El proceso de destitución del presidente de Estados Unidos es, en sí mismo, una noticia de parar las máquinas e interrumpir la programación habitual.
Sin embargo, si no sucede lo uno ni lo otro con la iniciativa de Brad Sherman, miembro demócrata de la Cámara de Representantes norteamericana, que ha presentado una solicitud formal de ‘impeachment’ contra el presidente Donald Trump por obstrucción a la justicia es porque, sencillamente, tiene mucho de ‘serpiente de verano’.
Que la destitución parlamentaria se prepara, se busca, se pretende y se ansía es algo sobradamente conocido desde el mismo día de las elecciones. Sin embargo, hasta ahora todos los intentos de encontrar material suficientemente grave contra el presidente han fracasado lastimosamente, dejando solo una estela de ridículo que, si empaña en algo la imagen de Trump, deja la de los medios de prestigio por los suelos.
Sherman quiere convertir en ‘obstrucción a la justicia’ el despido del director del FBI, James Comey, elucubrando que tal medida tenía por objeto impedir que el alto funcionario concluyese su investigación sobre la ‘trama rusa’.
¿Problema? Que la ‘trama rusa’ es un farol. Se lleva investigando desde hace meses sin un solo indicio, y todavía nadie ha definido exactamente en qué consiste. Lo grave y punible sería que Trump y el Kremlin se hubieran puesto de acuerdo para alterar los votos, algo que hasta los más entusiastas partidarios de esta ‘conspiranoia’ respetable admiten como más que improbable.
¿Qué Putin prefería que ganara Trump? Bueno, sí, claro, por qué no. En esto coincidía con una buena parte del pueblo americano. Y, si es así, no puede decirse que haya acertado demasiado con su preferencia, viendo que la nueva administración no es, en la práctica, menos hostil a Rusia que las precedentes.
En cualquier caso, el propio Comey desmintió bajo juramento ante el Comité de Inteligencia del Senado en su última comparecencia que a) Trump nunca le ordenó detener investigación alguna y b) que no han encontrado nada de nada sobre la cacareada ‘trama rusa’.
La Casa Blanca ya ha calificado la iniciativa de “ridícula” y de “maniobra política del peor estilo”. No va a quitarle el sueño a nadie en la Administración.
No es probable que vaya siquiera a votarse, y el mismo Sherman reconoce que su iniciativa era solo “el primer paso en un largo camino”. En realidad, el primer paso, como hemos dicho, se dio el primer día, y aunque apenas puede caber duda de que lo intentarán, los demócratas esperan tener algo más serio, creíble y sólido entre manos.
Para que salga adelante una propuesta de destitución parlamentaria, tendría que votarla una mayoría de la Cámara, mayoritariamente republicana. Y, sí, son legión los correligionarios del presidente que rezan para que salga pronto de la Casa Blanca, pero votar a favor sin algo clamoroso que lo justifique sería un claro suicidio electoral.
La esperanza de Sherman es que “si la incompetencia impulsiva [del presidente] continúa, con el tiempo, dentro de meses, hasta los republicanos se sumarán al ‘impeachment’.
Es, naturalmente, posible. Desde aquí apostamos más bien por que la incompetencia impulsiva de los trumpófobos acabe arruinando toda su credibilidad y la de las instituciones.
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