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La obra es una constatación rotunda de lo que fue el comunismo soviético

Archipiélago Gulag: 50 años del libro que venció al comunismo

Archipiélago Gulag. Fotografía

Yelizaveta Voronyanskaya abrió por última vez la puerta de su casa en agosto de 1973, el régimen la fue a buscar y la torturó hasta que en septiembre de 1973 la joven apareció colgada. Sus asesinos habían obtenido lo que querían, el manuscrito que Yelizaveta había tipeado. Su autor supo que su plan secreto, urdido durante años, ya no contaba con el beneficio de dicho secreto y envió el mensaje cifrado y distribuido a través de su red de aliados. Se trataba de una referencia al Macbeth de Shakespeare que indicaba que el libro, finalmente, debía ser publicado. Su autor habría querido que la publicación se realizara el 7 de enero, fecha de la Navidad para los ortodoxos, pero el vértigo y circunstancias determinaron que ocurriera  en diciembre. En estos días se cumple medio siglo de la publicación de Archipiélago Gulag: un experimento de investigación literaria de Aleksandr Solzhenitsyn.

Archipiélago Gulag es un relato meticuloso sobre los campos de trabajos forzados soviéticos que Solzhenitsyn padeció en carne propia. El término es un acrónimo en ruso de la Dirección Principal de Campamentos, la forma en la que el gobierno llamaba a sus campos de concentración. Solzhenitsyn narra la historia de estos infiernos desde que Lenin los introdujo por primera vez en 1918. Recorre las atrocidades padecidas por millones de almas, algunas rescatadas de sus propios recuerdos personales y otras de la experiencia de centenares de otros prisioneros, una pintura detallada y minuciosa compuesta de piezas independientes que forman una historia de brutalidad, sufrimiento e injusticia, que mancha la memoria de la URSS para siempre. Fue la acusación más poderosa contra el comunismo, nunca antes el mundo se había enfrentado tan crudamente a los horrores del Gulag. Expuso los abusos cometidos por la Unión Soviética, contrarrestando décadas de propaganda. Cincuenta años después es una advertencia sobre cómo los gobiernos pueden utilizar la violencia, la paranoia y la represión para controlar a sus ciudadanos.

Alexander Solzhenitsyn nació en 1918. Su familia era campesina, pero su abuelo había amasado una pequeña fortuna que fue expropiada por los bolcheviques, luego de que lo designaran “enemigo de clase». Vagó el resto de su vida en la miseria y la clandestinidad, alimentado con sobras que, en secreto, le daban sus antiguos campesinos. Alexander no conoció a su padre, de origen ruso y su madre, de origen ucraniano, le crio con grandes sacrificios en Rostov. De adolescente se unió a la juventud comunista y estudió matemáticas y física. En 1940 se casó por primera vez y hasta entonces su vida era la de un bolchevique convencido.

Pero la invasión de Hitler, en 1941, hizo que fuera movilizado al frente con el grado de teniente de artillería y fue dos veces condecorado. En 1945, avanzó con su unidad en la Prusia Oriental, curiosamente el lugar donde su padre había luchado en 1914. Pero el joven Alexander osó criticar las decisiones estratégicas de Stalin, fue delatado, arrestado y condenado a ocho años de trabajos forzados por la aplicación del artículo 58 del Código Penal de la URSS que castigaba los “crímenes contrarrevolucionarios”. El famoso artículo 58 era una herramienta arbitraria por la cual, entre 1929 y 1953, un millón de soviéticos fueron fusilados y otros cuatro millones enviados a campos de concentración. El artículo 58 «abarca el mundo entero», ironizaría Solzhenitsyn en Archipiélago Gulag.

