Este domingo comienza el Mundial de fútbol más polémico de las últimas décadas. Desde este día hasta el próximo 18 de diciembre, 32 selecciones nacionales disputarán el trofeo más preciado del deporte rey. La controversia de esta edición de la competición ―aunque residual, ya que los grandes medios, empresas patrocinadoras e instituciones han pasado de puntillas por ella; ya veremos por qué― ha sido provocada por la elección de la sede: Qatar.
El proceso de elección del país que albergaría el Mundial de 2022 terminó el 2 de diciembre de 2010 y, de las candidaturas presentadas ―Australia, EEUU, Corea del Sur, Japón y Qatar―, la FIFA, la institución que organiza el campeonato, eligió al pequeño país del Golfo Pérsico. La designación de Qatar, un país con temperaturas extremadamente altas, conllevó la modificación de todo el calendario futbolístico a nivel global ―ligas, copas y demás competiciones a nivel de clubes― para fijar la celebración en noviembre y diciembre por primera vez en la historia del Mundial.
¿Cómo es posible que la FIFA haya elegido como sede de la competición de fútbol más importante del mundo a un país regido por la sharía ―en su versión más estricta, la escuela jurídica Hanbalí― donde, por ende, se vulneran los derechos más elementales, se desprecia a la mujer, y se maltrata al extranjero como si de un esclavo se tratase, entre otras muchas cosas?
Vamos a tratar de dilucidar los posibles motivos que han llevado a esta vergonzosa elección, pero, primero, vamos a realizar un pequeño repaso al tema del que más se ha hablado ―con la boca pequeña, insisto― desde la designación de Qatar como anfitriona del Mundial: la vulneración de derechos en el país árabe.
Qatar: un país regido por la sharía
En esta pequeña monarquía absoluta del Golfo Pérsico la religión mayoritaria es el islam, profesado por cerca del 80% de la población; este porcentaje sería mayor si no fuera por la ingente cantidad de inmigrantes, entre los que hay muchos hindúes, cristianos y budistas. La inmensa mayoría de los musulmanes de Qatar son de la vertiente suní. Este tipo de islam se divide en diversas escuelas jurídicas de interpretación de la sharía ―la ley islámica― en las que no vamos a entrar ―no es el objetivo del artículo―, simplemente diremos que Qatar pertenece a la escuela más rigurosa, la hanbalí, escuela que también impera, para que nos hagamos una idea, en Arabia Saudí.
Por tanto, en el aspecto legislativo, Qatar aplica rigurosamente la sharía, con lo que ello implica: mantiene la pena de muerte, impone la flagelación por algunos delitos, discrimina a las mujeres, no tolera la libertad de expresión y mantiene a gran parte de los inmigrantes en condiciones inhumanas que rozan la esclavitud.
La Kafala, una esclavitud moderna
Qatar, con una población de casi tres millones de personas, es el segundo país con más porcentaje de inmigrantes del mundo, llegando al 80% de los habitantes. El 95% de la mano de obra del país árabe está constituida por inmigrantes, provenientes, especialmente, de India, Nepal, Filipinas, Sri Lanka y Bangladesh.
Los derechos de los trabajadores inmigrantes están gravemente limitados por el sistema de patrocinio ―kafala― del país y socavados por la escasa aplicación de las leyes laborales, lo que permite a empleadores sin escrúpulos abusar de los trabajadores inmigrantes con impunidad, principalmente en sectores como la construcción o el servicio doméstico.
El sistema de patrocinio es el principal problema al que se enfrentan los trabajadores inmigrantes en Qatar. Considerada una norma de semiesclavitud, ha servido estos años para ahondar en los abusos de los empleadores sobre sus empleados, que no disponen de amparo legal alguno para defenderse.
Bajo este sistema, los trabajadores no cualificados no pueden entrar al país u obtener un visado a menos que tengan ese patrocinio. A merced de sus empleadores, les retienen sus pasaportes y deciden sobre su estatus legal, quedando así atrapados en un ciclo de abusos.
En este contexto laboral, la construcción de siete estadios de fútbol para el mundial, y otras infraestructuras para hacer de Qatar un escaparate atractivo ante los miles de millones de ojos que se detendrán en la península del Golfo estos días, los abusos sobre los trabajadores inmigrantes han sido notorios. Las cifras de trabajadores muertos, debido a las condiciones laborales extremas con las que han tenido que lidiar, oscilan entre las que hablan de una treintena de muertos, que son las que ofrece el comité ejecutivo que se encarga de organizar el Mundial, el medio centenar según un informe de 2021 de la Organización Internacional del Trabajo, o los 6.500 fallecidos que denuncian algunos medios, como el periódico británico ‘The Guardian’.
El robo de salarios es uno de los abusos más comunes a los que tienen que hacer frente los trabajadores inmigrantes, quienes tampoco tienen permitido organizarse para exigir sus derechos laborales más fundamentales. En algunos casos, incluso, los empleadores utilizan los sueldos para pagar los costes de la repatriación de los cuerpos en caso de fallecimiento.
Las mujeres
La situación es todavía más complicada para las trabajadoras del servicio doméstico, aisladas y recluidas en los hogares, pues no solo conviven con sus empleadores, sino que además los posibles abusos que se cometan quedan fuera de la vista del resto de la sociedad.
Son precisamente las mujeres uno de los colectivos más agraviados por el régimen político qatarí. En la ley y en la práctica siguen sufriendo discriminación, encorsetadas por el sistema de tutela que las obliga a permanecer subyugadas a un tutor masculino, en general un familiar o su esposo.
Las mujeres siguen necesitando el permiso de una figura masculina para tomar decisiones fundamentales en sus vidas, como casarse o estudiar en el extranjero. En caso de que logren divorciarse, el Estado les retira la potestad de sus hijos.
Las personas con tendencias homosexuales
Qatar es uno de los 70 países que penaliza las relaciones entre personas del mismo sexo. Según su Código Penal, la sodomía o el libertinaje está penado con hasta siete años de prisión, al igual que las relaciones extramatrimoniales. Este, sin duda, ha sido el asunto más criticado por los medios de comunicación, y la única cuestión que ha hecho que se hayan producido algunos tímidos gestos, como el de la selección de EEUU, que cambió su escudo ―aunque no en la vestimenta de los jugadores― con los colores de la bandera LGTB. Sorprende que el resto de las vulneraciones de los derechos más elementales se hayan visto eclipsadas por este tema.
Libertad de expresión
En lo que respecta al resto de derechos fundamentales, el de libertad de expresión se ha visto también restringido en la última década, desde que el país fue designado como anfitrión para la Copa del Mundo de la FIFA, máximo organismo del fútbol cuya respuesta a todas estas denuncias ha sido más bien tibia y ambigua; ya veremos por qué.
Además, en el país existe la flagelación para castigar determinados delitos y la pena de muerte que, por ejemplo, se aplica en el caso de apostasía; es decir, cuando un musulmán reniega de su fe o se convierte al cristianismo u otra religión.
¿Cómo es que la FIFA, con la complicidad y el aplauso de las grandes empresas, países e instituciones occidentales, tan progresistas ellos, se ha plegado a blanquear a este país islámico? Intentaremos explicarlo en el siguiente artículo.