Hunter Biden, Irene Montero y Telecinco quieren decirnos algo: la pederastia debe ser legalizada. La avanzadilla de la enĆ©sima aberración se abre paso ante la apatĆa general, que se divide entre quienes estĆ”n a por uvas (hĆ”bleme sólo de economĆa) y quienes se lo toman a risa porque no creen posible nada fuera de sus esquemas. Nada nuevo, por otra parte, entre nuestra cegata derechita episcopal.
Telecinco acaba de anunciar una nueva serie: Ā«InĆ©s, 42 aƱos. Hugo, 15 aƱos. Esto es EscĆ”ndalo, relato de una obsesiónĀ«. CapĆtulo a capĆtulo, palabra a palabra, las mayores degeneraciones se abren paso (ventana de Overton) cuando parecĆan imposibles. CuĆ”ntas cosas fueron impensables y hoy son Ā«consensoĀ», que es como los modernos –puro fundamentalismo democrĆ”tico– llaman a los nuevos dogmas que consideran mĆ”s antiguos que las tablas de la ley.
Claro que para colar algo tan burdo la sutileza y la propaganda son fundamentales. Telecinco escoge a una mujer adulta con un menor porque un cuarentón con una adolescente hubiera sido mĆ”s violento y difĆcil de digerir. AsĆ, la papilla pedófila entra mejor porque es verdad la mĆ”xima leninista de que hay que ir un paso por delante de las masas, pero sólo uno, porque si estĆ”s dos entonces nadie te sigue.
En cualquier época de la historia la cÔrcel ha sido el destino para quien osara escandalizar a un niño. No parece que vaya a ser asà en sociedades hipersexualizadas como la nuestra, donde el adoctrinamiento se ha colado en los colegios a los que asisten monitores para hablar de masturbación a menores de entre 3 y 12 años. El objetivo: normalizar el sexo desde edades tempranas para lograr que después sean mÔs fÔcilmente manipulables.
Entre los argumentos empleados por los defensores de semejante barrabasada hay uno usado por Irene Montero: si hay consentimiento, ĀæquiĆ©n se puede oponer a una relación entre un adulto y un menor? La ministra de Igualdad dijo el 21 de septiembre de 2022 en el Congreso que Ā«todos los niƱos, niƱas y niƱes de este paĆs tienen derecho a conocer su propio cuerpo, a saber que ningĆŗn adulto puede tocar su cuerpo si ellos no quieren y tienen derecho a conocer que pueden amar o tener relaciones sexuales con quien les dĆ© la gana, basadas eso sĆ, en el consentimientoĀ«.
Dos meses despuĆ©s lo repetirĆa en la XV Conferencia Regional sobre la Mujer de AmĆ©rica Latina y el Caribe celebrada en Buenos Aires. āLos niƱos, las niƱas y les niƱes pueden amar a quien quieran y pueden tener sexo con quien quieranā.
La mayorĆa de la prensa defendió a Montero, de la que dijeron que se habĆan malinterpretado sus palabras, que si acaso se expresó mal. Hasta el portavoz de la Conferencia Episcopal salió al rescate. Ā«No creo que la ministra de Igualdad defendiera que los niƱos puedan mantener relaciones sexuales y demĆ”sĀ».
Para quienes practican el buenismo creyendo que asĆ impiden el avance del mal habrĆa que explicarles los argumentos que utilizarĆ” el mainstream progre para legalizar la pederastia. AhĆ van tres: Āæes justo reprimir los impulsos sexuales de alguien en la Ć©poca en que ya todo vale? Si el pedófilo no es culpable de su inclinación, Āæpor quĆ© habrĆamos de castigarle? El pedófilo es la verdadera vĆctima de una sociedad que no le comprende, hay que integrar al trastornado porque lo suyo en realidad es un punto de vista alternativo, una opción tan vĆ”lida como otra cualquiera y no una enfermedad. La pedofilia, en fin, es una orientación sexual mĆ”s. ĀæNos suena de algo?
Y mientras la pederastia avanza el niƱo queda desprotegido por este mundo moderno que aborrece la inocencia. Bien lo sabe Hunter Biden, tapado hasta la nĆ”usea por el sistema corrupto que representan Zuckerberg y otros tiranos del algoritmo. En 2019 el hijo de Joe Biden perdió su portĆ”til en un bar y meses despuĆ©s los archivos fueron filtrados a distintos medios de comunicación y entregados al FBI. En esos documentos, Hunter hablaba abiertamente de trata de blancas, pedofilia y trĆ”fico de drogas. El dĆa que el New York Post publicó el escĆ”ndalo Twitter y Facebook censuraron la noticia, borraron los links y suspendieron la cuenta del periódico.
MÔs allÔ de la censura, el caso de Hunter Biden demuestra que la pedofilia es una prÔctica extendida entre ciertas élites que necesitan que aberraciones asà sean normalizadas por ley. En el mundo del relativismo el derecho positivo es el rey: la ley por el mero hecho de serla es moral, es buena. De modo que, cansados de las relaciones sexuales convencionales, los poderosos mÔs depravados experimentan con menores, prÔctica que debemos aceptar. Es, quizÔ, la deriva lógica de una sociedad hipersexualizada sin freno moral alguno.
Por eso que Telecinco promueva una serie asĆ no es un acto de osadĆa, sino la enĆ©sima muestra de que la Ā«culturaĀ» y las Ć©lites polĆticas van de la mano.
Cualquier transformación social plasmada en el BOE ha sido previamente normalizada en el cine y la televisión. Las imposiciones van de arriba abajo. Y ahora no va a ser menos. La pedofilia, por tanto, es el vicio de los de arriba y no la reivindicación del pueblo que sale en masa a la calle.Ā
A estas alturas no deberĆa extraƱarnos que los promotores de tal monstruosidad sean quienes basan su acción polĆtica en la ideologĆa de gĆ©nero. Entre sus referentes encontramos al sexólogo de la Universidad de Indiana, Alfred Kinsey, que practicó la pedofilia y promovió el sadomasoquismo en la primera mitad del siglo XX. Su metodologĆa no sólo fue fraudulenta, sino delictiva, pues en sus estudios participaron pedófilos encarcelados, mĆ”s de 300 niƱos y hasta bebĆ©s.
Asà que si alguien merece legalizar la pedofilia en España es Irene Montero. Al fin y al cabo, nadie ha hecho mÔs por los violadores y los pederastas que ella.