero la decisión es lo que importa y Giorgia, recientemente aliada de Macron contra la destrucción de Europa por vía de importar futuros delincuentes, está dispuesta a plantar batalla. Ha entrado en liza con el canciller alemán, al que ha remitido una áspera carta denunciando la escandalosa financiación teutona de oenegés dedicadas al tráfico humano en el Mediterráneo inmoral. Meloni ama a Italia, y la amaría igual si no fuera de derechas. En el país transalpino, tan nuevo él, pervive mayoritario el patriotismo.

Breviario semanal (o recuento de caídos). Daniel Viondi, concejal del PSOE, dejará su acta en el Ayuntamiento de Madrid tras tocarle la cara al alcalde. «Es un violento en los plenos, no se lo voy a permitir», ha expresado Almeida. Es esta una muerte política, pensaríamos todos en un mundo ideal. Pero en España, muchas veces, los muertos resucitan. Las caricias del concejal afloran un oscuro deseo despertado por Zapatero en nombre de la venenosa memoria histórica. Melancolía de la guerra civil.

Otro cadáver. Si a la hora de escribir estas líneas todavía no lo ha hecho, la educación estaría ya camino del Hades. Informa Jiménez Flores que «la inclusión de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, la Agenda 2030, la ‘perspectiva de género’ y diversas manipulaciones históricas son la columna vertebral de muchos manuales escolares». Bien, tendremos una nación de soldados woke y funcionarios acólitos. Inmaculado panorama social para extender lo que Errejón llamaba «redes», o sea, redes clientelares.

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