«Ser es defenderse», RAMIRO DE MAEZTU
La «cultura» y las élites políticas van de la mano

Hacia la legalización de la pedofilia: el fin de la inocencia de los niños

La ministra de Derechos Sociales y Agenda 2030, Ione Belarra, y la ministra de Igualdad, Irene Montero. Europa Press

Hunter Biden, Irene Montero y Telecinco quieren decirnos algo: la pederastia debe ser legalizada. La avanzadilla de la enésima aberración se abre paso ante la apatía general, que se divide entre quienes estÔn a por uvas (hÔbleme sólo de economía) y quienes se lo toman a risa porque no creen posible nada fuera de sus esquemas. Nada nuevo, por otra parte, entre nuestra cegata derechita episcopal.

Telecinco acaba de anunciar una nueva serie: Ā«InĆ©s, 42 aƱos. Hugo, 15 aƱos. Esto es EscĆ”ndalo, relato de una obsesiónĀ«. CapĆ­tulo a capĆ­tulo, palabra a palabra, las mayores degeneraciones se abren paso (ventana de Overton) cuando parecĆ­an imposibles. CuĆ”ntas cosas fueron impensables y hoy son Ā«consensoĀ», que es como los modernos –puro fundamentalismo democrĆ”tico– llaman a los nuevos dogmas que consideran mĆ”s antiguos que las tablas de la ley. 

Claro que para colar algo tan burdo la sutileza y la propaganda son fundamentales. Telecinco escoge a una mujer adulta con un menor porque un cuarentón con una adolescente hubiera sido mĆ”s violento y difĆ­cil de digerir. AsĆ­, la papilla pedófila entra mejor porque es verdad la mĆ”xima leninista de que hay que ir un paso por delante de las masas, pero sólo uno, porque si estĆ”s dos entonces nadie te sigue. 

En cualquier Ć©poca de la historia la cĆ”rcel ha sido el destino para quien osara escandalizar a un niƱo. No parece que vaya a ser asĆ­ en sociedades hipersexualizadas como la nuestra, donde el adoctrinamiento se ha colado en los colegios a los que asisten monitores para hablar de masturbación a menores de entre 3 y 12 aƱos. El objetivo: normalizar el sexo desde edades tempranas para lograr que despuĆ©s sean mĆ”s fĆ”cilmente manipulables. 

Entre los argumentos empleados por los defensores de semejante barrabasada hay uno usado por Irene Montero: si hay consentimiento, ¿quién se puede oponer a una relación entre un adulto y un menor? La ministra de Igualdad dijo el 21 de septiembre de 2022 en el Congreso que «todos los niños, niñas y niñes de este país tienen derecho a conocer su propio cuerpo, a saber que ningún adulto puede tocar su cuerpo si ellos no quieren y tienen derecho a conocer que pueden amar o tener relaciones sexuales con quien les dé la gana, basadas eso sí, en el consentimiento«.

Dos meses despuĆ©s lo repetirĆ­a en la XV Conferencia Regional sobre la Mujer de AmĆ©rica Latina y el Caribe celebrada en Buenos Aires. ā€œLos niƱos, las niƱas y les niƱes pueden amar a quien quieran y pueden tener sexo con quien quieranā€.

La mayoría de la prensa defendió a Montero, de la que dijeron que se habían malinterpretado sus palabras, que si acaso se expresó mal. Hasta el portavoz de la Conferencia Episcopal salió al rescate. «No creo que la ministra de Igualdad defendiera que los niños puedan mantener relaciones sexuales y demÔs».

Para quienes practican el buenismo creyendo que así impiden el avance del mal habría que explicarles los argumentos que utilizarÔ el mainstream progre para legalizar la pederastia. Ahí van tres: ¿es justo reprimir los impulsos sexuales de alguien en la época en que ya todo vale? Si el pedófilo no es culpable de su inclinación, ¿por qué habríamos de castigarle? El pedófilo es la verdadera víctima de una sociedad que no le comprende, hay que integrar al trastornado porque lo suyo en realidad es un punto de vista alternativo, una opción tan vÔlida como otra cualquiera y no una enfermedad. La pedofilia, en fin, es una orientación sexual mÔs. ¿Nos suena de algo?

Y mientras la pederastia avanza el niño queda desprotegido por este mundo moderno que aborrece la inocencia. Bien lo sabe Hunter Biden, tapado hasta la nÔusea por el sistema corrupto que representan Zuckerberg y otros tiranos del algoritmo. En 2019 el hijo de Joe Biden perdió su portÔtil en un bar y meses después los archivos fueron filtrados a distintos medios de comunicación y entregados al FBI. En esos documentos, Hunter hablaba abiertamente de trata de blancas, pedofilia y trÔfico de drogas. El día que el New York Post publicó el escÔndalo Twitter y Facebook censuraron la noticia, borraron los links y suspendieron la cuenta del periódico.

MĆ”s allĆ” de la censura, el caso de Hunter Biden demuestra que la pedofilia es una prĆ”ctica extendida entre ciertas Ć©lites que necesitan que aberraciones asĆ­ sean normalizadas por ley. En el mundo del relativismo el derecho positivo es el rey: la ley por el mero hecho de serla es moral, es buena. De modo que, cansados de las relaciones sexuales convencionales, los poderosos mĆ”s depravados experimentan con menores, prĆ”ctica que debemos aceptar. Es, quizĆ”, la deriva lógica de una sociedad hipersexualizada sin freno moral alguno. 

Por eso que Telecinco promueva una serie así no es un acto de osadía, sino la enésima muestra de que la «cultura» y las élites políticas van de la mano.

Cualquier transformación social plasmada en el BOE ha sido previamente normalizada en el cine y la televisión. Las imposiciones van de arriba abajo. Y ahora no va a ser menos. La pedofilia, por tanto, es el vicio de los de arriba y no la reivindicación del pueblo que sale en masa a la calle. 

A estas alturas no deberĆ­a extraƱarnos que los promotores de tal monstruosidad sean quienes basan su acción polĆ­tica en la ideologĆ­a de gĆ©nero. Entre sus referentes encontramos al sexólogo de la Universidad de Indiana, Alfred Kinsey, que practicó la pedofilia y promovió el sadomasoquismo en la primera mitad del siglo XX. Su metodologĆ­a no sólo fue fraudulenta, sino delictiva, pues en sus estudios participaron pedófilos encarcelados, mĆ”s de 300 niƱos y hasta bebĆ©s. 

Asƭ que si alguien merece legalizar la pedofilia en EspaƱa es Irene Montero. Al fin y al cabo, nadie ha hecho mƔs por los violadores y los pederastas que ella.

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