La campaña, al rojo vivo. La izquierda, histérica ante lo que puede ser su descalabro, da lo mejor de sí. Existe medicación, advierto. Pero hay infinidad de puestos y subvenciones que peligran, aquel tinglado clientelar que Errejón, sin ruborizarse, llamaba a montar desde Podemos. Apretad, chicos, resuena la voz de un Zapatero que, entre viaje y viaje por las queridas dictaduras de América, reconoce en Sánchez a un hijo suyo, quizás el más aventajado en materias como la mentira, el pacto ignominioso y la fascinación por el poder. Fouché se ha quedado en aprendiz. Para deleite, esta semana destacamos tres erupciones rojas de consideración. Por una parte, Rufián confirmó, ante la flemática cara de un Patxi López que podría substituir a Sobera en First Dates, lo que ya todo el mundo sabía: indultos a cambio de votos. Ocurrió en el debate de TVE. Este chico de Esquerra lleva una carrera admirable. De jovenzuelo estuvo en una empresa de trabajo temporal. Más tarde debió adivinar que el concepto de temporalidad es mucho mejor en política, casi habría que llamarlo intemporalidad. Se presentó a las recientes elecciones municipales, pero al sacar mayoría absoluta la socialista Parlón, sus expectativas se limitaban a ejercer de triste concejal en Santa Coloma de Gramanet. Así que vuelta a Madrid, donde se vive mejor. Lo tendremos, de nuevo, hablando en el Congreso, apoyado en la tribuna como quien lo hace en la barra del bar. Otra formidable erupción: la de Pepe Álvarez fulares, de UGT. Harto de gambas, perdón, harto de que le llamen comegambas, salió vociferante y sofocado en un mitin para llamar comemierdas a los de VOX.
El nivel no sería esplendoroso. Pero entonces llegó Yolanda con su mundo bonito para devolver a la campaña el tono cuqui que nunca debe perder. En un emocionante tuit nos contaba que se le acercó un niño para decirle que todos debemos votarla a ella. Y al contarle la anécdota a la madre, ésta contestó (siempre según Díaz): «Todos los días va a ver los carteles y pregunta por ti, dice que en España hace falta más política social y medidas ecofriendly». Y, aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, en un ulterior mensaje la vice reivindicaba el derecho a voto para quien haya cumplido los dieciséis añitos.
El indeducado candidato. A una semana del voto presencial (sobre el voto por correo hay una mezcla de confusión, rumores y veladas acusaciones) los equipos de asesores agudizan sus ocurrencias y los candidatos saltan a la arena como fieras del romano circo. La plebe quiere ver sus garras y colmillos, presenciar la despiadada devoración del oponente. Bueno, hay quien, más que a un león, recuerda a un gallináceo, gallinácea o gallinácee de irrefrenable locuacidad y desprendimiento, veinte mil euros para cada zagal y que siga la fiesta. Y luego está el rara avis, el que va a un plató, por ejemplo de Canal Sur, y adopta ante la amenaza del depredador la actitud, pongamos, de una codorniz japonesa. Consiste básicamente en quedarse inmóvil mirando a un punto fijo mientras el peligro acecha. Así vimos al número uno de Sumar por Sevilla, don Francisco Sierra Caballero. Cada vez que la candidata por VOX en Almería, doña Rocío de Meer, tomaba la palabra el hombre pájaro giraba la cabeza hacia La Giralda, o hacia la puerta de emergencia, y se quedaba un rato como ausente. Claro, las estrategias de la naturaleza no siempre son efectivas y de Meer, a la tercera o cuarta vez, le espetó: «Señor Sierra, lleva todo el debate sin mirarme. ¿Usted no es del partido de las mujeres, el partido feminista? ¿Por qué usted no me mira a la cara?». Yo comprendo dicha reacción, pero quizás no interpretamos correctamente la actitud de Caballero. Podría tratarse, en realidad, de una maniobra de seducción, aquel plumífero que busca advertir su presencia con una altiva pose, un presumido ademán.
La farándula. No existe en España un colectivo más comprometido y disciplinado, aparte de los veraneantes con nevera, silla plegable y sombrilla, como el de nuestra farándula patria. Su militancia es proporcional a su renta per capita. Y al temor a que mengüe. Un actor sin papeles, un director al que nadie llama, aquella miseria antes de Felipe, cuando la industria lo era con apenas dinero público. Como lo ha sido siempre en Estados Unidos, donde rodaron Lubitsch, Capra, Hitchcock, Ford, Wilder, Allen o Tarantino. La idea que domina a los pudientes artistas es que la izquierda encarna la opción política más conveniente, primero para ellos y, mucho después, para el españolito medio. Al que necesitan cada cuatro años por esas cosas incómodas de la democracia. Un sinvivir. Vuelven ahora a rogar el voto a Frankenstein en un manifiesto de título ¡A las urnas las ciudadanas y ciudadanos! Les pueden los eufemismos. Ya puestos, yo hubiera escrito ¡A las barricadas!
Y el premio. Como si de un feliz encadenamiento se tratara, el Ministerio de Cultura ha publicado en el BOE generosas ayudas a la producción de cortos. Nos referimos a cortometrajes.
Al fin una buena noticia. El fascismo y tal ha anunciado la supresión del impuesto sucesiones y donaciones en la Comunidad Valenciana, donde forma coalición de gobierno. Quienes, desgraciadamente, hemos debido pagar en algún momento esa tasa podemos, al menos, alegrarnos hoy por los valencianos. Es un atraco reincidente del Estado, personificado en contumaz bandolero que, tras dejarnos en pelotas en vida, espera tras una esquina a los herederos por si hubiera quedado algo.
¿Qué le pasa a Europa? Escribe Carlos Marín-Blázquez una columna alzada desde la condición personal hasta la social. La primera se cimenta con la idea autoproclamada de uno mismo, imagen demasiado amable o, incluso, desmedidamente satisfactoria. La segunda pertenece a las alturas, donde habitan los sueños, también los políticos. ¿Qué ha sido de la diosa Europa, a la que declaramos devoción los españoles en 1986? Según el autor, habría dos versiones de la misma: la idealizada y la crítica, «aquejada de una problemática cuya gravedad se trata de ocultar desviando la atención de la opinión pública hacia un cúmulo de polémicas generadas de manera tan artificial como interesada».