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Este artículo se publicó en La Gaceta antes de convertirse en La Gaceta de la Iberosfera, no siendo entonces propiedad de Fundación Disenso.

‘Es imposible controlar a 23.000 yihadistas. Hay que comenzar las deportaciones’

El jefe de la célula de coordinación antiterrorista del primer ministro británico cree que la Unión Europea ha puesto en marcha una «política de negación» que impide reconocer al enemigo.

Richard Kemp tuvo que lidiar de cerca con los terroristas islámicos en Oriente. Al mando de las tropas británicas en Irak, desarrolló una doctrina para prevenir los atentados suicidas que podría ser aplicada por las fuerzas policiales en Europa «sin ningún problema».

Ahora, como jefe del Equipo Cobra, Kemp defiende que es «imposible» controlar los cientos de células terroristas activas en toda Europa y apuesta por el trabajo de Inteligencia para iniciar un proceso de deportaciones administrativas. Se encuentra en España colaborando en el informe sobre yihadismo que prepara el Grupo de Estudios Estratégicos (GEES) y asegura que existen «muchos elementos prácticos» que pueden mejorar la seguridad en nuestro país.

-Francia, Bruselas, Reino Unido y ahora España han sido atacados por el terrorismo islamista. ¿Cuál es la solución?

Lo primero que deben hacer los gobiernos occidentales es reconocer la naturaleza y el alcance de las amenazas. La Unión Europea y su propia estructura han puesto en marcha una política de negación que impide reconocer al enemigo. Nosotros somos cómplices de que estos problemas cobren hoy vigencia porque hemos permitido un flujo constante de inmigración de países donde el yihadismo se encuentra muy arraigado. Además, nuestros políticos son los más preocupados en decir que el islam es una religión de paz, pero justo en él se encuentra la base del problema.

-Hay que definir prioridades…

La primera debe ser la Inteligencia, pero no tal y como la conocemos. Hay que ir más allá de las agencias de Inteligencia tradicionales y en ella deben intervenir los Cuerpos de Seguridad del Estado y también los propios ciudadanos. Hace falta un buen sistema para evitar que alguna información relevante se pase por alto.

-¿Qué medidas pondría en marcha?

Los Estados deben tomar decisiones en tres campos de acción muy concretos y definidos. Hay que evitar que el problema siga creciendo y para ello hace falta cerrar la puerta de entrada a aquellas personas relacionadas con grupos yihadistas, especialmente a las que proceden de zonas de conflicto en Oriente Medio. Además, la política de deportaciones debe cambiar y agilizarse para que los gobiernos puedan llevar a cabo expulsiones administrativas. Por último, las detenciones administrativas deben ser legisladas para los casos de personas que, siendo ciudadanas del país, ponen en riesgo la seguridad de los habitantes del mismo.

El debate entre el respeto a los Derechos Humanos y la seguridad está abierto, pero creo que la seguridad debe primar en estos momentos de conflicto.

-Tras el atentado de Westminster, el MI5 admitió que no contaba con los medios suficientes para controlar a los más de 23.000 yihadistas que se encuentran en el país. ¿Qué debe hacer Reino Unido para solucionar este problema?

El Gobierno británico ha incrementado los fondos contra el terrorismo, pero no hay dinero suficiente en ninguna parte del mundo para monitorear constantemente a 23.000 personas. Por eso estoy a favor de la política de deportaciones, pues ayudaría a reducir el número de sospechosos a los que vigilar.

Además, Reino Unido cuenta con un problema añadido, pues ha habido una reducción de los oficiales de Policía que patrullan por las calles y en muchas zonas su presencia es muy reducida. Los agentes no van armados, lo que dificulta mucho las intervenciones, y eso debe cambiar lo antes posible.

-Muchos países de Europa sufren un problema común: la existencia de las ‘no-go zones’, barrios periféricos donde los agentes de Policía apenas entran y que se han convertido en una suerte de califatos islámicos…

En Reino Unido también existe este problema, aunque quizás no esté tan acentuado como en Francia o Bélgica. No obstante, aquí tenemos zonas donde la Policía tiene gran dificultad para realizar operaciones. Son partes de la ciudad que están fuera del control del Estado, donde se ha permitido la existencia de juicios islámicos realizados por la corte de la Sharia.

