La idea del grupo acaudillado por McMaster y Kushner es que Trump deje a un lado sus promesas de campaña y se torne en un presidente del establishment
Como ya ha venido contando ‘La Gaceta’, existe en el seno de la Casa Blanca una profunda división entre quienes, en la línea de Trump, estiman que la construcción del muro fronterizo con Méjico es prioritaria, y entre quienes consideran que ésta debe supeditarse a otras cuestiones tales como la aprobación de una ley de techo de deuda o una reforma impositiva. Con la salida de Steve Bannon de la administración, los primeros han quedado en evidente minoría: sólo el presidente Trump y Stephen Miller, consejero superior de éste, enfatizan la importancia de cumplir las promesas respecto a la cuestión migratoria hechas en campaña electoral. Por su parte, los segundos, los que sirven los intereses del globalismo, son multitud: el jefe de Gabinete, John Kelly; Ivanka Trump y su esposo, Jared Kushner; el consejero de Seguridad Nacional, H.R. McMaster; y el director del Consejo Económico Nacional, Gary Cohn, entre otros.
En cualquier caso, Trump, que es o debiera ser el que da las órdenes, ve una hipotética ‘no construcción’ del muro con Méjico como un motivo de bochorno, sobre todo tomando en consideración la relevancia que le concedió a aquél durante la campaña electoral. Un motivo de bochorno que, asimismo, lo dejaría sin apoyo electoral real para las ‘midterm elections’ de 2018 y para las presidenciales de 2020. Y es que una parte sustancial de los votos obtenidos por Trump en las presidenciales del pasado año provino de estadounidenses preocupados por la falta de seguridad fronteriza y, en consecuencia, por la inmigración ilegal.
Esta determinación de Trump se ve reforzada cada vez que participa en mítines. En ellos, cuando menciona el muro, las bases responden enardecidas. Se vio en el último acto que el presidente protagonizó en Arizona.‘Vamos a construir un muro en la frontera meridional; es absolutamente necesario. Los demócratas obstruccionistas no quieren que lo hagamos, creedme. Vamos a construir el muro. Vamos a conseguir nuestro muro’, aseguró Trump en Phoenix ante un público volcado.
En definitiva, los votantes de Trump desean empleos, deportaciones de ilegales y muros (seguridad fronteriza) antes que rebajas impositivas y guerras en el exterior.
Presiones globalistas
La presión para que el proyecto del muro – y los relativos a las ciudades santuario y a la inmigración ilegal en general – no salga adelante es, no obstante, opresiva. La idea del grupo acaudillado por McMaster y Kushner es que Trump deje a un lado sus promesas de campaña y se torne en un presidente del establishment. Esto es, en un republicano domesticable; en un republicano que, aun proponiendo rebajas fiscales y siendo más agresivo en el exterior (véase Siria y Afganistán), no ponga en duda la esencia del nuevo orden internacional: la progresiva superación del Estado-Nación como forma de organización política y la constitución, más temprana que tardía, de un gobierno mundial.
En este sentido, tal y como recoge Breitbart News, cierto sector de la Administración Trump pretende llegar a un pacto con los demócratas en materia fiscal y de deuda; un pacto que, para alcanzarse, requeriría una renuncia al objetivo de construir el muro (pues este atemperaría la insatisfacción de los demócratas).
Son muchas las encuestas que revelan que los estadounidenses reciben gozosos a los inmigrantes y ven con buenos ojos la inmigración. Sin embargo, los sondeos también muestran que la mayor parte de los norteamericanos se halla preocupada por el hecho de que la inmigración legal a gran escala pueda cambiar la naturaleza de su país, así como perjudicar sus intereses y los de sus vástagos. No en vano, son minoría en Estados Unidos quienes se oponen a las reformas migratorias de Trump.
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