Solo en lo que va de año, 55.890 solicitantes de asilo en Alemania han declarado tener menos de 18 años, según el Ministerio para la Familia, de los que 24.116 -el 43%- eran oficialmente adultos.
La mitad -el 49%, para ser exactos, 482- de los inmigrantes que se han presentado como menores de edad en la ciudad alemana de Hamburgo este año son, en realidad, adultos, según un nuevo informe de la Oficina de la Seguridad Social, informa el diario Die Welt.
Repatriar a un menor de edad es mucho más complicado y difícil, y la ley concede a estos tratamiento preferente en multitud de aspectos. Y este fraude no hace más que aumentar: el año pasado, los adultos que se hicieron pasar por menores ascendieron al 47%.
Solo en lo que va de año, 55.890 solicitantes de asilo en Alemania han declarado tener menos de 18 años, según el Ministerio para la Familia, de los que 24.116 -el 43%- eran oficialmente adultos. En caso de duda razonable, el Servicio de Emergencia Infantil y Juvenil (KJND) examina a los solicitantes de asilo indocumentados mediante una serie de pruebas -radiografías, tomografías- en el Hospital Universitario de Eppendorf y determinar así su edad aproximada.
Poco a poco, sin ocupar, naturalmente, las primeras de los diarios y el ‘prime time’ televisivo, vemos cómo todas las informaciones que los grandes grupos mediáticos y políticos han negado o condenado desde el principio de la crisis de los refugiados se van confirmando.
Lo hemos vivido desde el primer momento, en todos los aspectos, desde el aumento exponencial de la criminalidad -¿recuerdad la Noche Vieja de Colonia?- hasta el coste económico, el conflicto cultural o las cifras de paro entre los ya no tan recién llegados. Apenas hay aspecto de la crisis en el que no nos hayan tratado de colar una gran mentira.
Pero las mentiras coordinadas y la propaganda masiva acaban siendo ineficaces contra la experiencia diaria, razón por la que, de una parte, los políticos europeos han empezado a recular en sus políticas de puertas abiertas y, de otra, el electorado está castigando a los partidos tradicionales y propiciando el auge de los llamados ‘populistas’, de nueva creación.
Es el caso de Alemania, donde la antaño todopoderosa Merkel es incapaz de formar coalición de Gobierno y a la que las encuestas castigan de cara a unas elecciones anticipadas, o de Austria, donde el tradicional partido conservador ha tenido que ‘plagiarle’ al populista FPÖ -con quien probablemente gobierne en coalición- su programa soberanista para ganar las pasadas elecciones.
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