«Ser es defenderse», Ramiro de Maeztu
ASÍ SE HA CREADO LA COLOSAL 'ESCUELA DE OFENDIDOS'

Fatwa: la moda iraní llega a Occidente ante el silencio cómplice de la izquierda

Ebrahim Raisi, presidente de Irán. Reuters

Se habrán dado cuenta de lo poco que ha durado la conmoción por el atentado contra Salman Rushdie. Si llega a morir, lo habrían enterrado a los dos días y, detenido el agresor, la crónica del entierro habría sido probablemente el cierre del interés mediático que recordara al escritor perseguido y finalmente asesinado. Como ha sobrevivido a la media docena de cuchilladas del joven musulmán libanés Hadi Matar (se llama así), sabremos de Rushdie sobre su evolución y su alta médica cuando llegue, pero tampoco mucho más.

Toda la izquierda ha callado y el ultracentrismo y la derechita tampoco han hecho mucho ruido. Que no hay que crispar. Y menos a Irán

Habrán percibido también la falta de reacción por parte de la clase política socialdemócrata y de la izquierda en general. Alguna cursilona referencia a la libertad del escritor. Poco más. El Gobierno español hizo una condena de la violencia y el extremismo, sin entrar en detalles. Toda la izquierda ha callado y el ultracentrismo y la derechita tampoco han hecho mucho ruido. Que no hay que crispar. Y menos a Irán, que se las gasta como se las gasta por las malas. Y por las buenas puede gastar mucho si hay acuerdo nuclear y se imponen las ansias de negocio a la seguridad de los enemigos de Irán, que somos todos los que creemos en la libertad del hombre, incluidos millones de persas esclavizados y amordazados. 

El silencio fue absoluto por parte del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, que se conmueve hasta por la muerte natural de un asesino etarra, pero no tiene un tuit para esta monstruosa ejecución de la fatwa impuesta por la teocracia de Irán. No le vayan a llamar islamófobo. Ya se ocupa de ello haciendo de los musulmanes los únicos creyentes a los que felicita fiestas religiosas. En la Unión Europea, la presidente de la Comisión sí puso un tuit. Tarde, cuando se supo que Rushdie se recuperaba. Y hablaba del odio, pero no citaba de la causa del atentado, que es una fatwa, una orden de asesinato del régimen iraní que fue renovado días antes del ataque. Nadie habla del instigador y autor moral del atentado, cuando nunca ha habido un instigador y autor moral más evidente que en este caso. En El País fueron más obscenos. Decía que «se desconocen las motivaciones para atentar».

Nadie cita a Irán en sus lamentos por la suerte de Rushdie cuando es Irán y solo Irán, su régimen clerical criminal, el responsable y causante de la tragedia

Y es que ahí, queridos amigos, está «la Madre del Cordero». Ahí está la clave, en que el atentado a Rushdie es un castigo. Un castigo responde a una culpa. Y nadie quiere enfrentarse a quienes dictaron este castigo, la sentencia a muerte al escritor Salman Rushdie por su libro ‘Los versos satánicos’. La fatwa es una disposición jurídica sin más emitida por una autoridad religiosa. En Occidente, gracias a esta en concreto, la fatwa se ha convertido en sinónimo de la orden de liquidar a un ser humano por decir o hacer algo que no ha gustado a otros. La que nos ocupa fue dictada el 14 de febrero de 1989 por el ayatolá Jomeini, aquel «campeón de la libertad» protegido por Francia y ayudado por Occidente a imponer esta dictadura islamista que ha asesinado a millones de sus ciudadanos en matanzas y campos de batalla de su permanente juego entre delirio fanático y cinismo calculado.

Nadie cita a Irán en sus lamentos por la suerte de Rushdie cuando es Irán y solo Irán, su régimen clerical criminal, el responsable y causante de la tragedia. No se cita a Irán por cuestión de negocios. Sin más. Ahí está Josep Borrell, que se desvive por un acuerdo nuclear que le permita volver a los negocios con Teherán. El acuerdo nuclear con Irán es como el negocio alemán del gas con Rusia: tan suculento negocio hace ignorar toda consecuencia futura. Esta codicia europea y la consiguiente complicidad con Teherán eran previsibles, pero no son ni lo más trágico ni lo más relevante.

Ni siquiera lo son las complicidades de comunistas y socialistas occidentales comprados directamente por Irán para ejercer como sus agentes, cuyas consecuencias se perciben dramáticamente no solo en América, sino también en España, donde el agente de Irán está en el Gobierno. La alianza de Venezuela con Irán para financiar a enemigos de la democracia y la libertad en Occidente hizo, por tanto, auténticas maravillas en España y en toda Iberoamérica. 

