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ANTE EL SILENCIO DE LAS ÉLITES OCCIDENTALES

Qatar 2022, el Mundial de la vergüenza (III): patrocinadores del islamismo en Europa

El emir de Catar, Sheikh Tamim bin Hamad al Thani, da un discurso en la inauguración del Mundial. Europa Press.

El pasado domingo comenzó el Mundial de fútbol, la competición deportiva más importante y con más seguimiento del planeta. Hasta el próximo 18 de diciembre, 32 selecciones nacionales tratarán de conseguir el trofeo más preciado del deporte rey. El torneo que, normalmente, es motivo de celebración y diversión se ha visto enturbiado por el lugar donde va a tener lugar: Catar.

La elección de la sede del torneo ha sido considerada por muchos como una muestra de la hipocresía de Occidente. En anteriores artículos ya vimos algunos aspectos de la legislación que impera en el país del Golfo Pérsico, inspirada en la más rigorista interpretación de la sharía, y tratamos de sondear los motivos que llevaron a la FIFA a elegir este lugar a pesar de la flagrante vulneración de derechos que tienen que sufrir los habitantes del país.

Observando una muestra de ejemplos de algunas de las inversiones catarís en empresas e instituciones de Occidente ―incluida la ONU: Qatar anunció en 2018 donaciones por un valor de 500 millones de euros― se hizo evidente que el silencio occidental ante las condiciones que se viven en el interior del emirato obedece, simple y llanamente, al dinero. ¿Cómo morder la mano que te da de comer?

Pocos días antes del inicio del torneo, el portero de la selección francesa, Hugo Lloris, confesó en una rueda de prensa que iba a negarse a llevar el brazalete de capitán con los colores del lobby LGBT durante el Mundial. «Cuando recibimos extranjeros en Francia, queremos que cumplan con nuestras reglas y tradiciones. Voy a hacer lo mismo en Catar, quiero respetar eso», dijo el guardemeta galo.

Las declaraciones de Lloris ―obviemos el hecho de que parece que la cuestión LGTB es la única que importa, olvidándose de las mujeres, los miles de trabajadores muertos y el resto de derechos que son pisoteados parece que importan menos― reflejan, en el fondo, la actitud que ha tomado Occidente con este Mundial.

Leyendo los artículos que hemos publicado sobre Qatar 2022, posiblemente hayan llegado a la conclusión de que, más que callarse por respetar costumbres, los países occidentales no abren la boca por intereses económicos. Pero compremos el argumento: ‘si queremos que respeten nuestras costumbres, vamos a respetar las suyas’. El problema es que ellos, de hecho, hacen exactamente lo contrario.

Catar y el islam político

Mientras las élites occidentales y los aficionados de todos los lugares del mundo son recibidos amablemente por qataríes sonrientes con sus kufiyyas y thaubs inmaculadamente blancos, las autoridades del país dedican ingentes recursos, emanados de los superávits producidos por los hidrocarburos, a financiar el islam político en Occidente, especialmente en Europa.

A través de la financiación de mezquitas, promoviendo centros islámicos, subvencionando a organizaciones de todo tipo orientadas a la causa islamista, Catar ha buscado influencia en los últimos años entre los musulmanes que viven en Europa. El país árabe, que ha sido acusado en varias ocasiones de financiar a grupos yihadistas, es, por tanto, uno de los principales impulsores del islam político en Europa.

A través de embajadas y, sobre todo, con la ONG del Estado árabe, Qatar Charity, la monarquía del Golfo Pérsico habría canalizado millones de euros a diversas causas islamistas. Solamente en 2014, esta máquina de influencia de Doha en Europa destinó más de 72 millones de euros a financiar 140 centros de culto musulmán, escuelas coránicas, liceos islámicos y asociaciones de musulmanes en 14 países del Viejo Continente.

Así lo reveló una investigación realizada por los periodistas franceses Christian Chesnot y Georges Malbrunot, que plasmaron en un libro de 2019 llamado ‘Qatar papers’. En su trabajo, señalaron que los cinco países que más proselitismo religioso pagado desde Doha reciben son Italia, Francia, España, Alemania y Reino Unido. «Catar es hoy un actor de primer nivel en la financiación del islam en Europa», comentó en abril de 2019 Malbrunot, coautor del libro y reconocido periodista del Fígaro, informó Swiss Info. En España, las 250 mezquitas de carácter salafista que existen en Cataluña estarían financiadas por países del Golfo Pérsico, en especial Catar.

A esto, se suma uno de los buques insignias del emirato catarí en su búsqueda de influencia: Al Jazeera, que significa «la península», en alusión a la península de Catar. Este canal de televisión, fundado en 1996 por el Gobierno de Catar, es el principal canal de noticias del mundo árabe y uno de los más importantes del mundo, llegando a más de 270 millones de hogares.

Conocido en sus inicios por ser el medio que transmitió entrevistas exclusivas con el líder de Al-Qaeda Osama bin Laden, Al Jazeera es un agente fundamental en la difusión del islam político por todo el mundo. La televisión catarí ha sido acusada de fomentar la ideología yihadista y de ejercer de portavoz de los Hermanos Musulmanes, una de las organizaciones islamistas que más influencia han tenido a la hora de propagar el islamismo en el mundo árabe y en Occidente.

Catar y el yihadismo

El país organizador del Mundial de fútbol también ha sido acusado en numerosas ocasiones de financiar el terrorismo yihadista por debajo de la mesa. En la revuelta que sufrió Libia, contra el régimen de Muamar Gadafi, los cataríes canalizaron cientos de millones de dólares a los rebeldes. El principal receptor de la ayuda fue la brigada Rafallah al Sahati, de la que luego se escindiría la parte más radical para integrarse en Ansar al Sharia, el grupo que asaltó el consulado de EEUU en 2012 y que es considerado una peligrosa organización terrorista de ideas salafistas, recogió El Confidencial en 2014.

En Siria el papel del emirato fue aún más polémico. Fue uno de los primeros estados de la región que retiró a su embajador de Damasco y comenzó a canalizar ayuda, a través de Turquía, para los rebeldes sirios; el problema, como recordarán, es que esos rebeldes eran organizaciones como Al Nusra y Al Qaeda, organizaciones extremistas. Catar, por su parte, ha negado en diversas ocasiones que esté financiando organizaciones terroristas.

Tenemos que respetar sus costumbres, nos dicen, pero ellos son uno de los países que están tratando de cambiar las nuestras. El escaparate que el fútbol está suponiendo para Catar es un paso más en la inmensa operación de marketing que, gracias al gas y al petróleo ―y con la complicidad, previo pago, de las élites occidentales― está lavando la imagen de la monarquía islamista. Respetemos sus costumbres, sí, porque, a este paso, dentro de poco serán las nuestras.

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