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Síndrome respiratorio epidémico grave por enterovirus 2025

El evento ‘Contagio catastrófico: pandemias’, presidido por Bill Gates, ya habla de un nuevo virus: el SEERS 2025

Bill Gates. Leon Neal/PA Wire/dpa

Quizás hayan oído hablar del Evento 201, un simulacro de pandemia de coronavirus realizado en octubre de 2019 organizado por el Centro para la Seguridad Sanitaria de la Universidad John Hopkins, el Foro Económico Mundial y la Fundación Bill y Melinda Gates tan solo dos meses antes de que se reconociera, mundialmente, la pandemia del coronavirus que produce la enfermedad COVID-19.

Si no saben de lo que hablo, no se preocupen, ahora lo detallaré. Lo importante aquí es el tema tanto del Evento 201 como del nuevo simulacro llamado Contagio catastrófico: pandemias. En esta ocasión, el evento también tuvo lugar el mes de octubre de este año, en concreto el día 23. Es un ejercicio de simulación que se lleva a cabo en la reunión anual de Grand Challenges en Bruselas.

En el encuentro de 2019 se estudió la posibilidad de que irrumpiera en la esfera internacional un virus respiratorio de la familia de los SARS pero cuyo paciente 0 era un cerdo. A través de la zoonosis, llegaba al ser humano con una posibilidad de matar a 100 millones de personas. Como especialistas participaron representantes de empresas farmacéuticas, armamentísticas, logísticas, de comunicaciones y militares de alto rango de distintos países del bloque occidental. Muchas de esas empresas se han enriquecido enormemente desde entonces. La posibilidad de que un evento prediga una pandemia de coronavirus y acabe ocurriendo dos meses después es prácticamente nula, pero saquen ustedes las conclusiones.

SEERS 2025

El ejercicio de este año simuló una serie de reuniones del consejo asesor de emergencias sanitarias de la OMS en las que se abordaba otra pandemia para 2025. Al igual que en el Evento 201, los participantes se plantearon cómo responder a una epidemia localizada en una parte del mundo que luego se extendiese rápidamente, convirtiéndose en una pandemia con una tasa de letalidad superior a la del COVID-19 y afectando desproporcionadamente a niños y jóvenes. Según ellos mismos calcularon, morirían 20 millones de personas de las cuales 15 millones serían niños. Es decir, el 75% de las muertes. Si atendemos a las cifras recogidas por la misma Universidad John Hopkins, las muertes oficiales por COVID-19 no alcanzan la cifra de siete millones en todo el mundo. Llama la atención que las dosis inoculadas del experimento genético sean casi el doble de la población mundial actual. El instituto no recoge las muertes o efectos secundarios producidos por las inyecciones.

Si tenemos en cuenta algunos de los estudios recientes sobre los efectos de las llamadas vacunas en el organismo, incluido el agotamiento del sistema inmunitario, la inflamación de los vasos sanguíneos (vascularitis), disfunciones hormonales, disminución de la eficacia mitocondrial que induce el envejecimiento prematuro de las células o miocartidis, cabe preguntarse la obsesión por la vacunación de toda la población y, con especial énfasis en su etapa final de marketing, a los menores de edad que, casualmente, serían los que, según observamos, morirían muy por encima del resto de la población.

Los supuestos expertos que participaron fueron 10 ministros de sanidad y antiguos y presentes funcionarios de salud de Senegal, Ruanda, Angola, Liberia, Nigeria, India, Singapur y Alemania. El que presidió el evento fue Bill Gates, copresidente de la Fundación Bill y Melinda y Gates y conocido por su experiencia virológica. En esta ocasión, al virus lo han llamado SEERS: síndrome respiratorio epidémico grave por enterovirus 2025, por sus siglas en inglés. Quédense con el nombre, parece que el que avisa no es traidor.

No cabe duda de que, viendo lo que están planteando, el COVID-19 fue una prueba para ver cómo reaccionaba el mundo ante algo semejante. Cuando diversos líderes mundiales reconocieron que la pandemia de coronavirus era una oportunidad única, no mentían. Independientemente del origen del coronavirus, lo que todos hemos visto ha sido la utilización torticera de una crisis sanitaria para un confinamiento global y una violación permanente de las libertades más básicas con especial intención en los países occidentales. Negar esto es negar lo evidente.

Dentro de las cuestiones y métodos para atajar nuevos problemas que se plantearon en Contagio catastrófico estaba la siguiente: si las futuras pandemias tienen una letalidad mucho mayor que la de COVID-19 o, por ejemplo, si afectan predominantemente a niños, ¿se adoptarían medidas diferentes, más fuertes y tempranas para contenerla, y cuáles serían esas medidas? Es decir, ya están dejando caer que lo que hemos vivido de 2019 a 2022 no ha sido nada comparado con lo que puede ocurrir en un futuro.

Entre lo que ha tenido lugar a espaldas de gran parte de la población mundial ha sido la absorción de la soberanía sanitaria de los países miembros de la ONU por la OMS. Durante la crisis sanitaria se han aprobado diversos procedimientos sanitarios que permite a la OMS y a sus expertos dictar políticas sanitarias. Se está trabajando en el establecimiento de una red mundial de profesionales sanitarios que ejecuten el mismo procedimiento ante los mismos retos. Esto puede entenderse en muchos aspectos, pero teniendo en cuenta los resultados ante la COVID-19 en distintos países, como poco hay que ponerlo en cuarentena y dudar de las buenas intenciones. No olvidemos que, por culpa de la OMS, se tardaron en tomar medidas que costaron cientos de miles de vidas. Y por si fuera poco, todo esto está en manos privadas. No está regulado por un sistema democrático, no está regido por leyes aplicables a cualquier mortal, no está bajo luz y taquígrafos de ninguna institución medianamente independiente.

Según reconocen en su web, «durante la pandemia de COVID-19 se pusieron en marcha colaboraciones mundiales pioneras, como ACT-Accelerator y COVAX […] sin embargo, los líderes sanitarios todavía no confían en los enfoques actuales para asignar equitativamente las contramedidas médicas necesarias durante una futura pandemia». Esto recuerda a eso que la Agenda 2030 llama «gobernanza global». Traducido para el común de los mortales: las naciones independientes y soberanas no son capaces (o si lo son no nos interesa) de hacer frente a retos globales como es una pandemia y, por lo tanto, es necesario que se dé una coordinación de todas ellas bajo una misma batuta.

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