Lo más trágico humanamente de esta orden de acabar con Rushdie por ofender a los ayatolás es que ha destruido en buena medida la vida del escritor y ha multiplicado el terror entre muchos creadores. Pero lo más relevante de esta orden de castigo de los ofendidos -los «ofendiditos», en este caso, son los cabecillas de un régimen brutal con agentes y fanáticos seguidores en todo el mundo- es el carácter de precedente que ha tenido. Porque la aceptación de la fatwa de liquidación de Rushdie ha desatado en todo el mundo otrora libre una colosal ola de decenas de miles de pequeñas «fatwas» de ofendidos de diverso tipo que dictan quienes se declaran con derecho a destruir a quien les ofenda, irrite o simplemente inoportuno. 

Víctimas de «fatwas» de ese tipo lo son miles de valientes en Europa y América que se enfrentan al rodillo totalitario de los diversos sectores y colectivos de ofendidos. Todos ellos han surgido del mayor colectivo mundial proclamado en su día por las ideologías redentoras del colectivismo, socialismo, nacionalsocialismo o comunismo, que es el de los resentidos. Hoy están integrados en un movimiento global y globalista que podemos llamar socialdemócrata y que encuadra a todas estas fuerzas más a aquellas que, procedentes del liberalismo conservador y democracia cristiana, han abdicado de su identidad. En ciertos sectores del centroderecha hoy esforzados en la militancia socialdemócrata como la CDU alemana bajó Merkel están algunos de los peores imitadores de los ayatolás. En este sentido, solo voy a citar a una víctima suya, Rolf Peter Sieferle. El profesor, escritor y comunicador fue objeto de una brutal campaña contra él por todos los medios alemanes, instigada por el Gobierno de Angela Merkel. Su libro ‘Finis Germaniae’ había sido sus «Versos satánicos». Sus crudas verdades, que fueron tachadas de filonazis, llevaron a represalias académicas, mediáticas y personales contra el profesor universitario que lo fue perdiendo todo bajo el rodillo difamatorio hasta quitarse la vida.

La izquierda no condena el atentado contra Rushdie porque en el fondo considera que la verdad debe perseguirse porque es un peligro objetivo para su propia existencia

La fatwa dictada hace 33 años contra Rushdie, que entonces generó estupor e indignación, hoy es asumida por el mundo como parte del juego aceptado. Quienes sean tan insensatos -y fachas islamófobos- como para meterse con el Islam han de asumir las consecuencias. Como el que no crea en las familias de paternidad homosexual y niños de vientre de alquiler debe apechugar las represalias. Y quien no quiera que convenzan a su hijo de 8 años que debe hormonarse porque es una mujer ni aprender juegos sexuales a esa edad debe asumir su descalificación civil e inhabilitación en numerosos países. Porque ofende al discrepar. Quien quiera hablar su lengua materna en partes de España estará ofendiendo a quienes le niegan su derecho. Y será perseguido adecuadamente.

Todas las fobias reales o ficticias que la izquierda ha creado como instrumentos de intimidación, coacción y represión (…) juegan un papel capital en el avance de la hegemonía política totalitaria

Así se ha creado la colosal «escuela de ofendidos» y se ha generado la lógica del «derecho a la venganza» de las «emociones contrariadas» que ha permitido a la izquierda acabar de hecho con la libertad de expresión en Occidente. La izquierda no condena el atentado contra Rushdie porque en el fondo considera que la verdad debe perseguirse porque es un peligro objetivo para su propia existencia. Y disfraza las verdades de islamofobia, racismo, clasismo, homofobia, negacionismo y tantos otros calificativos para criminalizar opiniones o hechos incómodos. Que deben perseguirse, con multas, con cárcel, con muerte civil o con cuchillos si no hay más remedio. Las fuerzas totalitarias «caníbales», que son las comunistas e islamistas, y las «vegetarianas», que son las socialdemócratas, han desarrollado los mecanismos para que sus diversos colectivos de ofendidos puedan recurrir a los medios necesarios para liquidar a quienes osen ejercer su libertad en contra de postulados y mandato de la ideología dominante.

Todas las fobias reales o ficticias que la izquierda ha creado como instrumentos de intimidación, coacción y represión de la libertad de expresión y los derechos de los ciudadanos juegan un papel capital en el avance de la hegemonía política totalitaria, diseñada para que la democracia y la libertad en Occidente sean tan remotas como en su aliado Irán.

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