En 1949 aún no habían conseguido «reeducarlo» y lo enviaron a otro campo más atroz en el noreste de Kazajstán, ya su visión del mundo había dado un vuelco. Durante los trabajos forzados escribía febrilmente, poesía, prosa, palabras que memorizaba para mantener la cordura. En febrero de 1953 fue deportado al extremo sur de Kazajistán, pero al poco tiempo se le diagnosticó cáncer y, pensando que sus días estaban contados, lo enviaron al hospital de Tashkent para recibir el último tratamiento. Solzhenitsyn no murió, pero sí Stalin. Nuevos tiempos corrían y entonces fue rehabilitado por el Tribunal Supremo y volvió a ser un ciudadano libre. Stalin y el comunismo le habían quitado once años de su vida, y se juró luchar contra ese sistema criminal.

Elaboró minuciosamente su venganza, como presidiario había aprendido el secreto del camuflaje: sé dócil, nunca llames la atención. En sus noches de angustia tomó forma una novela a la que tituló Shtch-854, en referencia al número de un prisionero, luego conocida como Un día en la vida de Ivan Denísovich. Dividió y enterró sus manuscritos separadamente para evitar que la KGB los encontrara. Eran los años de la desestalinización de Kruschev, se concedieron indultos como los que él mismo había recibido y el Kremlin denunciaba una parte de los crímenes de Stalin con el fin de salvar su postura ante el mundo. Kruschev disminuyó parcialmente el totalitarismo reinante. El objetivo era centrar la crítica en Stalin y salvar la figura fundacional de Lenin, pero Solzhenitsyn no confiaba en este ablandamiento y seguía escribiendo en la clandestinidad. Recién en 1961 juzgó oportuno enviar el manuscrito a la revista literaria Novy Mir.

Tvardovsky, su editor, se conmovió desde las primeras líneas y diseñó una estrategia para que el texto no ofendiera a la cúpula ahora reinante, antes de su publicación. Finalmente el texto llegó, pasteurizado, al mismísimo Kruschev que, en plena Guerra Fría, dedicó tiempo a leer el manuscrito. Su accionar tenía un sentido, en los esfuerzos por la desestalinización era muy conveniente un relato sobre un habitante del Gulag que condenara la política del finado Iósif. Kruschev, frente a sus adversarios en el Politburó, necesitaba atacar a la vieja guardia política y buscó además el apoyo de la intelectualidad soviética, con una novela que denunciaba únicamente los crímenes recientes. Necesitaba un alegato a favor del socialismo humanitario, un bálsamo para la izquierda occidental. Era un texto ideal para sus propósitos y dio luz verde para la publicación durante la crisis de los misiles. Un día en la vida de Ivan Denísovich se publicó en diciembre de 1962 y Solzhenitsyn obtuvo una modesta fama que le permitió acceder a miles de testimonios de supervivientes, más allá de los acotados al período de Stalin. Una cantidad de información que le impresionó de forma tan visceral que comenzó, en secreto, a escribir Archipiélago Gulag.

Solzhenitsyn se convirtió en un experto simulador que escribió sin ser molestado por el Kremlin, internalizó el lenguaje del régimen y practicó la autocensura. Para disimular escribió El Pabellón del Cáncer y siguió conspirando bajo el radar. Pero la llegada de Brezhnev intensificó la represión ante cualquier desafío al régimen. La policía descubrió varios de sus manuscritos secretos escondidos en casa de un amigo, y quedó expuesto su trabajo clandestino. La KGB entregó a los miembros del Comité Central una copia confidencial para convencerlos del peligro que representaba Solzhenitsyn.

¿Pero qué podían hacer ahora? Solzhenitsyn ya no era un ignoto expresidiario, los viejos métodos de la época de Stalin ya no eran tan frecuentes y menos para un artista reconocido. Comenzaron un acoso múltiple: se le negó la residencia en Moscú junto a su esposa, amenazas anónimas comenzaron a llegar a familiares y amigos, una campaña de difamación en la prensa soviética lo deslegitimaba permanentemente y hasta existió un intento de envenenamiento. En esa época utilizó su notoriedad para cubrirse de los intentos de acallarlo y tejió una estratégica red clandestina para lograr completar su descomunal obra. Dividió de nuevo el manuscrito y lo fue escondiendo, jamás tuvo en su poder todo el texto junto. Sólo revelaba porciones de la gigantesca obra a los miembros de su red de cómplices, que no sabían nada unos de la existencia de otros, para limitar los daños en caso de arresto. Más de 200 sobrevivientes lo ayudaron en secreto a escribir Archipiélago Gulag, y se organizaron rutas de fuga de los manuscritos hacia Occidente. Una auténtica epopeya de coraje y logística de la que Solzhenitsyn fue el líder. Un sofisticado trabajo de resistencia en el que los mensajes se escribían y destruían aún estando reunidos personalmente los conspiradores, por el riesgo de los micrófonos.

