El Líbano, en otros tiempos considerado un refugio cristiano en Oriente Medio, ha pasado a tener en la actualidad una población de mayoría musulmana. Aunque sigue siendo la segunda nación con mayor cantidad de cristianos en la región, la influencia política y económica de esta comunidad ha disminuido de forma notable. En el sistema de poder libanés, el presidente debe ser cristiano, el primer ministro sunita y el presidente del Parlamento chií. No obstante, este reparto institucional no ha evitado que los cristianos sufran un retroceso en su acceso a los ámbitos de poder y progreso.
Desde 2019, las tensiones sociales y las manifestaciones masivas contra el gobierno han empeorado la situación. Y todo se agravó aún más tras la devastadora explosión del puerto de Beirut en agosto de 2020, que impactó de manera específica a las zonas cristianas de la capital.
Entre los factores que afectan a la estabilidad en el Líbano, destaca la creciente influencia del grupo terrorista Hezbolá. Financiado por el régimen iraní, ha expandido su control sobre diversos sectores del país, incluidos el Ejército y el Parlamento, lo que ha aumentado también la persecución contra los cristianos libaneses.
Hezbolá ha promovido la imposición de la ley sharia desde su manifiesto fundacional en 1985, lo que ha acorralado a las minorías cristianas. Los cristianos libaneses, ya tratados como ciudadanos de segunda clase, ven cada día cómo, con la expansión de Hezbolá, su seguridad y libertad están cada vez más en peligro.
Además de la creciente presencia del grupo terrorista en la vida política del país, también se han estrechado sus vínculos con las Fuerzas Armadas Libanesas, históricamente controladas por cristianos.
Frente a esta situación, Israel emerge como un contraste notable. A diferencia del Líbano, en Israel los derechos de todas las comunidades religiosas están garantizados y protegidos por ley. Mientras en muchos países de Oriente Medio los cristianos han sido objeto de violencia, persecuciones y desplazamientos forzados, especialmente en Siria, Egipto y los territorios palestinos, en Israel la población cristiana ha crecido en las últimas décadas. Este país se ha convertido en un lugar seguro para las minorías religiosas.
Rmeish, la resistencia cristiana en el corazón del conflicto
El futuro de los cristianos en el Líbano es incierto, y el temor a un éxodo masivo crece a medida que la influencia de Hezbolá se extiende por la nación. La localidad libanesa de Rmeish, situada a apenas de dos kilómetros de Israel, sufre de manera particular la persecución.
Esta tierra fronteriza que se ha convertido en el lugar de enfrentamientos directos entre los terroristas de Hezbolá y los soldados del Estado judío. Sus habitantes, hasta hace unas semanas, sumaban más de 11.000 personas. Ahora quedan menos de 5.000. Muchos se han unido al éxodo de un millón de nuevos desplazados libaneses —chiíes, suníes y cristianos— que han huido a zonas consideradas «más seguras».
Rmeish se ha visto inmersa en la guerra con la que Israel quieres responder a los atentados del 7 de octubre de 2023 en los que fueron asesinados más de 1.200 personas y secuestrados cientos de rehenes, un centenar de ellos todavía en manos de Hamás. Desde entonces, todo ha cambiado. Las escuelas han cerrado, no hay trabajo, y muchos sobreviven sólo con la ayuda de Cáritas Líbano y otras organizaciones benéficas.
Sin embargo, pese al riesgo, alrededor de 400 familias han decidido quedarse o regresar a la localidad, que consideran más segura que Beirut. Estos vecinos denuncian que miembros de Hezbolá han intentado infiltrarse en sus barrios en varias ocasiones, contra los que incluso han lanzado granadas. Y han tenido que ser ellos quienes se enfrenten a los terroristas para expulsarles del pueblo.
En 2022, recuerda El País, una ONG ecologista acusada de ser una tapadera de Hezbolá montó una estructura cerca del pueblo. Los vecinos se rebelaron y la tensión creció hasta el punto de que el patriarca maronita, Bechara Boutros Al Rai, tuvo que intervenir para lograr su desmantelamiento.
En el territorio, cada local tiene un papel para contribuir a la resistencia. Abuna Toni Elias, uno de los cuatro sacerdotes maronitas del pueblo, vigila por las tardes con unos 30 jóvenes las carreteras de acceso al municipio, para que puedan avisar a todo el mundo en caso de peligro. «A estos jóvenes los llamo centinelas de la mañana. Son como vigilantes pacíficos, desarmados, que comprueban lo que ocurre alrededor del pueblo para ver si hay algún peligro», ha detallado a la Agencia Fides.
Aunque los habitantes de este pueblo no han participado en los combates, las consecuencias de la guerra les han llegado de todos modos. «En Rmeish ahora somos como una pequeña barca en un océano tempestuoso, pedimos que Jesús esté con nosotros«, incide el sacerdote.