Las autoridades se han negado a investigar tramas criminales relacionadas con musulmanes, tal y como ocurrió con la red de abusos sexuales en Rotherham y otras ciudades del país. Hay que mantener una línea dura, no se puede permitir que una parte del territorio sea excluido del sistema legal. El mensaje deber ser contundente: sólo existe una ley y es igual para todos.

-Numerosos políticos aseguran que la causa del terrorismo actual son las guerras en Afganistán e Irak. Usted comandó las tropas británicas allí, ¿cree que esta afirmación es cierta?

Rechazo esta idea por completo. Basta con recordar que los atentados del 11 de septiembre sucedieron antes de cualquier intervención. Se trata del clásico argumento que esgrimen todos los terroristas y que gran parte de la opinión pública ha asumido. Todos los países musulmanes están envueltos en cierto tipo de terrorismo interno. En España, tras la retirada de las tropas de Irak, creyeron que había seguridad, pero ya vieron lo que ocurrió en Barcelona. Cada día me asombra más la cantidad de ciudadanos que están dispuestos a creer estas falacias.

-Durante la campaña de las elecciones generales de mayo de 2017 acusó al líder del Partido Laborista, Jeremy Corbyn, de apoyar el terrorismo. ¿Mantiene estas palabras?

Corbyn es un político anti británico, antieuropeo y antioccidental. Su llegada al poder sería un desastre porque odia el sistema actual de Gobierno y cuenta con amigos como Hezbolá o Hamás. Cuando las fuerzas gubernamentales británicas combatían al IRA, siempre se puso del lado de los enemigos. Todos aquellos que quieren promover el yihadismo en el país ven en Corbyn un aliado muy útil, pues entienden que el sistema es débil.

Ocurre algo similar en la prensa. Los diarios llenan sus portadas hablando de la falta de integración de los terroristas o su mala situación económica, pero en muchos atentados los asesinos han sido personas bien colocadas en la sociedad y totalmente adaptadas al Reino Unido. Muchos medios ayudan inconscientemente a hacer creer a muchos musulmanes que el camino que han emprendido no es incorrecto.

-En Afganistán puso en marcha la doctrina Kemp contra los atentados suicidas. ¿Podría aplicarse a la Europa actual?

Allí tuvimos que lidiar con los primeros ataques suicidas y desarrollamos una doctrina bastante básica con la ayuda de Israel, que contaba con gran experiencia en la materia, y del resto de fuerzas de la OTAN. Creo que esa doctrina se podría aplicar perfectamente a la Policía de los distintos estados europeos, pues consiste en identificar al suicida antes de los atentados y disparar a matar, no a herir como hacen en muchos casos los agentes occidentales. Para eso hay que ser conscientes de que no siempre se va a tener toda la información completa sobre el tema y es necesario que las Fuerzas de Seguridad cuenten con el respaldo de las autoridades. Sin tener todos los datos, creo que en Barcelona algunos agentes podrían haber disparado a matar y no lo hicieron por miedo a futuras represalias.

Hay un segundo elemento del que debemos ser conscientes. Nosotros trabajamos con un perfil determinado: una franja de población cercana a los 20 años de edad con rasgos árabes. Algunos decían que eso era racismo, pero en realidad se trataba de aplicar los medios de los que disponíamos a la situación.

-La prensa occidental y los dirigentes políticos advierten sobre la «islamofobia» en la sociedad, pero callan ante la persecución de la comunidad judía. ¿Por qué?

A todos los musulmanes se les adoctrina desde pequeños para odiar a Israel y hay muy pocos que escapen a esta dinámica. Los políticos europeos prefieren hacer la vista gorda ante los ataques a la comunidad judía y lo utilizan como medida de control de la comunidad islámica. Instituciones como la ONU tienen el mismo objetivo y es un acto de irresponsabilidad que sólo puede traer malas consecuencias.

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