El libro se completó en 1967 y se consiguió enviar a Occidente de contrabando  de las formas más insólitas. Solzhenitsyn, gracias a la persecución y la censura que sufría, era el disidente más famoso de la URSS y vivía en su país convertido casi en un vagabundo, hasta que en 1970 obtuvo el Premio Nobel de Literatura. Lo recibió con un memorable discurso, pero no fue a Estocolmo a buscarlo porque temía no poder regresar a Rusia, allí, en su tierra tenía una misión que le importaba mucho más, publicar Archipiélago Gulag. Durante los dos años siguientes Solzhenitsyn no envió el mensaje acordado para publicar los manuscritos contrabandeados, porque quería evitar las represalias hacia sus compañeros de resistencia que la KGB ya había identificado.

Pero el asesinato de Yelizaveta Voronyanskaya trastocó sus planes, y Solzhenitsyn supo que había llegado el momento. El primer volumen de Archipiélago Gulag apareció para la navidad de 1973, hace exactamente medio siglo. El impacto fue atronador, devastador, mundialmente revelador. Solzhenitsyn supo que su plan, madurado durante tantas noches de desesperación, se había concretado. Se enteró tres días después, mientras escuchaba la radio y respiró en paz, había cumplido su misión.

La KGB lo detuvo en febrero de 1974 y fue encarcelado en la prisión de Lefortovo donde lo despojaron de su nacionalidad soviética. Aunque estaba preparado para una muerte segura, para su sorpresa no lo asesinaron, sino que lo deportaron a Alemania Occidental. En aquellos delicados momentos de la Guerra Fría, ni Brezhnev ni Andropov no estaban en las condiciones políticas de hacer desaparecer a un Premio Nobel. Instalado en Estados Unidos, Solzhenitsyn siempre sostuvo su convicción de que, algún día, el régimen soviético se derrumbaría y él podría regresar a su país. Nueve años después, la URSS ya no existía. Y Solzhenitsyn regresó a casa donde murió en 2008.

Esa obra magnífica que es Archipiélago Gulag detonó todos los argumentos a favor del marxismo. Consta de siete partes, organizadas en tres volúmenes. Los capítulos del primer volumen son: La industria penitenciariaPerpetuum mobile. En el segundo volumen están: Campos de trabajo y exterminio y El alma y el alambre de espino. Finalmente el tercer volumen consta de: El presidio, El confinamiento y Stalin ya no está. Para cada propietario del libro, se trató de una bandera de libertad, una constatación rotunda de lo que era el comunismo soviético que regía las vidas de tantos millones de personas presas de un régimen nefasto.

El sistema Gulag fue una herramienta de violencia masiva. Durante su funcionamiento, el Estado logró que los ciudadanos aceptaran su propia opresión, los adoctrinó para no protegerse, diseñó un modelo burocrático destinado a comportarse abusivamente contra quienes gobernaba, mantuvo el oscurantismo sobre cómo operaba, instaló una narrativa sobre la historia y la cultura y criminalizó cualquier expresión de duda o disidencia. Todo este sistema, tan brutal y poderoso, no obstante, fue derrotado. Solzhenitsyn sobrevivió a la URSS y prevaleció por sobre toda la tortura y la humillación gracias a un prodigio de voluntad, inteligencia y talento que se plasma en la obra que en estos días cumple años, Archipiélago Gulag, el libro que venció al comunismo.

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